El gol que el árbitro no vio

La posición de los pies y el cuerpo del portero de la Ponferradina y el gesto que hace con el brazo hacia atrás denuncian que saca el balón de dentro

Captura del vídeo del partido Ponferradina-Real Zaragoza en el momento en el que Santamaría saca la pelota tras la falta lanzada por Ortí.
Captura del vídeo del partido Ponferradina-Real Zaragoza en el momento en el que Santamaría saca la pelota tras la falta lanzada por Ortí.
Imágenes de Movistar +

Pese a que no hay una imagen lateral rotunda, las que se han extraído de la transmisión del partido por televisión y las aportadas por algunos aficionados zaragocistas que estuvieron en las gradas de El Toralín (grabadas con los teléfonos móviles en directo) parecen dejar en evidencia que la falta que lanzó Ortí en el minuto 79 entró y, por lo tanto, ese gol fantasma que no subió al marcador, debió ser dado como válido por el árbitro alicantino Ais Reig y su linier correspondiente.


La posición corporal de Santamaría, el portero de la Ponferradina, debería haber sido la clave para que el colegiado dedujera que las protestas al unísono de los zaragocistas, reclamando gol en la acción, significaban con bastante seguridad que el lanzamiento de Ortí había rebasado la línea. Los árbitros no atendieron, primero, a lo mollar de la jugada: el asistente no alcanzó la perspectiva necesaria para discernir desde el córner si un balón entra o no totalmente (es algo, no obstante, muy difícil de apreciar). Y, después, tampoco interpretaron bien los indicios del caso: esa maniobra con el cuerpo hacia sus espaldas que denuncia a Santamaría y, simultáneamente, la reclamación conjunta de todos los zaragocistas, con ese resorte natural que en el mundo del fútbol suele ser la naturalidad en una protesta o petición, un acto reflejo provocado por una evidencia.


El guardameta se impulsa con los dos pies hacia atrás al llegar la pelota. Los pies están a unos 30 centímetros de la raya de meta. Sus piernas se vuelcan totalmente hacia su dorso de manera que, cuando logra contactar con la mano derecha abierta con el balón, su cadera derecha está ya en la vertical de la línea de gol, incluso algo dentro. Y, por fin, para poder alcanzar el remate de Ortí, Santamaría necesita echar el brazo diestro atrás del todo para sacarlo, de un solo golpe de palanca, hacia delante cuando contacta con la pelota. La conclusión sale sola. 


Era el minuto 79. El Real Zaragoza perdía 1-0. Hasta dos minutos después, Ángel no empataría. Hacía cinco minutos que el propio portero Santamaría había arrollado a Dongou en el área, en un mano a mano en el que el zaragocista había llegado antes al balón y lo iba a rebasar para quedarse con la portería vacía. Ais Reig no pitó penalti que, de haberlo hecho, como todo el mundo en El Toralín tenía asumido que así iba a ser, habría significado la tarjeta roja para el portero local.


Hubo dos penaltis más, otro a Dongou y un tercero a Isaac. Y el colegiado del Comité Valenciano perdonó la roja al ariete local, Berrocal, mediada la segunda parte ya que, con una tarjeta amarilla ya vista, llevó a cabo un agarrón a la altura del cuello a un jugador zaragocista sin opciones de jugar el balón. Tendría que haber sido la segunda.

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