REAL ZARAGOZA

Envueltos en el desconcierto

La dimisión del director general es otro golpe a la estructura zaragocista. Los altos cargos se ponen a disposición de lo que decida Agapito.

Agapito Iglesias -centro, de espaldas- junto a Javier Porquera, y cerca de Poschner -sentado a la derecha-.
Envueltos en el desconcierto
TONI GALáN/A PHOTO AGENCY

Rodeado de incertidumbre. Envuelto en el desconcierto. Aunque esperada, la dimisión del director general, Gerhard Poschner, ha situado al Real Zaragoza en una situación aún más delicada, bajo mínimos. El conjunto aragonés ve aún más debilitada una estructura raquítica, que el mismo Poschner había pedido modificar. El Zaragoza se encuentra aún más, si cabe, en manos de su dueño; es, si fuera posible, aún más presidencialista.La salida del directivo alemán deja a Agapito Iglesias cada vez más solo, rodeado de una guardia pretoriana que en justicia debería preguntarse qué hace allí y cuál es su papel en la progresiva degradación del club. Nunca a lo largo de sus más de tres cuartos de siglo de historia el Real Zaragoza había estado tan mal.

La marcha de Poschner, que ya se había apartado de la línea oficial en las últimas semanas -ofreciendo, además, un sorprendente mensaje de sentido común- es un paso más en esa vertiginosa caída que sufre la sociedad. Apenas diez meses de gestión y un adiós precipitado.

El equipo se encuentra en una encrucijada delicadísima, con una grave crisis económica e institucional; y con muy poca capacidad de maniobra en la parcela deportiva. Con dificultad para fichar no solo por su delicada situación financiera, también por la obligación de hacer frente a un puñado de pagos inmediatos -como el de Marcelino- que condicionan las inscripciones.

De momento, la entidad prefiere no hacer referencia oficial a la marcha de Poschner. No es una novedad en su forma de proceder. Esgrime que es una cuestión que se analizará desde dentro del club y será allí donde se tomen las medidas pertinentes.

Sí se explica, a cambio, que los más cercanos al propietario Agapito Iglesias -al menos el secretario técnico Pedro Herrera y el director deportivo Antonio Prieto- han puesto su cargo a disposición del presidente. O más bien, le han comunicado que si su concurso no es necesario para el club, que si no los necesita, ellos están dispuestos a marcharse. Es algo que Agapito Iglesias valorará en el inicio de la semana; aunque las posibilidades de que alguno de ellos deje su puesto se antojan escuetas, más bien, nulas.

El presidente tiene previsto despachar también con Poschner para conocer sus puntos de vista sobre la dimisión. Será dentro de un marco general de conversaciones que incluirán un encuentro, en otro ámbito bien distinto, también con José Aurelio Gay.

Alejado de casi todo, cada vez más solo en su entidad y sin los apoyos que le llevaron a ocuparse de la gestión del Real Zaragoza, Agapito Iglesias afronta un futuro incierto. Tiene en sus manos el futuro del conjunto aragonés.

De momento, se encomienda a ese clásico gesto populista de mezclarse con las peñas. Es ahí donde el presidente mejor se mueve, donde más a gusto se encuentra, en el cara a cara. Nunca falla.

Ha preparado con mimo el encuentro de esta mañana. Allí dará a conocer las líneas generales de su proyecto inmediato. Y allí también deberá dar explicaciones sobre la situación de Gerhard Poschner y su marcha.

Será entonces cuando rompa su silencio, cuando dé a conocer qué opina sobre las grandes cuestiones que tiene encima de la mesa. Sobre cómo piensa capitanear una nave con múltiples brechas, vías de agua a las que va poniendo parches sin encontrar una solución. Un barco que cada vez se hunde un poquito más.