REAL ZARAGOZA

El espacio Aimar

"Estoy para 300 minutos". El Cai, recuperado de su lesión de pubis, regresa hambriento de fútbol y destinado por Villanova a su área de influencia favorita: el enganche. Ante el Betis, entrará en la lista, pero será suplente.

Con el pubis limpio ya de dolores y daños, Pablo Aimar vuelve a acunar la pelota. Regresa tres meses después de cruzarse con el bisturí y poner freno al lastre físico. Optimizado, sanado, renacido, hambriento de balón; el argentino se subirá a la convocatoria de Manolo Villanova para el partido frente al Betis. La osteopatía habrá quedado como un frío recuerdo de invierno. Se incrustará en el banquillo a la espera de acomodarse en su espacio preferido, en el enganche, ahora duplicado en el sistema 4-1-4-1 implantado por Villanova. "He pasado más tiempo del previsto recuperándome para volver sin dudas. Ya estoy bien y hago cosas que no podía hacer antes de la operación. He vuelto a hacer fútbol y estoy en condiciones para ayudar y entrar en la convocatoria, si lo considera el entrenador", asume Aimar.


Villanova prevé otorgarle un puñado de minutos durante la segunda mitad. No obstante, decidirá el partido. El técnico le reserva plaza en el eje de la persiana de cuatro jugadores que escolta a Diego Milito. Allí, Aimar se reencontrará con esa franja central donde se idea, se surte, se inventa y se crió en River Plate y en las inferiores de Argentina. "¿Dónde preferís jugar?", le solicitó José Pekerman, supervisor de la cantera albiceleste en una citación de la sub 17, cuando Aimar apenas superaba los 16 años y aún no había abandonado su Río Cuarto natal. Aquella convocatoria convulsionó el pueblo, que vio a Aimar subirse al bus camino de Buenos Aires para responderle a Pekerman que su sitio era el enganche. No se movió del puesto hasta que dejó su país.


Después de abandonar Argentina como mediapunta incuestionable, sus apariciones por la posición han seguido una involución, alejándose de sus orígenes como armador del juego (el llamado enganche argentino), mutando su esencia de centrocampista en algo equivalente a un segundo punta liberado, y terminando como interior zurdo. En el Valencia alternó con las bandas, y cuando permaneció como vértice ofensivo lo hizo resguardado por un doble pivote industrial formado por Albelda y Baraja, perdiendo a uno de los dos delanteros que solían acompañarle en River. Zaragoza debía suponer la devolución de Aimar a su espacio favorito. Convencido en ello, Víctor Fernández proyectó un sistema a imagen y semejanza del argentino: el célebre rombo, desmontado a tiempo la temporada pasada y recuperado en la presente, cuando aún se sufren las nefastas secuelas de su rescate.


En este trasiego, Aimar cayó arrinconado a la izquierda, desviado del lugar donde le va a restituir Villanova. "A mí me gusta jugar por detrás del delantero, pero si debo hacerlo en otra posición no tengo problema. Con este esquema, me siento cómodo en cualquiera de los dos sitios que hay por delante de Luccin", manifiesta el Cai, estimulado y ávido de fútbol: "Por ganas, estoy para 300 minutos. Aunque, claro, después de tres meses sin jugar, no se puede volver de golpe a disputar todo el partido. Además, el técnico debe considerar si estás mejor que otros compañeros".


En plena búsqueda de la supervivencia, la figura de Aimar, como la de Matuzalem, titular frente al Betis salvo recaída, lanza los mensajes esperanzadores en el Real Zaragoza. Son las botas revulsivas. Ellos representan un par de razones para creer en la salvación en un tiempo donde nada se ve y mucho se confía. "Ojalá sirva como revulsivo y pueda aportar mucho en este tramo final. Agradezco la confianza de la gente. No nos salen las cosas ni individual ni colectivamente. Pero vamos a salir adelante. ¿Cuentas? Ninguna. Ir partido a partido, semana a semana, sin ir más allá", desvela, antes de reclamar el apoyo de la hinchada con un mensaje que impactó ayer por la sorprendente espontaneidad que tuvo la digresión: "Quiero decir una cosa que suelo comentar dentro del vestuario y del club. Con La Romareda a favor, ganaremos todos los partidos de casa. Lo hemos hablado los compañeros. El año pasado hubo partidos que se complicaban en los últimos cinco minutos y la afición nos levantaba con el himno. La gente gana partidos y los necesitamos, porque influyen en el rendimiento y en los árbitros. Aunque es cierto que la afición necesita ahora algo que nosotros no le damos".


Con el Real Zaragoza ardiendo por los últimos tratos arbitrales, Aimar expresa su postura: "El domingo pasado, nos pasó lo mismo de siempre: el penalti del Barcelona, el de Villarreal, ahora Valladolid… Aquellas jugadas no van a venir, pero a lo mejor podemos hacer que nos piten uno a favor. Aunque yo estoy en contra de los lloros y de las quejas".