Opinión

Orgullo zaragocista

No hay que volver muy atrás la mirada para discernir los perfiles esenciales del Real Zaragoza -y que, por desgracia se han difuminado en los últimos años-. El equipo blanquillo, muy por encima de esta situación absurda a la que le han abocado los políticos, tiene alma de grande del fútbol español. Su trayectoria ha sido respetada en España y en Europa, y su vitola de escuadra de empaque ha tenido eco por todos los rincones del mundo.


Su cita encuentra reconocimiento general. Los más grandes futbolistas han visitado La Romareda y escuadras de tronío han cedido ante la superioridad de la formación blanquilla. Que acumula el palmarés que corresponde a una escuadra asentada en la aristocracia del fútbol español.


Es esta la realidad del Real Zaragoza. Que el asalto político del Gobierno de Marcelino Iglesias y la trayectoria de Agapito Iglesias han desnaturalizado hasta casi hacerle perder el norte.


Pero el alma no se quiebra. Y si el Real Zaragoza se busca a sí mismo, por encima de nombres y personas, se agarra a esa tradición admirable de futbolistas y épocas que han contribuido a hacer grande a la entidad. Que es lo que enorgullece al zaragocismo.


Ahora, en una situación comprometidísima, la entidad blanquilla debe buscarse a sí misma, asirse a esa tradición admirable que jalona su esencia y defenderla aferrada a su escudo, el de verdad.


Ganar es ya imprescindible, por encima de la talla del rival. El sábado visita el estadio de La Romareda el Real Madrid. Lo dice el grito de su corazón: 'El Zaragoza va a ganar'