Mendizorroza, parte de la historia feliz del Zaragoza

En junio de 1956, el equipo aragonés logró en el estadio donde juega este domingo el cuarto ascenso a Primera de su historia

Una de las páginas de Heraldo de Aragón en las que se informó del ascenso del Real Zaragoza a Primera tras ganar en Vitoria al Alavés en junio de 1956.
Una de las páginas de Heraldo de Aragón en las que se informó del ascenso del Real Zaragoza a Primera tras ganar en Vitoria al Alavés en junio de 1956.
HERALDO DE ARAGÓN. DOCUMENTACIÓN

El campo de Mendizorroza, donde el Real Zaragoza se juega el domingo (si la nieve lo permite) tres puntos vitales ante el Alavés en su intento de retornar a Primera División, tiene fama de duro, áspero y complicado de conquistar por parte zaragocista. Acudir a Vitoria siempre, en todas las épocas y categorías, ha sido un hueso duro de roer para el primer equipo aragonés. El carácter tradicionalmente aguerrido de los vitorianos, la idiosincrasia de un público siempre muy volcado y animoso con su 'Glorioso' y los aspectos puramente casuales, han hecho del viaje a la capital alavesa una visita poco rentable para los diferentes Zaragozas de la historia. Esta vez, en 2016, no va a ser distinto en cuanto a las dificultades que va a plantear el duelo.


Sin embargo, este mismo coliseo, inaugurado en 1927 y que no ha cambiado nunca de ubicación, guarda en sus entrañas una de las fechas felices del zaragocismo. En ese mismo lugar, el 29 de junio de 1956, el Real Zaragoza logró su cuarto ascenso a Primera División ganando 1-2 al Deportivo Alavés en el partido definitivo de la temporada. Aquel Zaragoza de los Mundo, Camolo, Torres, Lasheras, Baila, Parés, Villegas, Villarrubia, Estiragués, Alustiza, Bernad o Chaves, entre otros, jugaba la liguilla de promoción como 3º del grupo norte de Segunda. El Álavés, lo hacía como antepenúltimo de Primera División. Los aragoneses acudieron a Mendizorroza sabiendo que una victoria los aupaba a la máxima categoría, junto al España Industrial, y los hacía inalcanzables para el Oviedo. Dos goles de Parés, en un césped regado a posta en plena canícula por los locales, pusieron el objetivo a mano, aunque los blanquillos tendrían que padecer la presión del público vitoriano durante muchos minutos por culpa del gol local que acortó distancias. Aquel episodio de Vitoria fue vivido in situ por más de 500 zaragocistas que viajaron en los trenes de la época y, en algún caso más privilegiado, en vehículos particulares por unas carreteras que hacían de este -hoy cercano y cómodo- viaje, una aventura de más de seis horas.


Mendizorroza es, desde entonces, hace ya casi 60 años, un hito dorado en la historia del Real Zaragoza. Ese lugar de Vitoria fue, para aquella generación de zaragocistas que vivió el ascenso en su hierba y en sus vetustos graderios con columnas, un sitio mítico. El estadio vitoriano, con 91 años de vida, es el tercero más antiguo del fútbol español entre los que jamás han cambiado su ubicación, solo superado por El Molinón de Gijón y Mestalla de Valencia. Allí, esta vez, el Real Zaragoza no puede ascender. Porque en marzo jamás se ha ascendido. Pero sí está en disposición de dar un paso decisivo para entrar de lleno en la lucha por lograrlo de aquí a junio. Ese junio en el que, en 1956, se volvió de Vitoria con el pasaporte de Primera en el bolsillo.


Años después, ya con el fútbol metido en la senda de la modernidad, el Alavés sería de nuevo testigo de un nuevo ascenso del Real Zaragoza a Primera. Pero ese dulce momento, el 23 de abril de 1978 (un histórico día de San Jorge en plena Transición política en la España posfranquista), ocurrió en La Romareda, con cuatro jornadas de liga regular de antelación, venciendo 1-0 a los albiazules con un gol del mito Arrúa. Hilvanes de la historia que difuminan la imagen de rival antipático que presenta siempre el Alavés por las dificultades que siempre ha generado al Zaragoza. No siempre ha sido así.

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