El Zaragoza vuelve a la pugna

El equipo aragonés aún está lejos de confirmarse como aspirante al ascenso, pero la igualdad y el desorden de la categoría le hacen vivir ya cerca de la cabeza.

Alcolea, Jorge Díaz,Aria Hasegawa e Isaac, en un ejercicio de entrenamiento.
Alcolea, Jorge Díaz,Aria Hasegawa e Isaac, en un ejercicio de entrenamiento.
Asier Alcorta

Han transcurrido tres semanas desde que el Zaragoza amenazó con saltar por los aires con algunos desacuerdos internos y con una plantilla a la que Ranko Popovic se esforzaba en encontrarle una interpretación válida, pero el equipo aragonés ha vadeado ese río de lava con desenvoltura, nuevas soluciones tácticas, jugadores rescatados y, principalmente, con sus victorias contra el Alavés y el Albacete.


El fútbol dice ahora que el Real Zaragoza es un equipo más reconocible, sin brillo, aunque más competitivo, con una idea a la medida de la fisonomía y el perfil de sus futbolistas. Este renovado discurso le ha impulsado y le ha sacado de una crisis con el cuerpo fortalecido.


El Real Zaragoza está ahí, séptimo, con puntaje de promoción, y muy cerca de todos los frentes: a un paso del objetivo del ascenso directo, pero también a otro de las profundidades clasificatorias.


Cuesta aún hablar del Zaragoza como un equipo de poderío. Está aún lejos de confirmarse como aspirante al ascenso con los argumentos y dinámicas de su fútbol. Es temprano, es octubre. Y deberán ser los próximos partidos los que consoliden su crecimiento, redondeen su mejora y afiancen su línea de juego. Hay que recordar que con Ranko Popovic el Zaragoza nunca ha sido regular, ni constante, atributos esenciales para que un candidato al ascenso directo esté a la altura de su cometido.


En todo caso, esto es mal de muchos. No debería ser consuelo, eso sí. La Segunda está hecha de equipos así. Se comprobó el pasado curso, con la sexta plaza más barata de lo habitual, y la tendencia se han encrespado aún más esta temporada, sin clubes dominantes como Las Palmas o Betis.


El grupo de cabeza ha esperado al Zaragoza en estas ocho jornadas en las que sus números hablan de un conjunto con tres victorias, tres empates y dos derrotas –ante los dos colíderes, dato muy significativo–.


Hay dos líderes, pero nadie manda. Es una Segunda comprimida, igualada, desordenada e inestable. Fruto de las circunstancias que le tocan vivir: plantillas que se desmantelan de un año a otro y a las que les cuesta reactivarse, además de unos límites salariales que casi todo lo democratizan. Apenas hay lucha de clases en Segunda.


Una fotografía fija del momento actual de la categoría revela un escenario extraordinario: entre el líder (Osasuna) y el colista (Bilbao Athletic) apenas existen nueve puntos de diferencia después de ocho jornadas.


Hay 22 equipos en ese pañuelo. Pero si se segmenta la clasificación aún surgen rasgos de mayor igualdad: entre el sexto (Oviedo) y el decimoctavo (Valladolid) hay tres puntos de diferencia.


Hasta 13 clubes conviven en esa horquilla que comprende desde la última plaza de la promoción y la primera de la permanencia. Más de media Segunda División se ha concentrado en esa diferencia de un partido, entre ellos el Real Zaragoza.


Los de Ranko Popovic ocupan ahora una posición destacada en la tabla. La próxima jornada, si ganan al Albacete, pueden meterse terceros. El ascenso directo está a cuatro puntos. En definitiva, el Real Zaragoza está en el sitio que tiene que estar al menos en estas alturas de la temporada.


Hace un año, tenía solo un punto más (13 en lugar de 12), aunque estaba peor clasificado: era octavo, estaba a cuatro puntos del ascenso directo y a dos de la promoción.

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