EL RIVAL

El acelerón de Cani

Cani visita mañana La Romareda convertido, por fin, en un jugador de referencia dentro del Villarreal y alimentado por un espléndido momento de forma.

Cruce de talento: Cani reta al barcelonista Pedro Rodríguez.
El acelerón de Cani
TONI ALBIR/EFE

La vida de Rubén Gracia 'Cani' en Villarreal la marca una trayectoria irregular. Su talento indiscutible ha manado con cuentagotas. Con Pellegrini jugó, con Valverde jugó, muchas veces salió del banquillo y otras cuantas fue titular. Alternó suplencias en Europa, con titularidades en Liga, o viceversa, consumió siempre minutos y partidos (ya ha jugado 177 encuentros con el Villarreal mientras que en el Zaragoza sumó 138)?


Pero Cani nunca gozó de los papeles protagonistas. Su fútbol discontinuo y la competencia dentro de un equipo rico en talento se lo impidieron. En este tiempo, Cani se alejó de la selección española, vio cómo Santi Cazorla le adelantó por los dos lados en el Villarreal, y los títulos siguen siendo material prohibido en la ciudad de los azulejos. Aunque a Cani le queda aún una bala en la recámara, la presente temporada, la última de un contrato que sigue sin renovar. Nunca hasta este momento, hasta el próximo cruce con el Real Zaragoza, Cani había contado con tanto peso específico en el equipo amarillo, ni tantos galones colgaban de su camiseta con el número diez.


Las cosas han cambiado con el giro emprendido por el presidente Fernando Roig. En verano, revolucionó el club abriendo la puerta del adiós a pesos pesados o competidores de Cani, como Ibagaza, Pires o Fuster, y alimentó el equipo con los productos de una cantera envidiable.


Por efecto, Cani ha pasado a ser un referente del vestuario amarillo. Ya no lo es solo por sus bromas, sus chistes y sus imitaciones sino también por su experiencia y su influencia en el Villarreal. A todo esto, le ha agregado en este primer tercio de temporada un elevado nivel. Cani ha acelerado. Visita La Romareda en un estado formidable, como pieza esencial de un equipo que es tercero y no ahorra un gramo de osadía y capacidad ofensiva.

Además de su reposicionamiento al alza dentro de la jerarquía del Villarreal, pueden encontrarse diversas explicaciones a esta mejora de Cani. La principal se llama Juan Carlos Garrido, el entrenador. Garrido está sabiendo gestionar a la perfección el talento caprichoso de Cani, es intenso con él, exigente y minucioso. Sabe cómo y de qué manera puede funcionarle el zaragozano.

Otro estímulo es un contrato en extinción. Aunque el Villarreal pretende renovarle, el acuerdo sigue en el aire. Cani pelea por el, posiblemente, último contrato importante de su carrera. Lo hace con su fútbol imprevisible y animado, al que le ha sumado pausa y reflexión. Se lo pelea al Villarreal o a cualquier otro club. Es la fuerza de un futbolista que ya roza los 30 años.


Hace ya más de cuatro que el Real Zaragoza perdió su genio descarado. Eso es mucho tiempo y además lo parece, pocas cosas buenas le han pasado al Zaragoza desde entonces, desde que Agapito, cuando apenas llevaba unas cuantas horas con el acta de posesión del club en la mano, no pudo impedir la marcha del futbolista del barrio de Torrero al Villarreal.


Ha pasado el tiempo pues, desde que Cani salió del Zaragoza escocido por los silbidos de incomprensión que le sopló demasiadas veces La Romareda, convertido en uno de los futbolistas españoles de mayor proyección, rozando la selección española, y atraído por un contrato anualmente creciente que le garantizaba un generoso líquido durante cinco temporadas.


A cambio de 12 millones de euros, el Zaragoza perdió a un hijo más -como ocurriría más tarde con Zapater y también con Lafita, este luego recuperado-, un futbolista diferente, amado y odiado, un símbolo con el que el zaragocismo se identificaba en lo bueno y en lo malo, pero cuya salida acabó silenciada por el ruido del aterrizaje de Agapito y sus planes faraónicos.


Por su parte, Cani ganó prosperidad y tranquilidad a costa de abandonar el equipo donde completó su formación tras jugar en el Stadium Venecia y el Utebo. Le esperaba un lugar importante en un club emergente, ambicioso y con recorrido por delante, pero a Cani siempre le persiguió el fantasma de si había acertado en la decisión.