Real Zaragoza

Gracias, Manolo

Manolo Jiménez, en la plaza del Pilar
Manolo Jiménez bailando jota_2
GUILLERMO C.

Se marcha Manolo Jiménez, en un gesto previsto –imprescindible- tras el descenso del Real Zaragoza a Segunda División. La figura de Jiménez, como mánager y técnico, convertía al andaluz, incluso en esta controvertida entidad, en responsable del fracaso deportivo vivido esta temporada. Por más que las miradas, como siempre, se volvieran hacia Agapito Iglesias, que tampoco puede apartarse de una responsabilidad heredada de sus siete años de gestión.


Mira el zaragocismo con tristeza, como es natural, el desempeño de Manolo Jiménez al frente del Real Zaragoza. El terrible año 2013, que coincide con algo más que la segunda vuelta del Campeonato, saca a la luz un desacertado manejo del vestuario, apuestas deportivas muy difíciles de entender y una falta de convicción, de seguridad, de ambición, que se filtraron a la plantilla y condujeron al desastre deportivo. Sus obsesiones, además, crearon una incertidumbre, un temor que se reflejó en su equipo, sobre todo en la recta final del Campeonato.


Pero la inmensa mayoría de la afición no quiso echárselo en cara. Sólo muy al final, con apuestas puntuales e incomprensibles como la de Bienvenu o su empeño por frenar la genial anarquía de Rochina, sintió el recelo del zaragocismo.


La afición no ha querido nunca olvidar el indiscutible liderazgo de Manolo Jiménez la campaña anterior, cuando tomó la capitanía de una nave náufraga y la condujo al puerto de la salvación. Alentado el equipo por ese grito de fe –“sí se puede”- fue recortando una distancia que parecía imposible para lograr la permanencia.


El sevillano lideró el equipo, transmitió seguridad, confianza; y una ambición que fue derrotando rivales hasta asegurarse un hueco en la Primera División. Su gesta deportiva, nunca realizada hasta entonces en el fútbol español, emocionó a todos. Manolo Jiménez se convirtió en la piedra angular del nuevo proyecto.


Con él, bajo su mando, el Real Zaragoza siguió ilusionando. Llegó a Navidades con espíritu de equipo ambicioso; derrotó al Athletic en San Mamés (0-2) y se convenció de que podía tener otras aspiraciones. Porque el equipo seguía también vivo en una apasionante Copa del Rey.


Todo aquello se vino tristemente abajo en unos meses. El Real Zaragoza se hundió y con él, el proyecto deportivo que manejaba Manolo Jiménez. Lo que empujaba, necesariamente, a su despedida.


Pero el Real Zaragoza le debe un pedacito de historia; un hueco en el corazón de miles de aficionados. Y el agradecimiento del zaragocismo.