"¡Alé, Zaragoza...!"

La comunión de La Romareda con el equipo, solicitada por el vestuario, ha resultado clave en el triunfo de la formación blanquilla.

Real Zaragoza 3 - Alcorcón 1
Real Zaragoza 3 - Alcorcón 1_2
TONI GALáN/A PHOTO AGENCY

Necesitaba La Romareda desahogarse, gritar, animar a su Real Zaragoza. Mucho más centrado el equipo en las cuestiones deportivas, sobre todo tras la victoria en El Molinón y el salto en la clasificación, la afición -cansada de los sempiternos flirteos extradeportivos- llegó al estadio predispuesta a arropar al equipo; a ceder, a aguantar sin cuestionar desde el inicio el juego de la formación blanquilla. A ser motor e impulsar al Real Zaragoza para lograr los tres puntos.


Y los jugadores, a su vez, transmitían una motivación especial; estaban empeñados en dejar clara sobre el campo su actitud, su respeto a los colores, su implicación con el escudo. Habían puesto de manifiesto a lo largo de la semana su convicción en la importancia de los dos partidos consecutivos que el equipo aragonés debe jugar en casa. Ganar este domingo era fundamental.


La comunión resultó como muy pocas veces en los últimos tiempos; y se puso de relieve que esa conjunción está llamada necesariamente a dar frutos. Es verdad que las cosas se pusieron de cara con el gol de Barkero. Pero la ambición de Roger -y el fruto del segundo gol- puso de relieve la convicción de un futbolista y el reflejo en la escuadra.


La Romareda vibró, empujó al equipo, lo guió hacia una victoria clave, que cambia la tendencia del equipo de Paco Herrera. La afición se convirtió de nuevo en ese espíritu fundamental que da sentido al Real Zaragoza. Y que es capaz de arrollar, incluso, a sus gestores. "¡Alé, Zaragoza...!"