El antecedente de hace 8 años, ¿una premonición?

En 2008, en octubre, se jugó el único Sevilla B-Real Zaragoza en el Pizjuán con victoria aragonesa por 0-4 tras casi un año sin ganar a domicilio.

Los caprichos del destino vuelven a asomar una vez más en el camino de zaragocista a modo de guiño. El Sevilla Atlético-Real Zaragoza de este sábado, 8 de octubre de 2016, tiene a priori varias semejanzas con el único precedente que se ha dado en este enfrentamiento liguero, por supuesto también en Segunda División. Aquel, se disputó el sábado 18 de octubre de 2008 y ganó el Zaragoza por 0-4, con goles de Oliveira (2), Gabi y Arizmendi. El portero López Vallejo paró un penalti a Igor con 0-2 en el marcador, aún en la primera parte.


Un hilo conductor que une este encuentro con ocho años de distancia temporal, como se ve, es la fecha de su ubicación en el calendario. Octubre, con tan solo 10 días de diferencia (entonces, la liga no empezaba tan pronto como ahora). En 2008, el duelo fue en la 8ª jornada, una antes que en estos momentos, donde va a ser el partido de la 9ª. Son, prácticamente, los mismos momentos del torneo. El Sevilla B andaba remodelando en aquellos días el campo principal de su Ciudad Deportiva, donde jugaría el resto de la temporada, pero al Real Zaragoza lo recibió aún (menos mal) en un Sánchez Pizjuán semivacío, con apenas 2.000 personas en las gradas y eco en el ambiente. Era una tarde de sábado. Exactamente igual que va a suceder esta vez, pues al club sevillano no le ha dado tiempo aún de rematar la adecuación que le exige la LFP de su pequeño 'miniestadio' a las afueras de la ciudad, en las instalaciones de la carretera de Utrera.


Y, lo más curioso, lo que anima a pensar que pueda tratarse de un requiebro positivo de la historia, aquel día, con Marcelino García Toral intentando hacerse con las riendas de un equipo sin cohesionar pese a su elenco de figuras, el Real Zaragoza de 2008 ganó su primer partido fuera de casa. Rompió una mala racha terrible, que al entrenador asturiano le había llovido del año anterior, el del catastrófico descenso de Primera con la plantilla más cara de todos los tiempos: casi un año sin sumar los 3 puntos como visitantes. No es tan largo ahora el mal fario del equipo en su rol de viajero (el último éxito data de abril, seis meses, aquel 1-3 en Valladolid), pero la sensación de incapacidad es gemela.


Aquel Zaragoza de hace ocho años había patinado seriamente en sus tres salidas anteriores. Empezó perdiendo 2-1 en el campo del Levante en el estreno liguero (observarán la coincidencia de que, este año, también perdieron los blanquillos en ese mismo sitio, por 4-2 en este caso). En el segundo desplazamiento, empataron 2-2 en Las Palmas, dejando escapar sendas ventajas (síntomas vivos casi una década después). Y en el tercer viaje, el Zaragoza cayó en Alicante ante el Hércules por 2-1, aquel día esperpéntico en el que la marca que vestía al equipo (la misma que ha vuelto este año) no tuvo tiempo de fabricar el uniforme rojo y el equipo aragonés lució un feo e impropio uniforme verde a modo de parche (por ahí, el tiempo ha desembocado en mejores soluciones en 2016).


En Sevilla, ante los cachorros sevillistas, aquel Real Zaragoza de Marcelino despertó a domicilio. Y lo hizo con estruendo. "Goliath abruma a David", vino a decir HERALDO DE ARAGÓN para explicar cómo, el gran favorito, no había dejado resquicio alguno a la sorpresa ante un rival bisoño e inexperto como el filial andaluz. Es justo lo que se espera del Real Zaragoza de Milla esta vez. Fuera de casa, también ha perdido dos veces en sus cuatro citas previas lejos de casa (ese 4-2 en campo del Levante y el 2-1 ante el Numancia en Soria). Y no ha pasado del empate en las otras dos (3-3 en Lugo y 0-0 en Tarragona ante el Nástic).


En cierto modo, este Sevilla Atlético-Real Zaragoza es un 'dejà-vu', una especie de imagen fija que vuelve a la mente como si fuese una repetición un tiempo después. Si los de Milla logran aproximar el resultado de entonces, la sensación previa se constatará en algo consistente. Para que puedan sustentarse las teorías de la superstición, de la casualidad y la causalidad, de los bucles vitales de los seres humanos.

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