Un punto entre la mediocridad

El equipo de Popovic sigue invicto fuera de casa tras empatar 0-0 en Gerona en un partido sin fútbol ni plasticidad.

Bono atrapa el balón ante Kiko Olivas, jugador del Girona, en el partido disputado ayer en Montilivi.
Un punto entre la mediocridad
Diari de Girona

Parece mentira que estos dos equipos, Girona y Real Zaragoza, protagonizasen hace tan solo cuatro meses una de las más apasionantes eliminatorias de promoción de ascenso a Primera División de la historia. Ayer, unos y otros, insultaron el buen nombre del fútbol como espectáculo y abollaron aquella imagen que todos, gerundenses y aragoneses, tenían guardada de lo ocurrido en el doble enfrentamiento de junio, con el premio de aspirar a jugar en la élite en juego.


Fue, el de anoche, el peor partido que cualquier espectador pueda llevarse a los ojos. Sin orden ni concierto. Sin destreza en uno solo de los protagonistas sobre el césped. Sin rasmia para salir del atolladero por parte de ninguno de los dos contrincantes. Sin plasticidad en ninguna acción combinativa. Nada de nada.


De principio a fin, Montilivi se convirtió en un concurso de tercer nivel de pelotazos al aire, de despejes ‘al gorrazo’, de cabezazos sin norte, de pases al contrario sin ton ni son, de controles de pelota propios de la categoría regional más baja. Todo esto, sin parar un solo instante. Por un lado los locales, por otro los visitantes y vuelta a replicar.


El 0-0 final es, esta vez, el más claro reflejo de la incapacidad y la insolvencia demostrada sobre un terreno de juego por dos equipos atrancados en grado extremo. Por dos grupos de futbolistas de Segunda División que ayer quedaron desnudos de argumentos para justificar mínimamente la imagen que dejaron a toda la audiencia.


En cuestión de baremos, de balances y conclusiones, el mejor parado fue el Real Zaragoza. Por aquello de que, en la ley del fútbol, el que empata fuera de casa tiene siempre la sensación de haber obtenido un resultado positivo. También porque, del escaso bagaje de oportunidades ante las porterías, fue el Girona el que más se acercó al gol en un par de balones con cierto veneno. El Zaragoza, por el contrario, fue prácticamente un arma roma, sin punta ni filo, durante toda la fría noche de fiestas de San Narciso en la capital gerundense.


El equipo de Popovic, además, consiguió salir indemne de un lamentable partido. Y, a través de esta igualada a nada, continúa invicto a domicilio. De este modo, sigue acumulando datos y signos que, al menos, ayudan a mantener vivo el optimismo de cara al supremo objetivo final, allá por junio, del retorno a Primera.


Item más, por supuesto, el 0-0 supone que la portería blanquilla, un día más, quedó inmaculada. Una aspiración global del área deportiva en la construcción de este plantel durante el verano y que, en este mes de octubre que ya concluye, se ha visto satisfecha de largo.


Dos ocasiones caben contabilizar en el haber del ataque zaragocista en la primera mitad. Simplemente dos llegadas tímidas, esporádicas, mal rematadas y, por ello, de esas que no dejan poso de haber perdido la opción de ganar los 3 puntos. Una, un cabezazo de Ortuño tras un centro largo de Isaac que paró Becerra sin despeinarse en los primeros minutos del choque. La otra, quizá la mejor, una penetración de Rico hasta la línea de fondo en velocidad que, en última instancia, no supo consumar con el pase de la muerte en condiciones a Ortuño y Díaz, que lo esperaban ávidos.


Si este fue el recortadísimo ajuar ofensivo de los zaragocistas antes del descanso, en la segunda parte aún fue peor. No hubo reacción y tan solo se amagó el gol en un extraño remate de Diamanka, en otro centro de Isaac al primer palo, que Becerra echó a córner con apuros junto al poste. Quedaba más de media hora en ese momento. Nada más se supo del Zaragoza en el área catalana.


Atrás, Bono tuvo que atrapar con apuros cuatro o cinco disparos con intención de Pons, Borja García, Alcaraz... y tuvo acierto y suerte en una melé tras una falta en el minuto 12 que, entre el portero marroquí, Cabrera, Vallejo y los propios delanteros locales, evitaron bajo palos que la pelota entrase al más puro estilo del patio de colegio.


Según fueron pasando los minutos, en la recta final del choque, ambos equipos comenzaron a tener pavor a perder. Se sabían catastróficos en su propuesta futbolística. Eran conscientes de la impotencia manifiesta que tenían anoche para poder remontar un gol de contrincante. Así que, punterazo va punterazo viene, los atribulados muchachos del Girona y los alborotados pupilos de Popovic empezaron a arriegar cada vez menos. Abundaron entonces las faltas duras, las tarjetas, las protestas, los fingimientos incluso de contactos que no eran.


En ese batiburrillo de juego ‘a mateur’, el Zaragoza salió perdiendo. Los catalanes, gracias a la entrada final de Granell y Eloi Amagat, dos titulares a los que ayer Machín dejó en el banquillo para sorpresa de propios y extraños, dieron algo de imaginación postrera a los del Girona y el cuadro zaragocista sufrió.


A falta de un cuarto de hora, hubo un posible penalti de Wilk a Mata en una penetración del ariete local. Por suerte, Trujillo no quiso mojarse entre tanto despropósito y se tragó el pito. En esa acción, por cierto, cayó lesionado el polaco y tuvo que ser sustituido poco después de haber salido al campo por un desaparecido Diamanka.


Y, a falta de solo 4 minutos, Bono salvó el puntito con una buena parada en un cabezazo de Alcalá tras una falta lateral botada por Eloi. Del mal, el menos. Nadie, realmente, había hecho los suficientes méritos como para salir victorioso de un partido tan mediocre y grumoso.


Dejando aparte cualquier análisis del Girona, cuya devaluación respecto del bloque que sumó 82 puntos el año pasado no viene aquí al caso, el desarrollo del juego del Real Zaragoza abre las puertas a diversos escrutinios dignos de ser profundizados con el buen medio ambiente que propicia hacerlo desde los triunfos o, como ayer, de haber puntuado en circunstancias de mínimos.


En Montilivi se descubrió que el sistema 4-1-4-1 tampoco es la panacea. Que el trivote Morán-Dorca-Diamanka, en su versión mala, es un motor gripado. Que ninguno de los tres es capaz de tomar las riendas en los días de obturación general. Que hay muy poco fútbol creativo en sus botas.


También se vio que arriba, Hinestroza y Díaz no dan la media del aprobado. Y que Ortuño, si está solo, es un náufrago total. Incluso con Ángel al lado. El Real Zaragoza sigue con cal y arena mezcladas en su equipaje. Pero lo hace en la cabeza de la tabla. Y eso alivia días como el de ayer.


Ficha técnica


Girona: Becerra; Llonch, Kiko Olivas, Richy, Alcalá, Clerc (Granell, 73); Pere Pons, Alcaraz (Eloi Amagat, 82), Borja García; Felipe Sanchón (Joel Arimany, 87) y Mata.


Real Zaragoza: Bono; Isaac, Vallejo, Cabrera, Rico; Morán, Dorca, Diamanka (Wilk, 66) (Abraham, 78); Hinestroza, Jorge Díaz (Ángel, 58); y Ortuño.


Árbitro: Trujillo Suárez (Comité Tinerfeño). Mostró tarjetas amarillas a Cabrera (28), Ranko Popovic (31), Isaac (42), Dorca (67), Alcaraz (73), Pere Pons (90) y Granell (91).


Incidencias: Noche fresca en Montilivi, con 14 grados. Césped correcto. En las gradas, apenas 4.200 espectadores en plenas fiestas de San Narciso. El Girona, extrañamente, vistió su segundo uniforme por motivos publicitarios: idéntico al Inter de Milan, negro y azul a rayas en la camiseta.

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