Una gran defensa disimula las taras ante el gol

El Zaragoza suma 4 de los últimos 6 puntos sin que sus jugadores hayan anotado un solo tanto gracias a su sobresaliente eficacia en la zaga

Manu Herrera, el portero del Real Zaragoza, celebra eufóricamente el gol del triunfo logrado ante el Albacete este sábado en La Romareda en el minuto 93.
Manu Herrera, el portero del Real Zaragoza, celebra eufóricamente el gol del triunfo logrado ante el Albacete este sábado en La Romareda en el minuto 93.
Oliver Duch

Los jugadores del Real Zaragoza no han logrado marcar un solo gol en los dos últimos partidos en las porterías contrarias. A simple vista, parece el encabezamiento de una información negativa. El indicio de algo nocivo para el equipo de Carreras. No ver puerta en 180 minutos suele suponer para cualquier equipo, en el 90 por ciento de las ocasiones, sendas derrotas consecutivas. Pero, nada de esto es así en este curioso caso.


La fortaleza defensiva que el bloque zaragocista ha adquirido en el último mes y medio de competición, diluye cualquier derivación tóxica de esa puntual falta de gol ante el Alavés y el Albacete, rivales ante los que los chicos de Carreras han sumado cuatro de los seis puntos en disputa. El primero vino tras un sufrido 0-0 en Vitoria ante el Alavés, combatido en inferioridad numérica durante más de la mitad del choque. Los otros tres han caído en las alforjas blanquillas este fin de semana con el peleado y afortunado triunfo por 1-0 ante el Albacete, logrado en el minuto 93, in extremis... con un gol en propia puerta de un defensor rival, Pulido. 


Se trata de un ejercicio de máxima rentabilidad en medio de un escaso índice de eficacia ofensiva en dos partidos concretos. Un paradigma de lo que es el Real Zaragoza actual, el de la buena racha, el que ha recuperado el espíritu del retorno a Primera cuando todo parecía perdido el 1 de febrero al regreso de Almería, donde el equipo cayó a la 12ª posición en la clasificación, a seis puntos de la promoción y a doce del ascenso directo. Este grupo de jugadores, ahora mismo, es capaz de sumar cuatro puntos de seis sin marcar un solo gol en las metas rivales. No hay mucho más que explicar. Es pura convicción, el la aparición de esa suerte de los campeones, del buen fario de los grandes en días obtusos.


Es, en términos técnicos, el fruto de la seguridad defensiva, de ese botín táctico tan perseguido por muchos entrenadores que consiste en guardar tu portería imbatida. Con el cero en tu marco, el empate, como mínimo, está asegurado, dice el adagio. Es infalible. Se dio en Mendizorroza. Y la tesis se completa con que, con tu portería inmaculada en un partido, en cualquier golpe de fortuna, en la más mínima acción de acierto ante los porteros adversarios en una mala tarde, los tres puntos caen del lado de quien ha sido infranqueable atrás. Así sucedió frente al Albacete.


Este doble episodio de paseo sobre el alambre -sin red- que ha protagonizado el Real Zaragoza en las dos últimas jornadas es conveniente que no se repita muchas veces más. A ser posible, que no se tiente más a la diosa Fortuna de este modo. No siempre sale cara en la moneda. En el anterior capítulo a estos dos partidos de ceguera anotadora, el día del Lugo, los de Carreras ya jugaron con fuego peligrosamente al llegar al minuto 83 perdiendo 0-1. Los tres goles -buena cosecha en esta parca Segunda División española en rentabilidad anotadora- llegaron al final. Ángel, Lanzarote y Dongou afinaron la escopeta justo a tiempo, pero cuando ya apenas quedaba margen de maniobra.


Son, los últimos tres partidos, por lo tanto, muestras evidentes de que la dinámica del Real Zaragoza ha cambiado radicalmente para bien. Que ahora, a poco que se hagan las cosas con sentido común y cabeza, surten el efecto buscado. Que al equipo de Carreras no le hace falta más que seriedad defensiva y un poco de tino arriba para sumar y sumar puntos. Pero un equipo que quiere subir a Primera División y que viene desde muy atrás, obligado a una remontada histórica en la categoría para alcanzar su objetivo en el último trimestre del torneo, ha de retocar urgentemente su proceso y su mecánica goleadora. Los goles han llegado con cuentagotas y, además, sobre la bocina, de manera agonística. De no mejorar este crucial aspecto del juego, estas alegrías de las últimas semanas pueden quedar en pan para hoy y hambre para mañana.


En cinco de los seis choques invictos, los zaragocistas han manifiestado problemas para romper los partidos. Cuesta una eternidad, en líneas generales, atar los marcadores. Al Leganés se le ganó 1-0, marcando en el último cuarto de hora. En Pamplona, se sumó un punto con un corto 1-1. Un tanto aislado, sin gozar de más de tres o cuatro opciones claras ante la meta navarra. En Vitoria, el consabido 0-0. El pasado sábado, el aún caliente 1-0 ante el Albacete con ese autogol en el minuto 93. Hace 15 días, aquel súbito ramalazo de los últimos siete minutos ante el Lugo cuando el 0-1 adverso anunciaba catástrofe a la vista. Solo en Córdoba, donde se marcó enseguida y se cerró el marcador con el 0-2 al inicio de la segunda mitad, se llevó un partido cómodo, controlado, razonable para un equipo con poso y mando en la categoría. Tal vez sea el ejemplo a estudiar y a intentar seguir en lo sucesivo. La histeria y el nerviosismo de los demás días de recientes éxitos es imposible de mantener hasta la jornada 42ª siempre con final feliz.


Entre la euforia y el dulce paladar de los triunfos, los puntos a capazos, la espectacular escalada en la clasificación, la satisfacción de ver que los nuevos refuerzos rinden como se deseaba, que Carreras ha logrado superar su mal inicio al frente del equipo y ya tiene a la plantilla convencida de sus pautas tácticas... también hay que dedicarle algún minuto al contrapunto, a la autocrítica, a escuchar al abogado del diablo. En las circunstancias que concurren en el Real Zaragoza de mitad de marzo, tan bueno es gozar con lo que está ocurriendo, ilusionarse con lo que puede venir, como necesario mantener los pies en el suelo para no bajar la guardia ni el diapasón en la incesante carrera contrarreloj que va a significar, si se logra, el ascenso a Primera División en junio.

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