Final feliz a 95 días de agonía

El zaragocismo ha respirado tras dos meses y medio de disparatados acontecimientos en torno a la venta.

Kadir Sheikh, en Zaragoza
Final feliz a 95 días de agonía
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Cuando Agapito Iglesias y los patronos de la Fundación Zaragoza 2032 firmaron el pasado jueves, 24 de julio, el traspaso del paquete mayoritario de acciones del Real Zaragoza a la nueva propiedad, se puso fin a 95 días de agonía. Más de dos meses y medio de nervios, situaciones asombrosas, indefiniciones, barullos, conflictos y un incesante desfile de nombres y protagonistas que acabaron componiendo un rocambolesco largometraje resumido en dos líneas argumentales: la falta de seriedad y la ausencia de solvencia real en muchos de ellos.


Hasta la llegada definitiva de la Fundación 2032, que anunció su nacimiento el miércoles 16 de julio, el futuro del Real Zaragoza estuvo en entredicho en una frenética cuenta atrás que hizo temer al zaragocismo y a toda la sociedad aragonesa por su liquidación. Tanto los compradores de las acciones de Agapito en primera instancia, como los diversos grupos que, antes y después de su entrada en la SAD, pulularon alrededor de la compra del viejo club, nunca dieron credibilidad al Ministerio de Hacienda, a la Liga de Fútbol Profesional o al Consejo Superior de Deportes (dependiente del Gobierno de la Nación). El surgimiento de la Fundación 2032, con respaldo de  prestigiosos empresarios aragoneses, dio un vuelco súbito a la desesperación general y el Real Zaragoza ha podido seguir vivo tras el deseado e imperioso adiós de Agapito Iglesias tras 8 años de deficiente y nociva gestión al frente del octogenario club blanquillo.

Tebas y Casasnovas


La decisión de Agapito Iglesias de vender, por fin, el Real Zaragoza saltó a la actualidad informativa el 1 de mayo. Fue Javier Tebas el primer detonante, al conocerse que el presidente de la Liga de Fútbol Profesional había sugerido a Agapito que reconsiderase la opción de vender sus acciones a Jesús García Pitarch, todavía entonces director general zaragocista, y que había sorprendido dos meses antes -en marzo- ofreciéndose a adquirir la SAD, lo que derivó en su divorcio con Iglesias en lo sucesivo.


En pocas horas, el soriano ya había contraatacado a esa recomendación. Mariano Casasnovas, tras una reunión con Javier Bazaco (socio de Agapito), se erigió en el encargado de armar un grupo inversor para comprar la sociedad en una primera fase que,  más tarde, se pretendía culminar con la entrada de un fondo inversor extranjero.


Comenzó la catarata sin fin de nombres. Luis Oliver brotó como catalizador dinerario y deportivo de esa opción. Se llegó a negociar con diversos grupos inversores, el más sonoro uno de capital holandés. En encuentros con Joan Laporta, expresidente del Barcelona, y Xavi Puig, abogado y compañero de despacho del primero, se estudió la incorporación de la familia Cruyff al proyecto. Johan, el padre, sería el asesor externo en materia deportiva; y Jordi, el hijo, el director deportivo.


Mientras, Agapito fue escuchando todos los ofrecimientos externos que le llegaban. Un grupo mexicano, catalizado por el cónsul de México en Zaragoza, Luis Emilio Fernández, se posicionó decidido a la compra. Las caras conocidas del zaragocismo en este primer paso azteca eran Javier Laínez y Sixto Genzor, miembros activos en diversos movimientos contra Agapito en años anteriores.

Alemany y el juez Picazo


Tebas aún haría otra intentona para que Iglesias admitiese otra tutela similar a la ejercida por Pitarch el año pasado. La LFP promovió la entrada de Mateu Alemany (expresidente del Mallorca y empresario de su confianza) para organizar la sucesión en el club.


Ante la inminencia que pareció tener la venta, el juez Francisco Picazo encendió el fuego de la operación al emitir sendos autos por los que, primero, anunciaba la retención inmediata del dinero que cobrase Agapito por la venta de la SAD como fianza civil por su imputación en el caso Naves (Plaza); y, segundo, la retirada de su pasaporte y la prohibición de salir de España. A finales de mayo, Agapito esperaba culminar un proceso que, al final, acabaría obturándose de mala manera por la falta de claridad en el mecanismo de la compraventa, de transparencia en los respaldos económicos de los postulantes y de la escasa o nula credibilidad que todos acabaron mostrando ante las instituciones públicas y órganos futbolísticos.

Lasheras y Kadir Sheikh


Tras cuatro semanas sin que el denominado ‘grupo aragonés’ de empresarios lograse poner cara a nadie más que a Casasnovas, surgió otra vía que cambió el escenario: un grupo de supuesto capital alemán, que había captado a Laínez y Genzor como abanderados, por lo que estos habían abandonado la opción mexicana. 


El 27 de mayo, esta parte presentó a su hombre clave: Kadir Sheikh, opaco empresario pakistaní de nacimiento, del que se dijo que tenía pasaporte alemán y que residía hace años en Barcelona. Junto a él, se alineó el mítico Nayim como eje deportivo de esta propuesta, así como otro industrial aragonés, Fernando Sainz Martínez-Vara de Rey. Sheikh protagonizó mes y medio de esperpénticas situaciones, relativas a su verdadera identidad, a su solvencia y liquidez, a su conducta en la redes sociales, a sus resortes en la ciudad, que acabaron generando un cisma, incluso con episodios desagradables y violentos, entre un sector del zaragocismo.


Casi simultáneamente, Casasnovas logró, por fin, poner rostro y nombres a su grupo y, en una acción súbita, Agapito les vendió las acciones. Javier Lasheras era el empresario con más predicamento en un heterogéneo grupo donde también estaban Luis Gamón (empleado de Lasheras), los hermanos Zorita -Ángel e Ignacio-,  Antonio Martínez y un desconocido inglés llamado James Edward Brumwell. También, de inicio, estuvo Míchel Castillo (Castillo Balduz), aunque representado por otra persona, Víctor Otal, que abandonó enseguida la iniciativa. 


Con la consumación de la venta, llegó de inmediato el despido fulminante de García Pitarch y su equipo, Jordi Bruixola, Moisés García León y José Ignacio Soler. Asimismo, desapareció del Registro Mercantil como presidente la figura de Fernando Molinos, que había estado casi un año oficialmente al frente de la SAD de manera inexplicable, sin pertenecer ya a la sociedad desde el verano de 2013.


Casi nada más que estos datos formales fueron capaces de argumentar los nuevos y fugaces propietarios durante diez días. Su progresiva división interna y las salidas de tono extemporáneas de Kadir Sheikh y sus valedores locales, en diversos intentos desesperados por comprar el Real Zaragoza, se vieron engullidas por el constante fracaso de las múltiples reuniones con Hacienda para establecer un nuevo calendario de pagos, por parte de los primeros, y por la incapacidad para demostrar liquidez y garantías económicas personales, por parte de los segundos.

Los mexicanos y el jeque


Paralelamente a todo ese proceso, la opción con capital en México siempre siguió viva en segundo plano. Primero, desde mayo, había sido alternativa a la primera venta de Agapito. Después, tras la adquisición del grupo de Casasnovas y Lasheras, prosiguió opositando a la compra definitiva del club. 


Asimismo, la presencia de un fondo árabe, que a través de una persona que durante varias semanas dijo ser su representante en Zaragoza y que llegó a reunirse con Agapito y a viajar junto al equipo al último partido a Alcorcón, también se advirtió como algo activo.


En el caso de los mexicanos, el 13 de junio alcanzaron un preacuerdo de compra con Casasnovas y Lasheras, condicionado a que, previamente, estos lograsen allanar el camino pactando con la Agencia Tributaria el pago de la deuda histórica del Zaragoza con el fisco (casi 30 millones de euros). Antes ya habían dado un paso adelante al hacerse público que era la familia Lobato Blanco, dedicada a la telefonía móvil y propietaria de un club de Segunda División en Jalisco, Los Altos de Yahualica (equivalente a un Segunda B español), eran quien encabezaba el grupo inversor. Que trascendiera que Glenn Hamet Lobato, uno de los hermanos, pudo haber estado implicado en 2001 en un caso de narcotráfico y su posible origen colombiano sembró de dudas esta opción.


Desde Guadalajara (México), asomó Mario Cardona, presidente del club Los Altos y portavoz de los Lobato, para desmentir el asunto y hablar de coincidencia homónima. Incluso, días después, Cardona anunció la retirada de dicha familia y la aparición de otro empresario, Jorge Guerrero, junto a industriales de Miami, Hong Kong e Inglaterra, como nuevos líderes del fondo de México.


Mientras, ni Paloma Villaro, delegada de la Agencia Tributaria en Aragón, ni los responsables del ministerio en Madrid desatascaron nunca la venta a los mexicanos al no admitir las propuestas de Lasheras para aplazar los pagos del Zaragoza. 

La LFP, en boca de Tebas, calificó de «frikis» a los candidatos germano-pakistaní (Sheikh) y mexicano (Lobato Blanco), ayudando a discernir que su presencia no era bien vista en las instituciones públicas y los órganismos del fútbol.

Un último grupo alemán


Cuando el tiempo ya se agotaba y mientras Lasheras forzaba para que los mexicanos entrasen a toda prisa en busca de su comisión (verdadero objeto del grupo intermediario entre Agapito y la propiedad final), aún surgiría en escena un nuevo grupo alemán, de Stuttgart, y de nuevo con Nayim en su reparto. Fue flor de tres días, sin apenas rostros ni fundamento real. 


Agapito, en su despedida escrita, solo tuvo agradecimiento para los mexicanos, la opción que siempre prefirió y nunca salió. La solución final estaba ya en marcha. La Fundación 2032 apareció como un ciclón ilusionante y con todas las bendiciones dentro y fuera de Aragón por su solvencia y prestigio. El Real Zaragoza se salvó a falta de 24 horas para su muerte.