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Izan Emperador: goles contra la leucemia

El joven, de 14 años, acaba de volver a jugar al fútbol en El Olivar un año y medio después. Su vida se paró el 21 de agosto de 2021, cuando le diagnosticaron la enfermedad.

Izan Emperador realiza un salto durante un entrenamiento de esta semana con su equipo cadete en El Olivar.
Izan Emperador realiza un salto durante un entrenamiento de esta semana con su equipo cadete en El Olivar.
Francisco Jiménez

Decía Jorge Valdano, exjugador, exentrenador y analista, que el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes. Esa escala de prioridades, de preferencias, es la que comenzaron a reordenar hace casi dos años Javier y María Jesús. La maldita leucemia, una enfermedad con una tasa de supervivencia del 80%, se había colado en el cuerpo de su pequeño Izan, futbolista de 14 años que milita en El Olivar. Después de casi seis meses de infinitas preguntas y escasas respuestas, el 21 de agosto de 2021 recibieron el primer diagnóstico oficial a través de una punción lumbar.

«Yo estaba muy preocupada desde marzo, veía que Izan no era el niño que estoy acostumbrada. Estaba siempre muy cansado, no podía correr, empezó a tener fiebre, se le inflamaban las articulaciones sin ninguna razón aparente… Inicialmente le diagnosticaron artritis juvenil. Íbamos a Urgencias y nos mandaban a casa con ibuprofeno», recuerda su madre.

Con la llegada del verano, el estado de Izan seguía sin experimentar ninguna mejoría. En Tarragona, de vacaciones, la familia decidió visitar otro centro hospitalario. El mensaje fue muy claro: «Llevad a este niño a Zaragoza y que lo ingresen». Una vez hallado el problema, la pelea contra la enfermedad comenzó al día siguiente. «Es un diagnóstico duro y lo pasas muy mal. Pero estuve tan asustada al ver que no sabían qué le pasaba, que una vez que lo encuentras, al menos, ya sabes lo que hay», señala María Jesús.

Izan, junto a María Jesús y Javier, sus padres, en El Olivar.
Izan, junto a María Jesús y Javier, sus padres, en El Olivar.
Francisco Jiménez
"Cuando entras a la planta de oncología, la vida te da una bofetada de realidad"

Tras consultarlo con sus padres, los especialistas fueron quienes trasladaron las malas noticias al joven deportista. «Cuando entras a la planta de oncología, la vida te da una bofetada de realidad. Antes me preocupaba de en qué equipo iba a jugar, si iban a fichar a uno, a otro… Pero ves a niños de cuatro años andando por el pasillo con un gotero y piensas: para, para», reflexiona Javier, que también enumera las múltiples reflexiones que brotaban en su interior.

«¿Por qué a mi hijo? ¡Qué mala suerte! Un caso cada 100.000 y le tiene que tocar a él… Ningún padre está preparado para recibir una noticia así», comparte. Eso sí, tanto él como su esposa agradecen el «increíble» trato que han recibido durante todo el tratamiento. «Médicos, psicólogos, Aspanoa, El Olivar… Una vez que empiezas algo así ya no te sueltan de la mano», dicen.

El intocable número 7

Izan, con la espontaneidad propia de un chaval de 14 años, afirma que lo más «duro» de este proceso ha sido «no poder jugar al fútbol». Incontables visitas al hospital, tres transfusiones de sangre y una pequeña intoxicación componen, a grandes rasgos, el historial médico de una enfermedad «sin grandes complicaciones ni recaídas». «Al principio es duro, pero luego asimilas que es algo normal ir tanto al hospital. Tenía mucha confianza en los médicos y, como haces amigos, al final ya no se hace tan pesado», explica el inesperado protagonista de esta historia con una sonrisa.

Izan Emperador, con el balón, durante un entrenamiento.
Izan Emperador, con el balón, durante un entrenamiento.
Francisco Jiménez

Durante el último año y medio, con el coronavirus todavía en circulación, la actividad de toda la familia ha sido muy reducida. «Hace un tiempo, empezamos a venir los sábados a ver a su equipo. Nos poníamos solos en una esquina y, antes de que terminase el partido, nos marchábamos para evitar aglomeraciones», rememora la madre del menor, cuyo hijo no se reincorporó al instituto hasta enero de este año.

Le han guardado hasta el número. El ‘7’, ¿eh? ¡Que está muy valorado!

«Los amigos, El Olivar… todo el mundo me ha dado mucho apoyo. Mis compañeros me preguntaban: ¿Cuándo vuelves a jugar? Ese cariño también me ha ayudado», asegura el centrocampista, que ha seguido muy presente entre sus compañeros a pesar de no estar físicamente con ellos. «Le han guardado hasta el número. El ‘7’, ¿eh? ¡Que está muy valorado!», reconoce su padre.

Un dorsal que, casualidades del destino, volvió a brillar sobre un campo de fútbol el pasado día 7 de mayo. Ni la derrota por la mínima ante el Fuentes (0-1) pudo empañar el esperado regreso de Izan. «Cuando me llamó Jero, mi entrenador, estaba muy nervioso. Pero me calmé cuando toqué el primer balón. Sentía muchísima ilusión por volver a jugar al fútbol, lo he echado mucho de menos», asevera con sinceridad.

En la recta final de la enfermedad, todos miran al mes de agosto. A partir de entonces, si todo continúa «así de bien», este proceso solo será un fatal recuerdo en el día a día de Izan. Una vida en la que ahora toda la familia disfruta de la «maravillosa» rutina. «Hemos aprendido a vivir de otra manera, a valorar algo tan simple como que pueda venir a entrenar con su equipo. Solo vivimos el presente», finalizan al unísono.

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