DIARIO DEL MUNDIAL

Brasil amenaza a Maradona

La selección de Carlos Dunga parece la más fuerte de todas: mezcla trabajo, orden defensivo y una increíble capacidad goleadora.

Brasil amenaza  a Maradona
Brasil amenaza a Maradona

Se toma el Mundial dos días de respiro cuando ya solo tiene ocho equipos en busca de la final. Cayeron dos favoritos, Italia e Inglaterra, y estalló de ira y veneno un equipo herido por dentro, Francia. África, hecha la salvedad de Ghana, no parece el recambio de nada: a sus futbolistas les sobra condición física, pero les falta estructura de equipo y, sobre todo, gol. He aquí un repaso de los aspirantes.

Brasil. Sin duda, a pesar del fútbol ramplón y conservador que ha mostrado, partido tras partido, parece el máximo favorito. Es un bloque muy sólido, con un gran sentido táctico, un despliegue físico que recuerda a la Alemania más rocosa, a la vieja Checoslovaquia, y que además tiene una pegada demoledora. Trabaja, defiende, recupera, fatiga al contrario y cultiva la táctica del espejismo: cuando cree su rival que su fútbol es meritorio y que puede aspirar a la victoria, Brasil suelta un zarpazo, y luego otro y otro, y golea con comodidad. Y no solo eso: parece que el melancólico Kaká da muestras de recuperación y se percibe el gran cambio de Robinho: no solo es el practicante de eslalons sino que es un jugador de club, proclive a marcar y a realizar espléndidos pases. Brasil no titubea en ninguna de sus líneas: posee un gran arquero, Julio César; Juan realiza el torneo de su vida; Melo y Gilberto Silva empatizan en la destrucción del juego enemigo, y Luis Fabiano marca con tanta eficacia como indisimulado desdén. Y además poseen el mejor carrilero del campeonato, Maicon, y han descubierto a una figura en ciernes: Ramires. Brasil es, sin duda, la máxima favorita.

Argentina. Se ha abrazado a Diego Armando Maradona, a quien todo se le permite. Es capaz de fumar un puro, de vestir con traje de predicador, de besar a todos sus hombres y de convencer a Jonás Gutiérrez que no debe jugar ahora, que no está bien o que su juego no es lo que necesita el equipo. A su sombra, Argentina crece, aunque no parece comparable a Brasil: sus centrales son irregulares, Burdisso, o el fallón, y a la vez goleador, Demichelis; el centro del campo pone más tesón que buen fútbol; Messi es la referencia, pero pareció sin luces y cansado en el último partido, y Tévez e Higuaín siempre están ahí: dispuestos a olisquear el gol, capaces de reventar la noche y el mundo en una de sus apariciones por sorpresa. Argentina, aburrida y sin demasiada imaginación, vive enganchada a Messi y a su facilidad creadora. Rabioso, es como un bailarín en el scalextric.

Alemania. Es un equipo joven, con una media de edad de 25 años, que ha tenido momentos maravillosos. Juega al fútbol con pasión, con clase, con un talento que hacía tiempo que no se le veía. Línea a línea es un elenco homogéneo, ordenado -ordenado en la media, sobre todo, por Khedira y Schweinsteiger, que ha encontrado su sitio en la media, aunque no sea Overath, ni Bonhoff, ni Becekenbuer, ni Magath, ni por supuesto Mathaus, por citar algunos ejemplos-, pero además tiene electricidad y dos futbolistas de gran porvenir: Ozil y Müller. Ante Inglaterra mostró sus dos caras: buen contragolpe y fantasía, y una inclinación a desmoronarse, a irse del partido de manera bastante gratuita e inmadura. Esa actitud desata algunas sospechas y suspicacias.

Holanda. Ha sido un equipo correcto, sin más, nada que ver con las 'Holandas' de los años 70 y 80. Un equipo donde es más importante Van Bommel que Elia, por poner un ejemplo, no parece concebido para emocionar. En cambio, ha ganado sus partidos con sosiego, sin llamar la atención, sin deslumbrar casi nunca, pero con oficio. Con mucho oficio. Ahora ha recuperado a Arjen Robben, y él es como una flecha: pertenece a esa estirpe de jugadores que desbaratan lo previsible. Y ante Brasil, Holanda amanecerá con el cabreo del quejicoso Van Persie.

Uruguay, Paraguay y Ghana. Son selecciones distintas y a la vez semejantes. Uruguay estuvo a punto de tocar fondo, y se agarró a la clase de Luis Suárez más que a la de Diego Forlán; Paraguay es un equipo sólido y trabajador que tembló ante Japón, y Ghana tiene algo de promesa indefinida: es el equipo de la esperanza, el equipo físico, el de los atletas inalcanzables que fallan ante la portería.

España. Ha ido a más partido a partido. Ha dado algunos síntomas preocupantes, entre ellos la irregularidad de Casillas (no es el mayor problema, pero algo le pasa: no está en su mejor momento, y el partido contra Portugal fue un nuevo ejemplo), le ha costado encontrar su estética de creación, el desparpajo, la belleza de su tiralíneas, el derroche de combinaciones y control. El choque con Portugal ha sido muy esperanzador: pasó algún instante a la deriva, pero también alcanzó su mejor nivel con un Xavi entonado y mandón, e Iniesta, algo incómodo en la derecha. España realizó fútbol de escuela, bellamente trenzado, fútbol cuajado de recursos y de talento, fútbol que tiende al éxtasis soñado. Esa España, que está maltratando injustamente a David Silva, debe mirar hacia la semifinal sin arrogancia. Ahora a acerca ante un desafío: debe acabar con la vieja maldición de cuartos.