El último partido en casa, en alerta

La crisis de resultados del Real Zaragoza ante el Huesca, Nástic, Numancia y Ponferradina mete la despedida de la liga en La Romareda bajo la lupa de las dudas

Parte de la afición zaragocista que se desplazó el jueves a Huesca, en las gradas de El Alcoraz.
Parte de la afición zaragocista que se desplazó el jueves a Huesca, en las gradas de El Alcoraz.
Rafael Gobantes

La liga regular concluye este domingo en La Romareda. Faltará un partido, el último en Palamós ante el Llagostera. Pero el duelo ante el Oviedo, de la 41ª y penúltima jornada del torneo, despide la temporada del Real Zaragoza como local. Y el adiós al largo campeonato de Segunda División no va a ser como se esperaba hace apenas un mes.


Se llegó a estimar, antes de acometer las últimas cinco jornadas en este mes de mayo, que este partido podría significar el del ascenso directo del Zaragoza a Primera. Se soñó con una tarde histórica ante los ovetenses. Sin embargo, el devenir de los resultados obtenidos por los hombres de Carreras en este último tramo han llevado el epílogo liguero en el estadio municipal a un estado de alerta entre la afición y el equipo, a una situación de dudas, nervios y desconfianzas por el deterioro del juego zaragocista que ha desembocado en un déficit tremendo de puntos en relación a lo que se previó tras ganar 3-1 al Alcorcón el último domingo de abril y mirar entonces el calendario que quedaba por delante.


Ganar al Oviedo no va a ser más allá de una obligación para llegar con opciones de meterse en la promoción si se repite triunfo seis días más tarde en Palamós. El partido, por lo tanto, sufre una devaluación irremediable por culpa de los fiascos cosechados en Ponferrada (1-1), Soria (2-2), en casa ante el Nástic de Tarragona (0-1) y, en las últimas horas, en Huesca (1-1). En plena crecida moral, después de haber enlazado tres victorias contra el Mallorca (2-1), Valladolid (1-2) y la citada ante el Alcorcón (3-1), el zaragocismo, dentro y fuera del campo, se imaginó un panorama mucho más idílico del que se encuentra en el adiós a la liga en campo propio.


Esos nueve puntos que se han quedado por el camino en este terrible mayo (solo luce la victoria por 2-0 ante el colista, el Bilbao Athletic) han hecho descarrilar al Real Zaragoza de su objetivo mayor, el ascenso directo. Eso ya no es posible. Y, dada la gravedad del frenazo en la solvencia de los de Carreras en este tiempo decisivo, el equipo corre el serio riesgo de quedarse fuera incluso de la promoción, lo que sería un grave quebranto a las expectativas de la SAD. En ningún cálculo apriorístico, ni en el más conservador o pesimista, entraba la actual realidad: los zaragocistas han dejado de sumar nueve puntos que, en su mayor parte, deberían estar en el haber de su balance actualmente


Con todos ellos adicionados, en caso de haber obrado la perfección, el Zaragoza sería hoy segundo clasificado con 70. Si hubiera perdido dos (a través de un empate), sería igualmente segundo, con 68, igualado con el Leganés, al que supera en el 'golaverage'. Ganando específicamente el choque ante el Nástic (eso supondría que el Zaragoza tendría tres puntos más y el cuadro tarraconense tres menos), podría haber perdido hasta cinco puntos en el resto de choques para ser hoy en día tercero en la tabla. Es tremendo observar cómo, con ocho puntos perdidos -solo uno menos de esta exagerada cifra de nueve sobre 15-, el Real Zaragoza sería ahora mismo cuarto en la clasificación.


La lupa está puesta sobre el equipo y el entrenador. De la fiesta grande que se preveía para este día ante el Oviedo se ha pasado a un estado de temor y sospecha por el bajonazo en el rendimiento y la aplicación del Real Zaragoza en los partidos decisivos del curso, los del último mes. Este sentimiento es inevitable, mucho más por la cercanía en el tiempo del chasco del jueves por la noche en Huesca, cuya segunda mitad ha abierto heridas de credibilidad dentro de la afición.


Carreras y la plantilla, por propios deméritos, han añadido a su labor frente al Oviedo una carga de plomo en su responsabilidad, un extra al que tendrán que saber responder. A su obligación de triunfo, imperioso mandamiento, han de sumar la tarea de convencer a su hinchada de que aún es posible reconducir su deteriorado estado de solvencia de cara al público. Los números siguen sujetando enhiestas las opciones zaragocistas de jugar la promoción, aunque sea en la última plaza, la sexta (si fuese así, se repetiría la situación del año pasado). Parten hacia las dos últimas jornadas precisamente en ese sexto puesto, con 61 puntos. Si ganan los dos partidos que restan, al Oviedo y en el campo del Llagostera, de ahí no pueden caerse. Sería una entrada a los 'play off' poco brillante, impensada hace nada. Pero sería. Y en esos momentos, dentro de solo siete días, es lo que contaría. La alternativa es nefasta. Quedarse fuera de los seis primeros, algo que ocurrirá si vuelve a surgir otro tropiezo, tendría una mala digestión dentro y fuera del campo.


Por eso, el partido del adiós a la liga 2015-16 en La Romareda, este Real Zaragoza-Real Oviedo de la máxima trascendencia para los dos contendientes, se va a dirimir en estado de alerta máxima entre el zaragocismo. Carreras, los jugadores, han de ser conscientes de ello. La fe en ellos ha perdido adeptos a la fuerza en las últimas fechas. En el fútbol, los resultados y las conductas durante el juego no admiten interpretaciones anexas cuando son tan evidentes y rotundas. La afición, en su fuero interno, aún sueña con que el Real Zaragoza sea el agraciado, a mediados de junio, en la lotería de la promoción con la obtención de la tercera plaza de ascenso a Primera. Pero necesita ver una luz desde el terreno de juego y desde el banquillo. Una luz que la guíe. Una luz que viene parpadeando desde el 1 de mayo en Ponferrada y que, en Huesca, se apagó en mitad del bosque.


Este es el envoltorio del partido del domingo. El que han construido Carreras y su plantilla con sus resultados recientes. De ahí solo pueden salir ellos, a base de un triunfo frente al Oviedo y de muestras de interés, coraje y calidad ante lo que puede quedar por delante si se logra esta victoria. Un adiós a la liga regular que, como se ve, se presenta bien alejado a lo que se proyectó hace solo 15 días dentro del club.


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