El problema de que Cani y Zapater sean los mejores

Los dos veteranos aragoneses han de ser los estandartes anímicos de la plantilla, pero la solvencia del equipo deberá sostenerse en varias piezas diferentes, al margen de ellos.

Zapater y Cani, en dos lances del juego durante el partido ante el Nástic de este sábado.
Zapater y Cani, en dos lances del juego durante el partido ante el Nástic de este sábado.
Lluis Milián

Cani y Zapater, Zapater y Cani, fueron las dos piezas más determinantes en los buenos minutos de juego del Real Zaragoza en su primer test importante este sábado en Tarragona. Los dos veteranos aragoneses, recuperados para la causa zaragocista en este verano tan especial dentro de la SAD, dejaron una esperanzadora actuación individual y, por derivación, mostraron señales inequívocas de que su aportación al mecanismo de juego colectivo del nuevo equipo que manejará Luis Milla -otro aragonés- desde el banquillo puede ser de alto rango durante la próxima temporada.


Por acción, lo visto en el Nou Estadi de la capital tarraconense, donde ambos formaron parte del once inicial, fue ilusionante respecto del centrocamista ejeano y del mediapunta de La Paz. Pero, por omisión, lo que sucedió cuando ellos se marcharon del campo, pone de manifiesto que el bloque está aún muy difuso, que Milla necesita de inmediato de más socios alrededor de los dos emblemas que el zaragocismo ha recuperado como sostén del orgullo y la implicación de un vestuario que el curso pasado murió en la más irresponsable desidia. Sin Cani y Zapater, el resto del orfeón desafinó ante el Nástic.


Cani dejó sus clásicos golpes de magia en la salida del balón. Media docena de controles orientados, de pases a la primera, de aperturas medidas a la banda, de intentos de combinación profunda por el interior, entre los centrales granas. Regaló con altruismo un gol hecho a Xumetra, que el gerundense marró lamentablemente a bocajarro, cuando el propio Cani podría haber resuelto tras una gran pared -también marca de la casa- con Ángel. Cani hizo cosas, en breves pinceladas, que en el Real Zaragoza no se han visto en la última década jamás. Forma parte de su repertorio, de su modo de ser como futbolista. Es decir, seguirán surgiendo de sus botas y de su cerebro por generación espontánea cada fin de semana mientras esté en el campo. Pura idiosincrasia


Zapater, que actúa claramente sobreexcitado (él lo sabe y admite) por ver que ha sido capaz de renacer para el fútbol de élite tras un abismo de lesiones que lo abocaron al descarrilamiento en Moscú, es una cinta sin fin de movimientos, de basculaciones, de acudir en busca de la salida de la pelota desde atrás, de apoyos al que lleva el balón entre líneas. Un jugador con enorme presencia sobre el campo, que cubre muchos huecos (demasiados en estos momentos, debe dosificar su afán por estar en todos los sitios, cosa que acaba siendo imposible y deriva en errores serios).


Cuando la pelota estuvo en los pies de Cani y/o Zapater, siempre pasó algo. Hubo toques rápidos, series de pases con sentido, triangulaciones de avance real hacia el campo contrario. Nunca dan puntada sin hilo. Son trascendentes.


Pero este modus operandi, por contraposición, denunció que faltan engarces y aleaciones con otros jugadores del equipo, que deberán ser incluso más decisivos en el día a día que Cani y Zapater. Los veteranos no pueden ser los mejores cada jornada. Si eso es así, algo estará haciendo mal el Real Zaragoza. Ellos son las guindas, los remates dorados de un equipo que tiene que estar dotado de varios futbolistas más de poso y capacidad resolutiva. Y, además, por sí solos. Sin que Cani y Zapater estén en el campo, junto a ellos. El armazón, el esqueleto de hombres clave del nuevo Real Zaragoza, necesita que más de media docena de piezas entre el resto del plantel asuman su rol de actores principales. En el largometraje de la liga 2016-17, Cani y Zapater son los que van precedidos en los créditos del 'co-starring', del epígrafe 'con la participación especial'. Pero las estrellas del film, los primeros espadas, han de ser otros: uno o dos goleadores, los pasadores y anotadores de segunda línea, algún interior, un par de defensores y hasta el portero.


Esta es la lectura primera de lo visto en la interesante primera mitad de Tarragona. Bien por Cani y Zapater, bien por su papel asumido y por lo que dejan entrever. Pero preocupación por el resto de las cosas. Dos treintañeros, llenos de kilómetros en su motor y con la necesidad de dosificar y revisar su mecánica con mimo durante los 10 meses de competición, no pueden ser los depositarios máximos del éxito de este equipo. Valerón y Nauzet Alemán -sus alter ego en los años pasados en Las Palmas- no lo fueron nunca en el club canario cuando los respescó con la misma intención emblemática que ostentan Cani y Zapater en el Zaragoza de ahora. Darse una vuelta por el guión al que respondieron los dos abanderados del cuadro amarillo en el ascenso a Primera puede dar la verdadera dimensión a las cosas si se saben observar e interpretar bien a modo de ejemplo a imitar. Aquí hará falta gente alrededor que ejerza de aquel Araujo goleador, de aquel emergente Roque Mesa... 


"Que la gente no espere que Cani y Zapater marquen 15 goles cada uno", advirtió Milla en su balance de la estancia en Boltaña hace una semana. El técnico de Teruel sabe lo que está advirtiendo.

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