Real Zaragoza

Un año maldito

El 2013, que comenzó en Primera y ha acabado en Segunda, ha dejado un descenso, cambios en el banquillo, en el vestuario y en las oficinas y, sobre todo, un puñado de muy malos recuerdos para el zaragocismo.

El Real Zaragoza comenzaba el año en la decimosegunda posición, con 22 puntos que mantenían al equipo en la trayectoria de la salvación, y con un Manolo Jiménez en el banquillo que seguía manteniendo la condición de héroe zaragocista. Sin embargo, el mismo que acabó cogiendo a principios de 2012 a una plantilla desahuciada y eludió el descenso, de forma casi milagrosa, en la última jornada, no pudo con la espiral de fracaso en la que se ha convertido el club aragonés y acabó liderando el hundimiento del equipo. El descenso a Segunda División del Real Zaragoza, que se presagiaba desde hacía semanas, se materializó el 1 de junio, con una derrota en La Romareda frente al Atlético de Madrid que mandaba al equipo al infierno por tercera vez en la última década.


La caída no solo propició la salida en verano de Manolo Jiménez, sino que fue el detonante de una serie de cambios que, para bien o para mal, han derivado en el Real Zaragoza actual. Llegó Paco Herrera, un técnico con amplia experiencia al que se le encomendó el reto del ascenso. Vino Jesús García Pitarch como director general y, de su mano, Moisés García León, secretario técnico, y desapareció Fernando Molinos, quien todavía mantiene el cargo de presidente, aunque se haya en paradero desconocido desde el mes de agosto. Igual que el máximo accionista, Agapito Iglesias, quien se ha tomado en serio su decisión de hacerse a un lado y no aparece en un acto oficial desde hace más de un año. Se le pudo ver en agosto, cuando llegó García Pitarch, pero el encargado de presentarle fue Molinos.


Sin embargo, ni el cambio de técnico, ni la revolución -de perfil bajo- de la plantilla, ni el descenso a una categoría inferior han supuesto una mejora palpable del nivel deportivo de este Real Zaragoza. A pesar de la buena noticia del final del concurso de acreedores, que se produjo en mayo y que supuso la reducción de la deuda de 145 millones de euros a 92, la economía del club seguía en números rojos y, con esas limitaciones, las posibilidades de formar un equipo competitivo se reducían sobremanera. Se fueron algunos de los jugadores más importantes y los que se quedaron se vieron obligados a ajustar su salario a la nueva realidad del club. También llegaron jugadores de menor caché: algunos cedidos; otros libres. Subieron futbolistas de la cantera, como Ortiz y Alcolea, a los que durante la temporada se les han unido Rico, Tarsi o Diego Suárez.


Debut en Segunda


El Real Zaragoza debutó en Segunda en el Rico Pérez de Alicante, frente al Hércules, en un partido que parecía una premonición de lo que ha sido hasta ahora la temporada. Un equipo sin alma, sin ideas, incapaz de ilusionar y mucho menos de ganarse el respeto de unos rivales que hasta que comenzó a rodar el balón en agosto le consideraban uno de los principales candidatos al ascenso. Lo siguen diciendo los jugadores rivales cada vez que se enfrentan al Real Zaragoza, sí, pero sin el mismo convencimiento de antes.


Y es que en cuatro meses los jugadores no se han conseguido convencer ni a ellos mismos y, tras 19 jornadas, todavía no han logrado colarse ni una sola jornada en los puestos de promoción de ascenso. A los que llevan a Primera de forma directa ni siquiera se han acercado. Paco Herrera, cuestionado, no ha logrado el estilo que buscaba cuando llegó, y los malos resultados y las bajas le han obligado a cambiar constantemente de once inicial, de esquema e incluso de pensamiento. Ahora apela a la unión del zaragocismo como receta para sobrevivir, pero parece que la afición ya se ha cansado de remar hacia el precipicio.


Hartazgo en la grada


En pocos meses, el Real Zaragoza ha pasado de jugar contra los mejores equipos del mundo en el Camp Nou y el Santiago Bernabéu a hacerlo en el Mini Estadi y el Alfredo Di Stéfano contra sus filiales. Y esta crisis, la misma que se ha reflejado sobre el césped en muchos partidos de esta campaña, también ha alcanzado la grada, que ha perdido miles de abonados en un solo verano. La Romareda, semivacía en la mayoría de los partidos, tan solo recuperó la ilusión el 13 de noviembre, para homenajear a un Cáceres que devolvió al zaragocismo a tiempos mejores.


Miles de nostálgicos acudieron al ahora denostado templo zaragocista para abrazar al Negro, que voló a la capital aragonesa desde Buenos Aires, donde se recupera de un disparo en la cabeza de unos atracadores que a punto estuvo de costarle la vida. A la cita no solo acudió la afición, sino muchos futbolistas de primer nivel y un buen puñado de sus excompañeros, incluidos los héroes de la Recopa.


Pero este 2013 para olvidar ha dejado malas sensaciones hasta los últimos días y, tras una Junta de Accionistas a la que ni siquiera acudieron el propietario, Agapito Iglesias, ni el todavía presidente, Fernando Molinos, el Real Zaragoza despidió el año el pasado domingo con un nuevo despropósito. Un mal partido que acabó con un empate que deja al equipo aragonés fuera de los puestos de promoción de ascenso al menos, hasta el 2014.