HUESCA 2-2 GIRONA

El Huesca rescata un punto al final

El Girona remontó el 1-0 y el conjunto de Calderón empató en el 91 de penalti.

Del mal, el menos. Tras una aceptable primera parte y una segunda de inusual apatía, el Huesca rescató un punto de penalti y en el último minuto, que también vale. Peragón puso la victoria en bandeja con su absurda expulsión antes del descanso, pero el conjunto azulgrana volvió extrañamente pasivo de los vestuarios, una complacencia de la que se aprovechó un Girona enchufadísimo en la segunda mitad y con un revolucionario argentino de nombre Sarmiento que dio guerra hasta decir basta.


El Huesca salió conectado. Tanto como la grada. El matrimonio tendrá algún altibajo, pero es muy sólido. Y si hay goles de por medio, el idilio se realimenta. Para eso apareció Reinaldo, para hacer lo que ha venido a hacer desde Brasil. El morenito surgió entre líneas, protegió el balón para ganarlo y lo abrió a Iriome; Lanza de fuego (traducción del guanche-español, español-guanche) corrió para envenenar la pelota con un centro mortífero. Reinaldo entró con tanto corazón que marcó por el deseo más que por golpear el cuero.


Una de las cosas por las que el fútbol enamora es la celebración de los goles. Reinaldo es un chavalín que ha venido a jugársela a Europa. Su morriña es superlativa. Cuando vio que el árbitro daba gol relajó la cara, desnudó su sonrisa y abrió los brazos. Miraba la grada del Alcoraz y veía al Cristo Redentor de Río de Janeiro dando saltos por la designación olímpica. Los pasos sobre la nube le llevaron hasta el banquillo para abrazarse hasta con el botiquín. Grandioso. En realidad, los fogonazos de Reinaldo fueron de lo mejor de una primera parte intensa, pero de fútbol enredado y mucha falta.


Calderón percibió la necesidad de agotar los cambios enseguida, pese a que la expulsión de Peragón allanó el camino. En el descanso quitó a Echaide posiblemente porque llevaba una tarjeta y Moha, de pasado osasunista como el lateral navarro, le estaba creando algún problema. Y nada más comenzar la segunda parte metió a José Végar por Moisés y a Víctor Pérez por un desdibujado Sastre. Algo tenía que hacer, desde luego, porque el Girona, con uno menos, era dueño del partido.


Esa falta de rasmia la aprovechó Kiko Ratón, hasta entonces torpe e inoperativo, para batir a Miguel culminando con eficacia un contragolpe catalán. Sin tiempo para asumir el hachazo, el debutante Sarmiento terminó de liarla. El pequeño futbolista argentino, que salió a comerse la hierba, cogió una pelota en la media punta, hizo una pared ante la parsimonia de todo el mundo y cruzó la pelota con maestría. Ver para creer el soberano repaso que le estaba dando el Girona a un Huesca desconcertante.


Por fortuna, en el arreón a la desesperada de los locales, tocados en su orgullo, llegó un penalti sobre Helguera. Vegar, con el temple de un artista veterano, burló a Jorquera y salvó los muebles. El punto, tal y como se puso la cosa, supo a gloria. Y al Girona lo dejó compuesto y sin su primera victoria en la Liga.