REAL ZARAGOZA -

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La suplencia en Córdoba de Oliveira y Ewerthon es una decisión de efectos imprevisibles.

Ricardo Oliveira y Ewerthon comparten suplencia en El Arcángel cordobés
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OLIVER DUCH

¿Cuál es el precio de un gran reserva? Marcelino García Toral guardó a Ricardo Oliveira y Ewerthon en Córdoba y lo pagó con una derrota mediocre que ha reestablecido el escepticismo y las peores impresiones en torno al equipo. Por mucho que el técnico asturiano se sacara del bolsillo los nefastos precedentes de Girona o Vigo para justificar que los brasileños no impiden los ridículos, el lujo inoportuno de reservar a la vez al Pichichi y al mejor jugador de la categoría fue una concesión demasiado generosa para el rival.


Para encontrar las razones de la inesperada maniobra, debe acudirse al debate generado la pasada semana en torno a Braulio y su pujanza. Era evidente que el canario se había rodeado de méritos y argumentos sólidos para alistarse en la titularidad por causa de pura justicia y sensatez. Especialmente, si su curva de nivel se cotejaba con los últimos rendimientos de Ewerthon y Oliveira. Ese declive de los brasileños se ha venido acentuando cuando el Zaragoza se alejaba de La Romareda. "¿Dónde han estado hoy los de la pegada?" fue el primer misil que disparó Marcelino a los brasileños. Lo lanzó en Girona, hace dos meses.


Desde entonces, ante el creciente fútbol deshinchado de los brasileños fuera de casa, Marcelino veló sus mensajes verbales, pero comenzó a madurar la posibilidad de enviarles otro más transparente y acusatorio: sentarlos en el banquillo. El órdago de Córdoba no es pues ninguna carta al aire sino una decisión reflexionada y advertida.


Pero no se trata de una suplencia cualquiera, sobre todo, cuando afectó por duplicado a Oliveira y Ewerthon. La elección de Marcelino fue una mezcla de osadía, excentricidad, impertinencia y temeridad que ha acabado por convertir una decisión convencional en un asunto de efectos imprevisibles. Siempre se ha considerado el banquillo como un reposo encarcelado. A todos los futbolistas les quema esa suplencia, especialmente si es forzosa o se le asignan funciones medicinales, como buscó Marcelino en Córdoba con la sentada de Ewerthon y Oliveira. Sin embargo, la suplencia permite diferentes grados de tolerancia y no todos los futbolistas la toman igual. Cuestión de jerarquías…


Sin duda, en el castigo de Córdoba, Ewerthon y Oliveira se sintieron escocidos y fuera de lugar. No estaban solos, pues les rodeaban otros futbolistas que, por salario, trayectoria o experiencia, cuentan con un peso grueso dentro del equipo, como Zapater o Paredes.


Pero el caso simultáneo de los brasileños merece la atención que le corresponde al rango estelar que cumplen uno y otro dentro del equipo. Ampliando el plano a toda la temporada, ambos han cumplido como flotadores del Real Zaragoza. Sus goles han servido con excesiva frecuencia para camuflar los defectos y cuesta imaginarse dónde estarían los de Marcelino sin los goles de esa pareja atómica.


En cierta medida, pese a su recesión goleadora. Ewerthon y Ricardo Oliveira siguen siendo la mejor garantía de Marcelino. Dentro de un equipo cuestionado de calidad, nadie como ellos ofrece mayor seguridad. Precisamente en ese punto nace y acaba el riesgo de la revolución de Marcelino en Córdoba. ¿Cómo digerirán Ewerthon y Oliveira haber quedado señalados al sol? ¿En qué dirección tratará Marcelino de gestionar el asunto? ¿Perseguía el técnico algún propósito más allá del estímulo de sus dos delanteros de cabecera?


Se anuncian días de charla, palmada en las espalda y cuidados intensivos. Marcelino sabe bien que ha agitado un material sensible y seguro que no desea que se transforme en material inflamable.