baloncesto
Casademont Zaragoza: ¡salvados!
El equipo aragonés alcanza una permanencia agónica en la Liga Endesa, tras una temporada de suspenso.
El Casademont superó este sábado al UCAM Murcia y alcanzó, por fin, su salvación matemática en la máxima categoría nacional. Lo hizo tras una temporada de suspenso, para olvidar, con el equipo lastrado por su indolencia, su inconsistencia y su manifiesta irregularidad en la mayoría de sus actuaciones. La permanencia, de hecho, ha sido la única noticia positiva en el curso actual, después de un recorrido tenso, inquietante, doloroso, agónico, de permanentes dudas y errores, de importantes desaciertos –dentro y fuera de la pista– que dejaron al equipo expuesto al fracaso hasta el último instante de la temporada. Víctima de una desnortada planificación deportiva, el conjunto aragonés ha transitado permanentemente por el alambre, atormentado por su particular caída al abismo, en un curso de continuos volantazos, despidos y contrataciones que han afectado a jugadores, entrenadores e, incluso, a la dirección deportiva de la entidad.
El club ha vivido instalado en un volcán enfurecido, devastador, que se ha cobrado un reguero de víctimas en una temporada especialmente convulsa: el Casademont ha acometido hasta 16 cambios en el presente ejercicio para intentar modificar su deficiente trayectoria. Al final alcanzó su propósito, que pasaba por la salvación, pero a un coste muy elevado en el aspecto económico e institucional, al margen de haber soportado un distanciamiento con la afición –su principal activo– que tardará tiempo en ser subsanado.
La negativa racha del equipo, siempre marcado por los rigores de la clasificación, terminó de erosionar la figura del director deportivo, Pep Cargol, quien fue despedido el pasado mes de febrero para ser reemplazado por Toni Muedra. Antes, el club había incorporado a Adam Waczynski, Kenan Sipahi y Deon Thompson para suplir a los lesionados Santi Yusta, Jamel McLean y Omar Cook; y, posteriormente, el equipo se había reforzado nuevamente con el fichaje del base estadounidense Jordan Bone. Sin embargo, Sipahi y McLean abandonaron la entidad, señalados por su bajo rendimiento; Javi García –una de las mayores promesas del baloncesto nacional– se marchó cedido al Levitec Huesca; mientras que Jaume Ponsarnau, el entrenador que comenzó la temporada, fue sentenciado en marzo tras la contundente derrota en casa ante el Tenerife (62-77).
El técnico abandonó el banquillo después de haber dirigido 29 partidos oficiales de los zaragozanos -23 de la Liga Endesa y 6 de la FIBA Europe Cup-, con un balance desalentador: el equipo se hallaba entonces a una sola derrota del descenso, además de haber caído a las primeras de cambio en la competición continental. En Europa fue eliminado tras haber sumado dos únicas victorias durante la primera fase del torneo.
El conjunto aragonés inició su participación en Rusia, en la pista del Avtodor Saratov, con una contundente derrota (100-80). Luego superó al Hapoel Gilboa (90-91) en Israel, pese a jugar otro mal partido, y claudicó después en Italia contra el Reggio Emilia (76-67). Lejos de reaccionar, el Casademont comenzó la segunda vuelta con otro revés frente a los rusos (86-92), ahora en el pabellón Príncipe Felipe; para cerrar su participación en el torneo con un tropiezo en casa ante los israelíes (78-80) y un triunfo ante los transalpinos (82-77).
Llegó entonces el nuevo entrenador, Dragan Sakota, quien finalmente ha sellado la salvación, aunque con una dificultad manifiesta. El serbio se incorporó al Casademont para los últimos diez partidos de la competición regular, de los que ha ganado cuatro. Debutó en Burgos, el 25 de marzo, con una actuación muy deficiente ante un rival directo en la lucha por la salvación (78-56); y el equipo perdió después ante el Joventut de Badalona (63-77) y el Real Betis (79-69), emitiendo señales muy preocupantes en los dos lados de la pista. Hubo, entonces, nuevas modificaciones en el cuadro aragonés: se marchó el pívot Ramón Vilá, quien fue sustituido por Jaime Fernández –el canterano, cedido en el Levitec Huesca, regresó al a plantilla aragonesa–; se reforzó el perímetro con las incorporaciones de Sean Kilpatric y de Frankie Ferrari ; y, además, se fortaleció el juego interior con la contratación del pívot Cristian Mekowulu.
A partir de ahí, el Casademont sí ofreció algunos destellos ilusionantes, que se tradujeron tres victorias consecutivas –Obradoiro (80-73), Barcelona (76-71) y Breogán (82-86)–. Más tarde, sin embargo, las derrotas ante el Bilbao (80-82) y el Baskonia (91-59) acentuaron las dudas, el desconcierto y la ansiedad de los zaragozanos, quienes, de hecho, quedaron en una situación de máximo riesgo el pasado martes, después de claudicar en casa contra el Andorra (80-83). Al menos, fue capaz de ganar ayer en Murcia, en una cita ya definitiva, y de esta forma abrochar por fin la permanencia en la máxima categoría nacional.
Angustioso recorrido
En su angustioso recorrido hacia la salvación, el Casademont sí ha tenido un asidero sólido al que agarrarse: el ejemplar comportamiento de sus seguidores; una afición que, pese a los continuos contratiempos del equipo, siempre ha mantenido intacta su grandeza y ha emergido con fuerza, sobre todo, en los momentos de mayor necesidad. En un curso de intermitencias, altibajos y grandes decepciones, ha sido en casa donde los aragoneses han edificado la permanencia en la máxima categoría: de sus 12 triunfos, hasta ocho los han facturado en el pabellón Príncipe Felipe, donde, salvo excepciones, sí han exhibido su versión más sólida y eficaz.
Perder la categoría hubiera supuesto un descalabro mayúsculo, de consecuencias devastadoras, para un club oprimido, además, por una delicada coyuntura económica derivada del coronavirus. Se alcanzó, finalmente, la salvación, pero el descenso quedó, de nuevo, a escasos centímetros de distancia. Convendría no olvidarlo, y volver a construir.
