Opinión

Sujeten la esperanza (si les queda...)

El cuadro aragonés es una sombra de un equipo de fútbol, una escuadra sin norte ni guía, un conjunto que se desliza por el abismo de la Segunda División.

Partido de Segunda División entre el Real Zaragoza y el Numancia en La Romareda
Real Zaragoza - Numancia_2
TONI GALAN/A PHOTO AGENCY

 Se escurren a borbotones los sentimientos que brotan del alma, incontrolados, y se desparraman por el camino desandado de regreso de La Romareda. Fue doloroso –dolorosísimo- ver el Real Zaragoza descender a Segunda División; es mucho más doloroso –es insufrible- contemplar su patético deambular por esta categoría.


Me gustaría ver visitar hoy La Romareda a aquellos políticos –abanderados por el expresidente Marcelino Iglesias- que asaltaron el Real Zaragoza y le susurraron a otro Iglesias, a Agapito: “Seremos como dioses”.  Y han mandado a la entidad al infierno.


Apenas siete años después de aquella terrible aventura, de aquella incomprensible, inadmisible e injusta toma del Real Zaragoza, el cuadro blanquillo es mucho menos que una sombra de un equipo de fútbol. Es un fantasma que deambula sin corazón por los terrenos de juego, náufrago de casi todo y abandonado a una suerte y a un futuro que hoy por hoy resulta complicadísimo de adivinar -o, lo que sería mucho más terrible, es absolutamente previsible…-.


El Real Zaragoza no da nada, no ofrece nada, no entrega nada. Porque no es nada. Abochorna contemplar el patético discurrir de un partido, en el que siempre el rival, cualquiera que sea su entidad –una vez superado el respeto- se adueña del duelo y toma las riendas del juego para resolver a su favor el encuentro. Con una similitud perversa.


¿Hacia dónde va el Real Zaragoza? Hoy se desliza hacia el abismo en la Segunda División; sin norte, sin ideas, sin aparente capacidad de reacción. ¿Puede enmendarse la situación?


Hasta ahora, siempre había tratado de acaparar argumentos que inclinaran la balanza del lado de la reacción. Pero ese almacén se me ha ido vaciando ya de ideas; el Real Zaragoza mantiene plano su encefalograma y no da señales de vida.


El mensaje del entrenador es triste; el de los jugadores, apartado de la realidad; en la directiva sólo han variado las formas, el fondo sigue siendo similar; y la afición ya no puede soportar la vergüenza de ver maltratada la historia, el escudo y los colores jornada a jornada.


Ganar era este sábado el único verbo que el Real Zaragoza se podía permitir conjugar. Y se ha perdido con justicia.


El próximo sábado, el equipo aragonés vuelve a citarse con la Liga. Que es eterna en este infierno de la Segunda División. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Agárrense a ella (si les queda…).