Pilares calientes en la sede de Eduardo Ibarra

Cómo reconducir el descarrilamiento del Real Zaragoza en el último mes es cuestión mayor de análisis en la SAD, con Milla como pieza clave.

Narciso Juliá, Luis Milla y Christian Lapetra, en el Espacio Ambar durante la presentación del uniforme rojo del Real Zaragoza el pasado martes, día 4.
Pilares calientes en la sede de Eduardo Ibarra
Toni Galán

¿Tiene arreglo el aluvión de problemas técnico-tácticos que sufre el Real Zaragoza en las últimas jornadas? ¿Luis Milla considera que cuenta con piezas suficientes y cualificadas para acometer la reparación de los mismos? ¿Se están utilizando convenientemente los recursos con los que la dirección deportiva (Juliá y Valentín) dotó al entrenador el pasado verano? ¿Los futbolistas están jugando a gusto del modo que se propone desde la dirección técnica? ¿Las voluntades de todos los implicados convergen en un objetivo común o, esta crisis que sufre el equipo, ha abierto disensiones de profundidad que advierten de problemas de suturación en breve tiempo?


Con el Real Zaragoza-Elche del próximo domingo en La Romareda (12.00) como horizonte referencial, los dirigentes y ejecutivos de la SAD zaragocista afrontan desde este lunes el tratamiento a la primera gran depresión deportiva del curso 2016-17. El equipo se ha ido de sintonía de manera alarmante. El entrenador, Milla, ha comenzado a emitir mensajes de preocupación (Soria, Sevilla) que, por inesperados y extemporáneos, provocan una reacción inmediata en los cuadros de mando por puro estímulo natural. Las caras en el vestuario son largas. Han aparecido los primeros rozamientos, algunas fricciones que necesitan engrase y reparación para que el mecanismo no se gripe. La estructura deportiva del club ha de entrar en boxes de inmediato para pasar una revisión profunda y urgente porque, es evidente, el motor no funciona bien. Y, lo peor, ha dejado de rendir en las prestaciones que, en la fase matricial de agosto y septiembre, parecía prometer una progresión a futuro.


Cuando, tras la disputa de la 5ª jornada, el 18 de septiembre (hace menos de un mes, solo 22 días), el equipo blanquillo era 2º clasificado, pegado al líder Levante, nada ni nadie hacía sospechar el agujero de solvencia y credibilidad en el que se ha hundido el remozado Real Zaragoza de esta temporada. Pero los últimos cuatro partidos han sido demoledores.


Solo ha sumado el equipo de Milla 2 de los 12 puntos disputados, dos empates (en Tarragona y en casa con el Córdoba) y dos indigestas derrotas (Numancia en Soria y en Sevilla ante un filial con aires juveniles). Se ha extraviado la eficacia goleadora del inicio (donde Lanzarote marcó 6 goles y Ángel 4). En esta tanda negra, el equipo solo ha marcado tres tantos en 360 minutos, dos de ellos inútiles en los revolcones finales en los campos soriano y sevillano. Por el contrario, la trama defensiva que propone el entrenador, lejos de mejorar, cada vez tiene más boquetes. Con 13 goles recibidos en la portería de un irregular Irureta, solo hay dos escuadras más batidas a estas alturas, el Elche y el Almería, con 15.


Los rivales ante los que se ha consumado este rasgado en el casco de la nave zaragocista no han demostrado ser de los mejores ni, en ningún caso, inalcanzables si el Real Zaragoza actuase más ordenado, convencido y aplicado que lo que demuestra el actual, el de mitad de octubre. Por ejemplo, el Nástic es el colista, aún no ha ganado un solo partido. Allí, en Tarragona, los zaragocistas no pasaron del raquítico 0-0 y gracias a que los catalanes marraron un penalti, porque los de Milla solo tiraron a puerta una vez en toda la noche. En Soria y Sevilla, el equipo aragonés, a trancas y barrancas, fue capaz de adelantarse en el marcador 0-1 ya con el reloj avanzado y, en ambos casos, de manera gemela, perdió la ventaja para acabar volteado. Derrumbamientos similares, idénticos en las secuencias del marcador, que han puesto en evidencia a todos los protagonistas de la película de miedo.                                                                                                                  


En aquel -felizmente- sorprendente buen inicio de las cinco primeras jornadas, la rentabilidad en casa, con triunfos encadenados en La Romareda ante el UCAM Murcia (3-1), Huesca (1-0) y Alcorcón (2-0), sirvió de solera para sustentar la fe y la confianza en que, los fallos y errores que evidenciaba el equipo desde sus primeras salidas a Lugo (empató a tres desaprovechando un 1-3 favorable a falta de 20 minutos) y Valencia (fue goleado 4-2 y avasallado por el Levante) se irían solucionando a base de experiencias y rectificaciones. Todo el mundo, en la Plana Mayor, diagnosticó que, con trabajo y tiempo, Milla sería capaz de subrayar las virtudes del equipo y rectificar paso a paso los yerros flagrantes que demostraba en sus momentos más obtusos. Con una buena marcha en la tabla, además, el viento era favorable para mantener la calma y progresar adecuada y sosegadamente. 


Increíblemente, no ha sido así. Los problemas del equipo persisten e, incluso, se agravan: los laterales de la defensa son un coladero, la zona de creatividad está cegada, el talante de poderío cuando los partidos llegan a su punto culminante y el Zaragoza está en ventaja se esfuma y el grupo se convierte en pusilánime... Pasan los días y las averías no se arreglan. Al contrario, empeoran.


Todo esto, con nombres propios sobre la mesa en todos los casos citados, es motivo de análisis desde este lunes en las entrañas del Real Zaragoza, con Luis Milla como pieza clave, como eje sobre el que gira la posible restauración de tanto deterioro en lo sucesivo, desde ya mismo. Reuniones cumbre, para medir la severidad del presente, el talante y el ánimo de los actores, las ganas de variar rumbos y la predisposición para ver la realidad como es, sin filtros ni tamices que distorsionen el foco.

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