CICLISMO

El fantasma de la Vuelta a Aragón

El frustrado empeño del presidente del Iberia, José Miguel Romeo, de rehabilitar la Vuelta le ha concedido cierta notoriedad

Una imagen del pelotón de la Vuelta Ciclista a Aragón.
El fantasma de la Vuelta a Aragón
MARÏA TORRES-SOLANOT

Decir que la Vuelta a Aragón ha muerto es solo actualizar un acta de defunción que se firmó hace tres años. Entonces, ni el Club Ciclista Iberia fue capaz de impulsar la carrera, ni Unipublic, su socio en el proyecto, quiso comprometerse en su organización -por la falta de garantía económica-, ni las instituciones se implicaron en su desarrollo, ni la iniciativa privada vio clara su rentabilidad. Tratar hoy de rehabilitar la carrera es algo así como querer ponerle oxígeno a un muerto.

 

El fantasma de la prueba ciclista ha querido adquirir cierto relieve en las últimas semanas. El empeño del presidente del Club Ciclista Iberia, José Miguel Romeo, por recuperar una cita del patrimonio deportivo aragonés, ha despertado el interés entre los amantes del ciclismo y ha despertado una cierta esperanza entre quienes suspiran por resucitarla.

 

La iniciativa es, sin duda, loable. E incluso debe ser una obligación para un recién llegado presidente, que toma la herencia del trabajo realizado durante años por Arturo López del Moral. Romeo ha puesto de manifiesto constancia, desvelo, paciencia y entrega al proyecto. Ha mantenido una ronda de encuentros y conversaciones con muchos de los que podían respaldar la puesta en marcha de la ronda. De nuevo. Pero esas expectativas se han quedado meramente en eso, expectativas.

 

Romeo carecía de tiempo y capacidad de maniobra para impulsar la carrera. Se ha plantado a principios de marzo -a falta de mes y medio para su inicio- sin recorrido real, sin reglamentos, sin permisos y, aún más grave, sin dinero ni equipos.

 

Apeló el Club Ciclista Iberia al Gobierno de Aragón para sacar adelante la carrera. Pero apenas si tenía algún otro respaldo: el promotor carecía de apoyo privado, tampoco logró compromisos por parte de las sociedades públicas; tenía a algunos ayuntamientos a la espera de que pudiera concretarse la ronda; y es lógico que el Ejecutivo autónomo solicitara algo más que castillos en el aire para dar el espaldarazo económico a la Vuelta a Aragón. Porque, al margen de otras cosas, gestiona dinero público.

 

Que el Gobierno de Aragón fue copartícipe de la muerte de la Vuelta a Aragón no cabe duda. Porque, como ocurre ahora, a la anterior consejera Eva Almunia el deporte no le despertaba ningún interés. Y porque, como se ha demostrado de manera sucesiva, los gobiernos de Marcelino Iglesias nunca se han mostrado sensibles con el deporte, bien sea en lo referente a la práctica, promoción o desarrollo de instalaciones o impulso a acontecimientos deportivos de primer nivel.

 

Pero, al margen de esa consideración general, no parece muy acertado achacar ahora al Ejecutivo las culpas de la situación por la que atraviesa la Vuelta a Aragón. Que este año tampoco va a salir.

 

La prueba carecía de respaldo alguno y es natural el escepticismo de los rectores autonómicos hacia un proyecto que, en el caso de que existiese, se encuentra en paños menores.

 

Y, al mismo tiempo, no se pueden comprometer patrocinios a otros acontecimientos o a otras pruebas deportivas, que podrían verse afectadas ante críticas injustas a las instituciones.

 

La falta de tacto del presidente del Iberia a la hora de achacar las culpas -señalando de manera directa al Gobierno de Aragón- cierra puertas. A última hora se barajaba el respaldo de una intervecnión privada. Pero, en cualquier caso, faltaría el respaldo institucional. El de los ayuntamientos ya es una misión compleja, pero, ¿quién va a ir a pedirla al Gobierno de Aragón?