HISTORIA

Donde comenzó todo

El Guadalajara, rival zaragocista esta tarde, fue el equipo en el que militaron los hermanos Lapetra en su época universitaria, antes de dar el salto al Real Zaragoza. Ricardo comenta las peripecias en el conjunto guadalajareño. Tiempos estudiantiles, de viajes en taxi, costillas en La Morera y sueños por desprecintar

Ricardo y Carlos Lapetra, con la camiseta del Guadalajara.
Donde comenzó todo
HERALDO

A simple vista, un amistoso contra el Club Deportivo Guadalajara debería pasar absolutamente inadvertido para un zaragocista. Apenas se trata de un entrenamiento más para afinar la puesta a punto del equipo. Sin embargo, el rival de esta tarde está entroncado íntimamente con la historia del club aragonés. En el conjunto guadalajareño militaron los hermanos Lapetra antes de dar el salto a La Romareda. De hecho, las únicas camisetas que defendió en su trayectoria Carlos fueron las del Guadalajara, el Real Zaragoza y la selección española.

"Todo se dio por casualidad. Carlos y yo estudiábamos Derecho en Madrid. Jugábamos en la liga universitaria de fútbol. Había equipos de Farmacia, de Ingeniería Agrónoma... Un día nos propusieron hacer una prueba con el Guadalajara, que militaba en Tercera División. Sobresalimos desde el primer momento y fichamos", comenta.

Tiempos de juventud y de ardorosa pasión por el balón: "Muchos domingos jugábamos dos partidos en un día. Por la mañana, con los universitarios y por la tarde, con el Guadalajara. No nos cansábamos. Estábamos encantados".

Las exigencias académicas no permitían una participación regular en los entrenamientos y en los partidos con el Guadalajara: "Íbamos a rachas. En épocas de exámenes avisábamos con tiempo de nuestra ausencia y no había problema. Vivíamos en las instalaciones universitarias y teníamos campos de entrenamiento a unos metros, con lo que siempre estábamos en forma".

Los duelos con el Guadalajara no desprendían el perfume glamuroso de las posteriores batallas con el Zaragoza de Los Magníficos. Todo era más humilde: "Para desplazarnos a Guadalajara nos ponían un taxi. Nos enfrentábamos a rivales de los alrededores de Madrid. No había excesivo nivel futbolístico. Recuerdo especialmente que en los partidos que jugábamos como locales, solían ponerse unos coches en una loma que daba al campo. Cuando marcábamos un gol o hacíamos una jugada que les gustaba, tocaban el claxon sin parar".

El amor desprejuiciado por el balón era la gasolina que alimentaba a los hermanos. La recompensa económica asomaba como una motivación secundaria. "La ficha era simbólica y aumentaba un poco si ganábamos partidos. En época estudiantil, cualquier ayuda es buena. Solíamos gastarnos lo que percibíamos en una merienda-cena a la conclusión de los partidos. Siempre nos parábamos en el restaurante Las Moreras, situado en la carretera de Aragón. Pedíamos costillas de ternasco que estaban para chuparse los dedos".

El Guadalajara supuso el último escalón para que los Lapetra se aupasen al Real Zaragoza. La historia no tiene desperdicio: "Ferdinand Daucik entrenaba entonces al Atlético. Debía enfrentarse al Real Madrid en la Copa de Europa. Para preparar la eliminatoria, solicitó como sparring a una selección universitaria. Jugamos dos partidillos, uno en la Universidad y otro en el estadio Metropolitano. En seguida nos llamó Daucik para que ficháramos por el Atlético. Se lo comunicamos a mi padre, que al principio se mostraba muy reacio. Al final, cedió con una condición: debíamos hacer primero una prueba con el Real Zaragoza. Si el Zaragoza no nos quería, podíamos ir tranquilamente al Atlético. Para mi padre, lo primero era el Real Zaragoza. Hicimos la prueba... y el resto es historia".