REAL ZARAGOZA

Éxito con sufrimiento (2-1)

El equipo aragonés tuvo que remontar con goles de Pavón y Oliveira, el tanto con el que el Murcia se retiró al descanso en La Romareda.

Victoria de campeón. Triunfo agónico por aplastamiento en los minutos postreros de un partido trabado y malo. El Real Zaragoza sumó ayer su segundo éxito de la temporada en dos zarpazos de oportunismo y calidad a última hora ante un rival que se había cerrado como una ostra dentro de su área con el marcador favorable por 0-1 desde el minuto 20.


Los de Marcelino, como hacen los grandes en sus tardes peores, se llevaron los tres puntos aprovechando las circunstancias favorables que les presentó el duelo cuando éste ya agonizaba: la expulsión pueril del joven Aquino, que se comió en el minuto 72 dos amarillas en apenas 90 segundos muy lejos de su área (era entonces el único punta de Clemente en el campo) y un error de principiante del veterano técnico vasco, que obsesionado por meter defensas a su muralla trasera, pidió un cambio cuando había un córner en su contra. Y, claro, para cuando Ochoa -que salía por el centrocampista Cuéllar al campo- quiso llegar al área, Pavón ya había cabeceado el empate a uno.


Lo mejor, como pasa en este tipo de victorias típicas de equipo favorito y con poderío, fue el resultado final y el regusto alegre que siempre deja el triunfo. Pero, inequívocamente (Marcelino no tuvo problemas en reconocerlo así al final), el Zaragoza jugó mal y siguió dando muchos motivos para la duda. Eso sí, al menos, esas sensaciones que destilan preocupación en todos los ámbitos del zaragocismo respecto del futuro más inmediato, van a rumiarse esta semana con el equipo enganchado a la cabeza de la tabla. Esta 'semana fantástica' en la que se han sumado 6 puntos en seis días provoca que anoche el Zaragoza se acostase en el 4º puesto de la clasificación a expensas de lo que suceda hoy en los siete partidos que completan la jornada. No es mal alivio para calmar los miedos que sigue generando el equipo en cada partido por su escaso juego y su falta de compenetración.


Ayer, el lance ante el Murcia -el segundo favorito de la categoría, que se queda en la cola con solo un punto de 15 jugados- tuvo un formato invertido en relación a los jugados antes contra la Real y el Elche. El error garrafal de Braulio en la primera jugada fue el chivato de que algo feo guardaba el destino al verde Zaragoza de este septiembre que ya dice adiós. El desafortunado ariete majorero, reñido con el gol como hacía tiempo no le sucedía a ningún punta blanquillo, envió alta una vaselina con la portería totalmente vacía después de que el novato Alberto, portero sorpresa que puso de titular Clemente tras la lesión de Elía, le regalase un balón de gol al borde del área.


De haber podido comenzar el partido ganando 1-0 segundos después de que rodase el balón, el duelo se metió por senderos bien distintos, todos negativos y venenosos para un Zaragoza bastante peor que el visto hasta ahora (que ya es decir). Sin hilván en medio campo, con Ewerthon más apagado que otros días, con Jorge López a su aire y, lo peor, con la defensa fallando en cuestiones básicas un día más, los chicos de Marcelino no pudieron activar esos minutos efervescentes de los que hicieron gala en las citas anteriores en La Romareda.


Al contrario, fue el Murcia el que amagó dos veces en un buen arranque de partido y acabó haciendo el 0-1 a la tercera intentona. Fue en un córner. Claro. De cabeza. Claro. Todo sigue igual en ese apartado y el despiste se pagó caro en el desarrollo del choque y pudo ser letal en el resultado final si no llega a cuajar positivamente la reacción y remontada final. Por primera vez en casa, el rival estaba por delante muy pronto y, además, decidió básicamente dedicarse a defender a partir de ese minuto 20 sin ningún tipo de rubor.


Sobre todo tras el descanso, los pimentoneros sacaron el manual de cómo despedazar el ritmo del juego del rival y abusaron de pérdidas de tiempo, parones en cada balón parado, lesiones varias, cambios a cámara lenta... o sea, la mano del viejo Clemente.


Esta vez, Marcelino encontró su brújula en los cambios, sobre todo en la salida de Zapater a falta de 20 minutos y en la siempre segura aportación ofensiva de Oliveira. El ejeano trajo frescura. Sus excelentes aperturas a bandas, pases al hueco -como el que Ewerthon echó al larguero- y saques rápidos de faltas dinamizaron la obtusa medular que habían compuesto Gabi e Hidalgo y dieron vida al equipo. Oli, por supuesto, estuvo ahí, en el sitio preciso, para anotar el 2-1 definitivo a falta de solo 7 minutos. Una lección a aprender.