SD HUESCA 2 - 1 RAYO VALLECANO

Fuertes en casa

El lesionado José Vegar, con muletas, charla con Dani Hernández, que ayer volvió a entrenarse y se está recuperando de su dolencia
Fuertes en casa
JAVIER BLASCO

Con partidos como el de ayer, hay que estar tranquilos. Si el Huesca mantiene el crecimiento de las últimas semanas y sigue intratable en El Alcoraz, la estabilidad y las victorias fuera de casa llegarán de manera inminente. Por intensidad, fútbol y, ¡sí!, pegada. Pasó el Rayo Vallecano de Rubén Castro por la capital oscense y fue otro juguete roto en las manos azulgranas. Como en los partidos entre ambos conjuntos el año pasado, decidieron los detalles. Y esta vez cayeron del lado local. Del paradón de Doblas, en cuestión de segundos, se pasó al golazo de Víctor Pérez. De la obra maestra de Robert en el 88 a los minutos de sufrimiento final con dos expulsiones. Un desenlace apasionante para uno de los mejores encuentros del curso, si no el más completo, que vuelve a dejar al Huesca fuera de los puestos de descenso.


La partida de ajedrez entre Calderón y Mel cayó del lado del gaditano, quien supo instruir a sus hombres en las artes necesarias para contener y abordar al Rayo. Los azulgrana pulieron aristas y leyeron el encuentro de una manera más inteligente que los franjirrojos. Esto, según un análisis técnico, porque el Huesca, asimismo, tiró de alma, paciencia, tino con la pelota, agresividad y posesión, mucha posesión, para desarmar a tan peligroso rival.


El Huesca dibujó nueve acercamientos a la meta del Rayo en 45 minutos. Hablar de pólvora mojada es añadir poco al análisis de esta temporada. Vicente reclamó su sitio en la derecha, una posición carísima debido a todas las alternativas con que cuenta el míster, y Víctor buscaba combinaciones con maneras de dandy para complementar a Rubiato. La otra gran noticia de la tarde noche fue la confirmación del gran tándem que conforman Helguera y Joaquín Sorribas.


En este punto, el partido siguió el guión habitual del Alcoraz: control, más ganas de jugar en el Huesca y el merodeo constante del punto donde se decide este juego. Atrás, sin sustos. Con todo, la película pudo tener un final tristísimo cuando, después de una posible falta de Rubén sobre Juanma, Doblas salvó el posterior disparo a quemarropa de Ángel. Inmediatamente después, el golazo de Víctor Pérez, nacido de un centro de otra novedad de la segunda parte, Gallardo, quien vio solo y desmarcado al joven centrocampista dentro del área grande. Se la mandó teledirigida, con el arte y la clase de este sevillano, y el torero del pelo ensortijado armó una volea envenenada a la izquierda de Cobeño.


El partido adquirió un carácter endiablado, de campo a campo sin respiro y el Rayo lanzado tras varios cambios ofensivos. La expulsión de García a un cuarto de hora del final no hizo bajar los brazos a los rayistas, pero era la hora de exorcizar demonios. Robert cazó un rechace tras un córner y elevó una bola que era un delirio, pura poesía, a la escuadra izquierda. Fabricó el gol con el mismo temple que si anotara veinte por campaña.


El expediente parecía cerrado hasta que la expulsión de Corona en el 91, por una segunda amarilla tan rigurosa como la del rayista, destempló a todos; aquella falta forjó el gol de Pelegrín.