Una final clásica y politizada

Sevilla y Barcelona dirimen este sábado (21.30) en el Wanda Metropolitano el título de Copa, en un choque marcado por la tensión institucional.

Sergi Roberto (i), Messi (c) y Samuel Umtiti (d), durante el entrenamiento de este viernes.
Sergi Roberto (i), Messi (c) y Samuel Umtiti (d), durante el entrenamiento de este viernes.
Alejandro García/EFE

Marcada por el crispado ambiente derivado de la situación política en Cataluña, la primera final del Wanda Metropolitano medirá al Sevilla, en busca de su sexto título copero, con el indiscutido rey del torneo, un Barcelona que aspira a levantarlo por trigésima vez, ampliando así la brecha con el Athletic en una competición en la que afronta por quinta ocasión consecutiva el pulso definitivo y octava en las diez últimas ediciones. Contrapondrán los azulgrana su tremenda experiencia a la pujanza e ilusión blanquirroja para añadir un nuevo episodio a una rivalidad que se ha convertido en todo un clásico del siglo XXI, tras dirimirse entre ambos contendientes dos Supercopas de Europa y otras tantas de España además de la Copa del Rey de 2016 que cayó del lado culé en la prórroga de que fue testigo el vetusto Vicente Calderón.

Precedentes deportivos de un choque cuyo foco de atención estará puesto, hasta que el árbitro Gil Manzano decrete el inicio, en la vertiente política, con la más que cantada pitada al himno nacional dirigiendo todas las miradas hacia un palco que presidirá el rey Felipe VI y al que asistirán varios ministros y dirigentes territoriales pero que también contará con notables ausencias como la de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que sí acudió tanto a la cita de 2015 (en el Camp Nou) como a la del pasado año en el Calderón.

La afrenta a los símbolos nacionales forma parte de las acciones orquestadas por el separatismo para expresar su malestar por el encarcelamiento de los dirigentes independentistas y el mantenimiento del artículo 155 que llevaron a una antigua directiva de la junta de Joan Laporta a reclamar incluso que el Barça no disputase la final de la" Copa del Borbón". Presiones que ha intentado capear un club obligado a navegar entre dos aguas para mantener aislados a los futbolistas del ruido extradeportivo sin enemistarse con un sector de su afición que desembarcará en el coliseo rojiblanco con más afán reivindicativo que ambición por defender el trono copero.

El Barça, a olvidar la Champions

La debacle continental ha tornado la euforia de quienes vislumbraban ya el triplete en desencanto, lo que explica en parte los problemas que tuvo la entidad para vender las 23.850 entradas que la Federación puso a disposición del club. Y ello pese a que el Barça está a sólo dos partidos de sellar el doblete Liga-Copa.

Combatir el contagio de ese sentimiento a sus pupilos ha sido uno de los caballos de batalla de Ernesto Valverde desde la hecatombe en el Olímpico de Roma, a la par que lidiaba con el cansancio de sus futbolistas, clave en el descenso de las prestaciones de la escuadra culé que se ha dejado sentir especialmente en el apartado defensivo. Diez goles ha encajado el Barça en los seis últimos partidos, preocupante secuencia para un equipo que había hecho de la solidez uno de sus bastiones y que se inició precisamente en la visita que rindió al Sánchez Pizjuán en la trigésima jornada de Liga, cuando el Sevilla le tuvo contra las cuerdas hasta que la irrupción de Messi alteró el choque.

Para paliar el desgaste, concedió Valverde ante el Celta descanso a la práctica totalidad de los futbolistas que saltarán de inicio este sábado al césped. Recupera el técnico a dos piezas clave como Busquets, cuyos problemas físicos han lastrado al equipo en las últimas citas, y Rakitic, restablecido de la fractura en el índice de la mano izquierda que se produjo ante la Roma. Ambos formarán el eje de un centro del campo en el que también estará Iniesta, que aspira a sumar su sexta Copa. Coutinho y Dembélé se disputan la única plaza en duda dentro de un once en el que Cillessen custodiará la meta en el torneo que le permite escapar de la alargada sombra de Ter Stegen y en el que Luis Suárez y Leo Messi aportarán la pólvora.

Pasarela a Europa para el Sevilla

Si para el Barça alzar la Copa es poco menos que una obligación tras el fiasco de la Champions, el Sevilla se juega la viabilidad del proyecto deportivo encabezado por Óscar Arias en los despachos y tutelado por Vincenzo Montella desde el banquillo. Su irregular marcha liguera ha comprometido seriamente la presencia en Europa de un conjunto que vive una época dorada desde que en 2006 levantase la Copa de la UEFA. Vencer al Barça es la vía más directa de acceso a la Liga Europa para una escuadra que va séptima en Liga y encadena siete encuentros sin conocer la victoria desde que asaltase Old Trafford en octavos de la Champions.

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