WATERPOLO

El Pla-Za sufre para ganar al colista (11-6)

El Pla-Za logró la victoria en Sevilla, en un partido de nervios que se resolvió en el último parcial. El conjunto evitó el descenso directo, pero deberá jugar la promoción en junio

María Ángeles Benaiges retorcía y retorcía con los dedos una cinta roja de la Virgen del Pilar, regalo de una anónima zaragozana. "Estoy acostumbrada a sufrir desde hace 25 años, con tres hijos waterpolistas... Pero esto es distinto, muy distinto", hablaba sin perder la concentración la madre de Ramón Garriga. Sí, el Pla-Za se jugaba ayer su existencia a una carta. Siete años en la elite reducidos a un partido, contra el colista, el Sevilla, con el que le separaban dos puntos. La victoria era imprescindible, incluso un empate valía. Pero la afición, los sufridos aficionados del equipo y de este deporte se merecían que los jugadores hicieran un penúltimo esfuerzo. Y cumplieron. El último lo harán dentro de dos meses, en junio, cuando el Pla-Za dispute la promoción por evitar el descenso ante el segundo clasificado de la Primera División (todo apunta al UD Horta, que ayer ganó en casa del Molins de Rei 12-14).


María Ángeles intentaba aplacar los nervios con un trozo de tela que estaba completamente arrugado y húmedo. "Hay un dicho catalán que se puede traducir así: 'No se puede decir que tienes el maíz hasta que no está en el saco y bien atado", comentaba mientras seguía con la mirada a Ramón. A falta de tres minutos para el final el marcador el saco estaba a punto de cerrarse. El marcador señalaba 10-6 y en la grada del Parque Deportivo Ebro, que rozó el lleno, los gritos de ¡Pla-Za, Pla-Za! nunca se habían escuchado tan fuertes. Todavía quedaban tres minutos para terminar el partido, pero, qué importaba. Fiesta con vapor de calor. ¡A por ellos, oe; a por ellos, oe! El Sevilla, hundido. Filipovic remataba la faena 11-6. Final.


De entre el público surgió Nacho Lobera. El entrenador no pudo sentarse en el banquillo porque cumplía sanción por acumulación de tarjetas, qué casualidad, en el último partido de la fase regular. Ramón Alconchel cogió el mando. David Villarte no paraba de dar saltos. Arturo Martínez se agarraba al cuello de Juanjo Sanz. Ángel Ciutat aplaudía sin descanso: "Nos quitamos un peso de encima. Han sido demasiados nervios, un sin vivir", apuntaba el boya. "Nos merecíamos este triunfo después de esta temporada tan complicada", añadía Fernando Mongrell, recién salido del agua donde permanecían Andreo, Sakac, Filipovic, Mirkovic, Garriga y Bisquert, puños en alto. Ajenos al griterío, Lobera y el delegado del equipo, el incombustible y entrañable Vicente Cañas, se fundían en un emotivo abrazo.


El técnico no podía evitar las lágrimas mientras avanzaba al vestuario. En el camino, el presidente del Pla-Za, José Pajares, le felicitaba efusivamente. "Ahora respiramos tranquilos. Estaba seguro y confiado de que se podía sacar el partido adelante, pero había que marcar las diferencias, como al final se ha demostrado", decía con voz temblorosa el máximo responsable del club. Lobera seguía su camino, pero volvió a hacer otra parada. En la grada le esperaba su hermano Miguel, su cuñada Marichu y su sobrino Víctor. Para ellos fueron los últimos besos.


"Este partido va a ser muy largo", vaticinaba Enrique Mongrell, un fijo de las tardes del sábado en el PD Ebro. Eterno, angustioso, vibrante, dramático. Era el partido más trascendental en la historia del conjunto zaragozano en la División de Honor. Y el amante de este deporte, para lo bueno y para lo malo, no dio la espalda a su equipo. ¡Un aplauso! Un Pla-Za que salió decidido, pero que perdió poco a poco su energía. El Sevilla creyó en el milagro. Forzó hasta cuatro empates (1-1, 2-2, 3-3 y 5-5). "Hay que jugar con cabeza, a nosotros se nos encoje el brazo para tirar", detallaba Ibán Martín, uno de los héroes de aquel El Olivar que logró el ascenso el 7 de abril de 2007. El Sevilla, con un banquillo más profundo, se sujetaba a la inspiración de Asensio, Espinosa y Sharf. El Pla-Za se agarraba al temple de Garriga y a la veteranía de Andreo, excesivamente nervioso al inicio y providencial en el tramo final.


Con 7-6 se llegaba al último cuarto y entonces Filipovic ofreció su mejor versión con dos goles consecutivos. Garriga ponía el 10-6. "Si jugábamos en equipo, este partido lo ganábamos seguro, y así lo hemos hecho", declaraba el atacante catalán. El partido ya estaba roto. "Pero el refrán no está culminado; hasta la promoción, no tienes el maíz en el saco", advertía María Ángeles. El Pla-Za tiene una nueva oportunidad para reiterar su puesto en la máxima categoría, en junio. Con tiempo para reflexionar y hacer balance.