Balneario, dentista, balneario, dentista... toca balneario

El Real Zaragoza es solvente y feliz en La Romareda del mismo modo que sufre y resulta inoperante a domicilio. En esa bipolaridad, vuelve el turno de disfrutar.

Los jugadores del Real Zaragoza llevan a cabo un ejercicio durante el ensayo del viernes entre risas y buen ambiente.
Los jugadores del Real Zaragoza llevan a cabo un ejercicio durante el ensayo del viernes entre risas y buen ambiente.
Raquel Labodía

Anda el Real Zaragoza atribulado en el arranque liguero en busca de una personalidad más o menos definida. Y no logra concebirla ni por asomo. A Luis Milla, su entrenador, el equipo le bambolea entre la felicidad y el sufrimiento, entre los ratos de lucidez y las hondas rachas de apatía y descontrol. Hoy sale el sol, mañana cae una pedregada. Ese es el Real Zaragoza del primer mes de competición. Un bloque heterogéneo que es capaz de rendir con rentabilidad cuando juega en La Romareda y que pierde el oremus, por completo y sin remedio aparente, cuando ejerce de visitante


En casa es infalible. Fuera, incapaz. Ante su afición, cuenta sus partidos por victorias (tres). En terreno ajeno, no gana ni por recomendación (dos empates y dos derrotas). En La Romareda, solo ha encajado un gol, y anecdótico, en aquel 3-1 ante el UCAM Murcia ya en el minuto 94. Fuera, se come los tantos del rival con gula y torpeza: tres en Lugo, cuatro en Valencia, dos en Soria.


Hasta ahora, en el tramo agosto/septiembre, los partidos de La Romareda han sido el balneario del equipo de Milla. Sus momentos de disfrutre, de fases de juego placenteras para los jugadores y la hinchada, de relax al término victorioso de sus citas ante el UCAM, el Huesca y el Alcorcón. Mientras, cada vez que han cogido el autobús para ir a jugar lejos de casa, sus viajes han sido como las visitas al dentista. Un dolor constante, hora y media en el banco bajo la luz de los focos y con el ruido de las fresas sonando como un calvario sobre sus dientes, colmillos y muelas.


De este modo, la trayectoria zaragocista en el calendario es un constante sube y baja, un tobogán de montaña rusa, un ir y venir de sentires que tiene a la afición un tanto desconcertada. Se pasa de la euforia del triunfo local a la decepción del fiasco -casi siempre con elementos contundentes de enfado- cuando se va fuera como huésped. No hay, por ahora, un término medio. No existe la velocidad de crucero en el ritmo y el diapasón del juego del Real Zaragoza de Milla. Se trata de un equipo voluble, inconstante, de difícil diagnóstico y evaluación global por su inestabilidad permanente. 


El choque ante el Córdoba, ateniéndose a los precedentes (único asidero real al que cabe agarrarse ante un equipo tan nuevo y revolucionado como el de este año), lleva para el Real Zaragoza el sello de calidad de un balneario. Al menos, eso es lo que toca para no romper la serie, sobre todo porque sería una ruptura por el peor de los lados, el de las victorias como anfitrión. Toca balneario. Toca disfrute. Toca alegría. Toca ganar.


Lo contrario, traer al dentista a La Romareda, no sería de buen gusto para los pacientes zaragocistas, o sea, la sufrida afición. Y decantaría negativamente la tendencia del péndulo hacia lo desagradable, eso de lo que se quiere huir hace días. Los chicos de Milla necesitan ante el enrachado Córdoba (viene a La Romareda como 2º clasificado) una tarde-noche de aguas cálidas, de chorros cervicales, de jacuzzis salados y de saunas finlandesas. Algo parecido a lo que se hicieron acreedores ante el UCAM, el Huesca y el Alcorcón. Tras dos citas en el odontólogo en Tarragona y Soria, seguidas por mor del calendario, las bocas del zaragocismo no están para más endodoncias, empastes o extracciones. En La Romareda solo hay preparados gorros, toallas y chanclas. No hay una sola dosis de anestesia. Así que mejor ir en la buena dirección.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión