PARTIDOS AMISTOSOS

Claros y oscuros

El Zaragoza, inmerso en pleno proceso de construcción, demostró estar lejos del equipo que pretende Marcelino.

Calor, cansancio acumulado, falta de rodaje y todavía pocas horas de práctica bajo la batuta del nuevo entrenador, son algunos atenuantes que, como va a suceder durante todo este verano, cabe aplicar al Real Zaragoza que ayer perdió ante el Villarreal en Teruel en su segundo bolo estival. Pero, al margen de estas disculpas, años luz le restan a Marcelino para lograr hacer del actual Zaragoza un equipo acorde a su patrón de juego y hechuras futbolísticas. Y, esa distancia enorme que ahora separa al cuadro zaragocista del ideal del asturiano, abarca tanto a las piezas del puzle (faltan y sobran aún unas cuantas) como al método táctico que han de aplicar los once que en cada momento estén en el campo. Cierto es que, el de ayer en Teruel, era solo el segundo amistoso de verano -y además ante todo un subcampeón de Liga-, pero evidenció que a García Toral le faltan muchas clases de adoctrinamiento intensivo hasta que consiga meter en vena a este grupo (o al que le construyan Agapito y Herrera de aquí al dia 31) lo que trae en su librillo.

Sin hacer nada del otro mundo, un Villarreal muy descabezado, sin sus tres campeones de Europa -Cazorla, Senna y Capdevila-, sin los olímpicos Rossi y Altidore, sin el operado Nihat, sin el tocado Josico y sin el lesionado de última hora Cani, fue claramente superior a un alborotado Zaragoza, sobre todo en la primera mitad.


Y eso que los castellonenses mostraron diversas carencias y desajustes propios del tiempo de pretemporada que viven todos los equipos en estas fechas, especialmente en su zona defensiva, y no pudieron cambiar el equipo al completo en el descanso -por falta de efectivos- tal y como sí hizo Marcelino.

Mala defensa

En esa primera parte, los de Pellegrini salieron avasallando y, además del gol de Godín en el minuto 9 a la salida de un córner (qué mal sigue defendiendo el Zaragoza los balones parados en estrategia del rival), bien pudieron ponerse con una diferencia mayor en el marcador en el primer cuarto de hora si Matías Fernández, Pirés y Eguren hubieran estado más atinados en el momento del remate ante la portería de Jorge Zaparain. Luego, aunque el Villarreal bajó el pistón hasta el descanso y el equipo aragonés se cuadró un poco mejor sobre el buen césped de Pinilla, los de Marcelino fueron incapaces de generar un solo minuto de combinación digno de reseñar. Fueron todo arreones individuales de un móvil -pero muy desacertado- Coentrao y del espoleado Braulio, que quiso reivindicarse y, por momentos, fue el que más cosas aportó al inconexo equipo zaragocista. Se pensó siempre en ejercer la presión, en colocarse bien sobre el tapete, pero se olvidaron demasiado del balón y de llegar al área rival como Dios manda. Fue un primer tiempo con más esgrima que golpes, con más teoría que práctica a la vista del público.


Ni Gabi (ayer empezó como pivote, en su sitio natural, con Generelo volcado a la banda derecha), ni Luccin fueron motores creativos. Oliveira estuvo ausente, como Gene. Así que fue difícil ligar una sola jugada mínimamente válida y plausible. Los que más tajo tuvieron fueron los de atrás, con Ayala aplicando contundencia para salvar las carencias de una línea donde Cuartero acusó sus diez meses de baja, Pavón alternó errores y aciertos y el chaval Víctor sufrió mucho con Matías Fernández.

 

Fue un partido mucho más serio que el de la semana pasada en Miranda y eso, al menos, dio valor a las cosas que fueron saliendo bien a lo largo del choque: alguna que otra fase de presión en la medular, el orden y la colocación del las líneas en varios tramos del duelo y, sobre todo, la velocidad y visión de Ewerthon.


Mejoría



Porque, efectivamente, tras el descanso el Zaragoza mejoró ostensiblemente. Verdad es que el Villarreal, muy agotado y sin demasiados recambios en el banquillo, notó mucho el desgaste físico. Pero también lo es que la presencia de Zapater e Hidalgo en el centro del campo, la actividad y el tino de la dupla atacante que marcó 41 goles hace tres años (Ewerthon-Diego Milito) y la mayor solidez del nuevo cuarteto defensivo (Valero, Goni, Sergio Fdez., Paredes) dotaron al equipo de más empaque.


Por eso llegó el empate, en una jugada en la que Ewerthon asistió al hueco de cabeza a Milito para dejarle solo ante Veira, y por eso el Zaragoza pudo plantar cara a un rival más hecho y mejor ubicado en la pizarra a lo largo de todo el encuentro (aunque, curiosamente, Marcelino destacó al término del lance que le había gustado más la primera mitad).


Pero, globalmente, el equipo blanquillo dejó el poso de un equipo que está cogido con pinzas y que todavía no puede aplicar en un partido de verdad los muchos cambios que pretende introducir Marcelino.


Son tantos los vicios que tiene este equipo adquiridos durante el nefasto año pasado, que a cualquier nuevo entrenador le causaría respeto intentar eliminarlos o edulcorarlos. Marcelino, razones poderosas tiene para ello, está apechugando con la tarea. Pero ayer en Teruel frente al subcampeón del fútbol español, muchos futbolistas del Real Zaragoza se encargaron de demostrar a su nuevo maestro que va a ser cruda labor adiestrarlos bajo las nuevas formas que deben imperar en la táctica y el juego del equipo en Segunda.


Cuando, como el año pasado, el partido se encaminaba hacia la tanda de penaltis, Joseba Llorente marcó el gol del triunfo levantino que hizo justicia a lo visto en Pinilla. El público acudió en menor número que en la anterior edición de este choque y tuvo la ocasión de ver el regreso de Cuartero y Sergio García al equipo blanquillo.


El Real Zaragoza encara desde mañana la tercera fase de esta pretemporada con la minigira gallega donde tres partidos más van a testar la progresión del método de Marcelino entre sus alumnos. Ayer, en el choque de mayor calibre de este verano, el aprobado justito suena como esa nota que el evaluador concede a un alumno que anda demasiado justito en la primera evaluación a expensas de que se anime y mejore con el paso de los meses. A ver si es verdad.