Examen final, previo a la reválida y la selectividad

El Real Zaragoza ha de ganar al Llagostera para certificar su 4º puesto en la promoción. Solo así podrá dar paso a las dos eliminatorias decisivas que llevan al ascenso

Dorca, Jaime, Isaac y Lanzarote, en los momentos previos a la salida del autocar del Real Zaragoza rumbo a Palamós.
Dorca, Jaime, Isaac y Lanzarote, en los momentos previos a la salida del autocar del Real Zaragoza rumbo a Palamós.
Aránzazu Navarro

La liga se acaba hoy en Segunda. Para el Real Zaragoza, lo hace en Palamós, una pequeña localidad costera de Gerona de 17.000 habitantes donde juega como local el Llagostera, el equipo del pueblo más pequeño que ha militado en el fútbol profesional español en muchas décadas (8.000 almas viven en este núcleo del interior). Es la jornada 42ª, la culminación a nueve largos y duros meses de torneo en los que el equipo zaragocista no ha podido llegar con aspiraciones de ascenso directo a Primera División, su reto societario mayor. Su ansia, en la antesala de este histórico y atípico duelo en la Costa Brava, es consolidar su plaza en la fase de promoción y, a través de esa postrera gatera que otorga el tercer pasaporte a la élite, retornar con los mejores después de tres años de calvario en Segunda.


El Zaragoza llega 4º clasificado a Palamós y de ahí no puede pasar en el ranquin. Su misión frente al Llagostera es no perder, bajo ningún concepto, ese escalón al que también aspiran el Córdoba, el Girona, el Osasuna y el Alcorcón. Obviamente, la victoria es la única garantía firme de que los de Carreras han obrado su objetivo. Si solo pudieran lograr el empate, sería un mal menor. Ese punto serviría para jugar la promoción, es suficiente también para ser uno de los cuatro participantes en los 'play off'. Pero difícilmente permitiría hacerlo como 4º. Lo más probable es que el Zaragoza entrase como 6º. Sin el factor campo (la vuelta en casa) en ninguno de los dos cruces de 'play off' y, sobre todo, sin contar con el valor de prevalencia de la clasificación en caso de empate en cualquier eliminatoria. En la promoción no hay penaltis para decidir el ganador si, tras la prórroga, la pugna está igualada. Manda la tabla final de la jornada 42ª. Por eso es tan importante portar la mejor ubicación en el visado.


La derrota zaragocista, que pocos contemplan como posible pero que podría ser un hecho en una noche de catástrofe, supondría prácticamente el adiós a cualquier opción de postular por volver a Primera. El Zaragoza se caería de los seis primeros lugares salvo cataclismo de los cuatro rivales directos que vienen por detrás. 


Es, por lo tanto, un partido frontera. Un paso decisivo que obliga a bordarlo a los de Carreras. En Palamós, ante un Llagostera que ya es equipo de Segunda B (descendió matemáticamente la semana pasada en Leganés), el Real Zaragoza no está autorizado para cometer pifias del tenor de lo que ocurrió en Ponferrada, Soria, Huesca o en casa ante el Nástic de Tarragona. Ganar es ganar. Sin subterfugios ni excusas. En frente, además, hay un adversario abatido, sin horizonte en la categoría, sin futuro inmediato por el que pelear en los 90 minutos de hoy. A priori, no se puede pedir un escenario más propicio. En las gradas, la singularidad del Llagostera, realquilado en Palamós, sin una masa social ni una tradición ancestral detrás, apenas lleva público a un campo reducido de butacas (4.800). Tampoco habrá presión externa para los zaragocistas. El envoltorio se va a aproximar más a un perfil de categoría Regional, de Tercera División, que de estadio con enjundia y hechuras de Primera División. Es más, si desde Aragón llegan alrededor de 500 o 600 seguidores para apoyar al Zaragoza, es probable que puedan ser mayoría.


Carreras podrá alinear un once de garantías. De los habitualmente titulares, solo Hinestroza se ha quedado en casa por diversos problemas, algunos físicos. Es otra prueba de fuego para los Manu Herrera, Isaac, Guitián, Cabrera, Rico, Morán, Ros, Dorca, Lanzarote, Pedro... habrá que ver si Diamanka sigue en el equipo titular, si el punta es Ángel o Dongou. Lo habitual últimamente.


En frente, el Llagostera opondrá un animoso equipo que se dice adiós a sí mismo. Se van de dos años de ensueño para una pequeña villa del tamaño de Tauste y más pequeña que Calatayud, que Ejea, que Tarazona, que Utebo, que Cuarte... que ha peleado con casta en el fútbol profesional y ha puesto en el mapa a su gente. La mayor parte de sus jugadores juegan hoy su último partido juntos. La desbandada va a ser general en Segunda B. Junto a los ex zaragocistas Edu Oriol y Chus Herrero, dos de los defensas titulares, el bloque de Oriol Alsina, su entrenador (marido de la presidente, Isabel Tarragó), reúne al portero René, a Pitu, a Tito, a Juanjo, a Querol, a Ríos, a De los Reyes, a Escassi... un grupo de futbolistas que, en condiciones normales, deberían ser superados por el necesitado y presionado Real Zaragoza. Pero esto es fútbol... y las cuentas no responden a ninguna ciencia exacta. Por eso Carreras no para de advertir de sus miedos y pide cuidado y máxima atención. Nadie se fia de un Zaragoza demasiado justo todo el año.


Este es el examen final del curso para el equipo que dirige Carreras desde Navidad. En caso de suspenso, el Real Zaragoza deberá repetir curso por cuarto año consecutivo. Si la nota que saque en Palamós le da para aprobar, de él saldrá una calificación con la que el cuadro zaragocista acudirá a la reválida, siguiente prueba en forma de primera eliminatoria de promoción que tendría lugar a mitad de semana, en el partido de ida, y el próximo fin de semana, en la vuelta. La evaluación aquí será similar a la descrita. Si se aprobase esta reválida, aún quedaría una tercera y definitiva convocatoria para subir a Primera: la selectividad, un test de la máxima exigencia: el cruce final de la promoción, el 'play off' a cara o cruz con otro adversario de la cabeza de la liga.


Para llegar a este tercer examen hay que circular con buen paso por el primero y por el segundo. Paso a paso. Hoy, en la Costa Brava, solo se trata de dar el primero. Sobre todo de no fallar. ¡Ah!, el árbitro es el salmantino Valdés Aller. Debería ser una figura anexa en el examen. Un vigilante de pupitres, un controlador imparcial que no modifica los resultados finales con alguna de sus decisiones. En este caso, simplemente a esto aspira el Real Zaragoza después de los agravios vividos recientemente en otros partidos por la figura arbitral.

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