ANIVERSARIO DE LA VICTORIA DE ESCARTÍN

Diez años de una hazaña deportiva

El próximo 20 de julio, se cumplen diez años de la victoria de Fernando Escartín en la etapa reina del Tour de 1999, la que finalizaba en Piau Engaly. El ciclista de Biescas narró en primera persona sus sensaciones y sus inquietudes a lo largo de aquella jornada, en unas reflexiones que quedaron recogidas en el libro 'Escartín. La vida cuesta arriba', del periodista Miguel Gay. Desde hoy y a lo largo de los próximos días Heraldo.es ofrecerá extractos de aquella narración.

El próximo lunes, 20 de julio, se cumplen diez años de la victoria de Fernando Escartín en la etapa reina del Tour de 1999, la que finalizaba en Piau Engaly. El ciclista de Biescas narró en primera personas sus sensaciones y sus inquietudes a lo largo de aquella jornada, en unas reflexiones que quedaron recogidas en el libro “Escartín. La vida cuesta arriba”, del periodista Miguel Gay. A lo largo de los próximos días Heraldo.es ofrecerá extractos de aquella narración.


Diez años de una hazaña deportiva

El 20 de julio de 1999, el ciclista aragonés Fernando Escartín logró su más destacada gesta deportiva -uno de los hitos del ciclismo moderno-, al sellar el triunfo en la etapa 'reina' de esa edición del Tour, la que iba desde Saint Gaudens a Piau Engaly, para completar 173 kilómetros, con la ascensión encadenada de los puertos de Ares, Menté, Portillon, Peyresourde, Val Louron y Piau Engaly, en donde estaba ubicada la línea de meta. La victoria le aupaba entonces al segundo lugar de la clasificación general.


CAPÍTULO 1

Gesto de gesta

 

"Lo había soñado muchas veces. Tantas que ni siquiera recuerdo cuándo empecé a hacerlo. Desde que daba mis primeras pedaladas por las cuestas de Biescas me imaginaba lo que era ganar una etapa del Tour de Francia. La carrera más importante del mundo. Los mejores corredores del mundo. ¿Cómo iba a pensar que algún día se haría realidad y, además, de la forma en la que se ha producido? Creo que todavía no soy consciente de lo que he conseguido; bueno, de lo que hemos conseguido, porque sin mis compañeros de equipo nunca podría haberlo logrado.


Hasta hoy, me comía las uñas oyendo cómo otros ciclistas explicaban la sensación que sentían tras ganar una etapa del Tour. Ahora, ya sé lo que se siente. Una alegría inmensa, una satisfacción todavía mayor y una felicidad infinita por todos aquellos que han confiado en mí desde el principio y me han acompañado y alentado desde la cuneta de la carretera, y hasta ahora no había podido corresponder como merecen. A todos ellos les dedico esta victoria".


La esposa del Rey, la dama, la etapa reina. A Fernando Escartín se le han acabado las ganas de soñar. A su impecable trayectoria deportiva, con un abrillantado palmarés de ciclista, le falta el sello del triunfo en una grande, en una de esas tres 'catedrales' del ciclismo: la Vuelta a España, el Giro de Italia y, sobre todo, el Tour. Y ha elegido la más dura, la más difícil: una jornada mítica, de las que te introduce por la puerta grande en la historia del Tour de Francia.


Escartín es un ciclista valorado, respetado. Se ha formado en la escuela de un maestro ilustre, Tony Rominger, que le ha ayudado a forjar madera de líder. Fernando compartió durante años habitación con el suizo. Y allí esculpió su vocación de jefe de filas, su mentalidad ganadora, su ambición deportiva. Responsabilidad que quiso asumir en un salto cualitativo: su ingreso en el Kelme de Álvaro Pino. Se 'crió' en el Clas y en el Mapei y ha alcanzado la madurez en su nuevo equipo, en donde ha adquirido galones de jefe de filas desde 1996.


Pero a lo largo de una trayectoria de admirable profesionalidad, Escartín tiene una espina: aún no sabe lo que es paladear el triunfo parcial en una grande. Tampoco en la más grande.


Ha merodeado por los escenarios del privilegio, ha sido brillante actor secundario, se ha desenvuelto con soltura entre los mejores, pero no ha sabido rematar. Este mismo Tour ha sido tercero en Sestrieres y tercero en el Alpe d'Huez. Hazañas al alcance de un privilegiado. Pero, demasiado fáciles de olvidar.


¿A qué le suena esa mañana la cima de Piau Engaly?

Es el atajo a la gloria; o más bien, la ruta de la ambición deportiva. El camino para dinamitar la carrera; y, ¿por qué no?, para intentar ganar el Tour. "El momento en que peor lo pasé -reconocería después el ganador de esa edición, el americano Lance Armstrong- fue el día del ataque de Escartín". Aún es más expresivo cuando se desahoga: "Tuve miedo de Escartín".


"¿Cuál es tu etapa preferida?" Y Fernando, a falta de menos de una semana para comenzar la ronda, sólo señaló un recorrido: el que iba de Saint Gaudens a Piau Engaly.


Ese 20 de julio, el pelotón se encuentra muy 'tocado'. Sólo los más fuertes se plantean la disputa de la etapa y la general. Atrás han quedado días y días de competición, de riesgos de caídas, de peligros de cortes por el viento, de ataques, de momentos malos... "La tensión con la que se vive el Tour no se ve en ninguna otra carrera". Y al final del túnel, muy al final, es posible atisbar la estación de Piau Engaly.


"Los Pirineos. Mis Pirineos. Por fin hacen acto de presencia en el Tour de Francia. Ya llevaba tiempo esperando que llegase esta etapa reina de alta montaña que tenía marcada en mi calendario.


Físicamente, me encuentro en un gran momento de forma. Casi me atrevería a decir que mejor que el año pasado. En esta ocasión, voy de menos a más, ya que estoy con más fuerza ahora que cuando cruzamos los Alpes.


Por todo ello, creo que estoy en disposición de luchar por entrar en el podio y, por qué no, de lograr la victoria de etapa. Ha llegado la hora y espero que todo salga como he soñado tantas veces".


Hace sol en Saint Gaudens. El sol, el calor, es el ambiente donde con mayor comodidad se mueve Escartín. Donde otros se funden, él encuentra una indumentaria más cómoda, un traje a medida para sacar lo mejor de sí mismo. Con la lluvia, las piernas del aragonés no van, no andan de la misma forma. Y, además, se multiplica el riesgo de sufrir una caída. No hubiera sido bueno para el día elegido. Un suspiro.


Ha cumplido con el protocolo clásico. Quien le conoce no le ha dirigido la palabra. Está muy concentrado. ¡Como siempre...! No, como siempre, no. O sí. No lo sé: la exigencia es máxima cuando llega su terreno, la montaña. No se hacen concesiones. Desde primera hora de la mañana, la mente prepara al cuerpo.


Sí. Pero hoy hay algo más. Es cariño: en cada carrera, marca con una equis una etapa. Una. Y, en su entorno, todos saben que hoy es el día. Hay algo en esa mirada: no es instinto asesino, pero sí ambición. Ganas de ganar y de romper, por fin, con el maleficio.


Saber mirar te deja ver en una mirada: hay miradas de odio y de amor; de pena, de reproche; hay un brillo en los ojos que encuentran ternura; repele la mirada babosa del husmeador de placer; hay miradas fuertes y otras que no sujetan una mirada. Y hay reflejos del alma que se escapan por los ojos: la seguridad envuelta de ambición, el día de la oportunidad, ése que no voy a dejar escapar.


Han bajado a desayunar como siempre: tres horas antes del inicio de la carrera. A continuación, preparan la maleta que los auxiliares les llevarán al hotel cercano a la ciudad en donde está ubicada la meta. Un mecanismo casi tedioso. También se visten. Fernando no es supersticioso: hay ciclistas que se llenan de colgantes, estampas... Él no; y, sin embargo, esa mañana rompe con su forma de ser natural: aquel día escoge la camiseta interior de tirantes. La misma que llevaba cuando ganó dos etapas en la Vuelta a Asturias y otros dos en la Bicicleta Vasca este mismo año.


Cuando queda hora y media para el arranque de la jornada se produce la última toma de contacto entre el director y los corredores. La reunión previa al inicio de la etapa es el dibujo de la estrategia: la ambición por plasmar en la carretera los ideales de la escuadra. La ruta y los rivales se ocuparán de estropear ese ciclismo utópico. O no...


El director, Álvaro Pino, plantea su visión de la etapa: Kelme saldrá al ataque. Hay ciclistas preparados para acudir a cada movimiento del pelotón. Cuantos más logren ir por delante, más ayuda podrán prestar a Escartín en el asalto final: el gallego propone un ataque de su líder en Val Louron. "Demasiado cerca de meta", se queja Fernando. "Hay que intentarlo de más lejos. Desde el Peyresurde". A Pino no le convence, aunque se trata de una cuestión que se resolverá conforme se vaya desarrollando la carrera. "Ánimo, Fernando. Nos tienes a todos a tu disposición".