REAL ZARAGOZA

Buenos aires

El Zaragoza interpreta su mejor versión en su visita a Getafe. Suazo, con dos goles, y Roberto, con grandes paradas, protagonistas.

Nada hacía presagiar una jornada benigna para el Real Zaragoza. Ni los antecedentes, ni el estado de salud del equipo, ni la ventosa metereología. En ese escenario tan inquietante se levantó por fin el conjunto de José Aurelio Gay. El revés encajado frente al Sporting conminaba a una reacción drástica y urgente. Dicho y hecho. El Coliseum Alfonso Pérez asistió a la actuación blanquilla más solvente del ejercicio. Un trabajo coral y efectivo que insufló credibilidad y confianza a un colectivo severamente lastimado.

Los traviesos aires que azotaron el estadio getafense le sentaron de maravilla a los aragoneses. Ingresaron en el campo con el peso de la duda y lo abandonaron reafirmados en sus condiciones. Manteniendo esa línea de rendimiento se adivina inminente la huida de la zona pantanosa de la clasificación.


Simplificando el fútbol hasta su expresión más básica, un equipo debe erigirse sobre dos premisas innegociables: un portero aseado y un delantero centro hambriento y letal. El Zaragoza ha carecido de estos dos elementos durante gran parte de la temporada. Una rémora demasiado gravosa en la elite. El mercado invernal acudió al rescate para taponar estas vías de agua.


Si sabido era el salto de calidad que suponía Humberto Suazo en la vanguardia, ayer se comprobó el aporte de Roberto en la zona de retaguardia. El guardameta madrileño por fin ha destronado a Juan Pablo Carrizo. La indefendible colección de errores del argentino le han condenado, tal vez con tardanza, pero su titularidad se había tornado insostenible.


Se trata de un solo partido pero en esos 90 minutos Roberto se ha revelado como un bálsamo instantáneo. Realizó cuatro intervenciones de mérito a disparos de Parejo, Soldado (2) y Pedro Ríos. Más allá de estas felices acciones, no dibujó el menor atisbo de vacilación. Una seguridad de la que se empapan el resto de líneas. Si no rebaja el listón, la puerta es suya.


Roberto evita goles y el Chupete Suazo los captura a pares. Aterrizó con fama de matador y ha superado las expectativas generosamente. El chileno, que abrazó con ternura a las víctimas del terremoto en su país en cada celebración, trasciende al cometido del goleador. Solidario en el esfuerzo y asido a una fe inquebrantable, planea y persigue jugadas con una voracidad admirable. Conmueve imaginar el tormento al que somete a sus marcadores. Las dos dianas en Getafe conforman un libro abierto de sus virtudes: persistencia, potencia y definición.


Precisamente la única inquietud que arroja el triunfo se centra en la sobrecarga muscular en los isquiotibiales del muslo izquierdo que sufrió el ariete. Asusta imaginar un once sin él. Un resfriado de Suazo es una señora pulmonía en este Real Zaragoza.


Alrededor de esta pareja de protagonistas, emergió un ejército con menos brillo pero fundamental para acometer la hazaña de profanar por vez primera el Coliseum getafense. Matteo Contini sigue opositando al cargo de caudillo de la zaga. Mano de hierro sin guante de seda, desquició a Roberto Soldado. Una ilustre víctima más a una lista que engorda jornada tras jornada.


Al margen de las individualidades, lo que reconforta al zaragocismo es el perfume a bloque compenetrado y adulto que desprendió el equipo. A buen seguro, el Zaragoza que se vio en Getafe dista muy poco del ideal planeado por José Aurelio Gay. Una confirmación que se produce en la antesala de un temible tramo del calendario, con visitas consecutivas a La Romareda de transatlánticos con el poderío del Atlético de Madrid, Barcelona y Valencia.


Soplan buenos aires.