baloncesto

La FIBA sigue en deuda con Zaragoza

El Casademont falla en su intento de colarse en la final para conquistar la Champions. Todavía no se ha saldado el déficit histórico de la final de la Recopa de 1991.

Dylan Ennis intenta superar la defensa del Pinar Karsiyaka.
Dylan Ennis intenta superar la defensa del Pinar Karsiyaka.
BCL

Treinta años después, la deuda sigue sin estar saldada. Entonces, en 1991, el equipo de Zaragoza, entonces el CAI Zaragoza (CBZ), fue atracado en Ginebra por un PAOK de Salónica que solo podía ganar como ganó, a punta de pistola. Invasión de la pista, invasión de la grada, invasión del marcador... Tres décadas después, la FIBA ha mejorado la organización, los protocolos, los escenarios. Ya no se jugó en la capital helvética. No es la Euroliga ni la Eurocup, pero la Baskeball Champions League (BCL) ha adquirido un sólido prestigio. El Casademont Zaragoza pretendía conquistar el título en el que ha enfocado toda su temporada, pero ayer volvió a recibir un nuevo desprecio del baloncesto encarnado en un experto equipo turco, el Pinar Karsiyaka.

Superados los nervios de la primera vez, la Final a Ocho jugada en septiembre donde también fuimos eliminados en semifinales, la actual parecía la Final a Ocho propicia para penetrar definitivamente en la élite europea. Así llegó un primer cruce, el de cuartos de final, en el que el Casademont supo voltear situaciones adversas generadas por un rival que además ejercía de anfitrión, como el Nizhny Novgorod,

La segunda prueba resultó más difícil todavía. Llegaba a la cita el Casademont en gran forma. Luis Casimiro había conseguido reactivar un conjunto que había visto pasar antes a dos entrenadores, más el ínterin de Lamúa. Muchas temporadas en una solo temporada... Pese a todo, el Casademont persiguió el partido soñado. Salió enrevesado, con un primer cuarto errático, sin capacidad de anotación y pusilánime en defensa. Creció la dureza defensiva en el segundo cuarto, en el que el Pinar Karsiyaka no pudo anotar en los cinco primeros minutos. El parcial 9-0 acercaba a los aragoneses en el marcador (26-29), pero al descanso la ventaja seguía siendo otomana (33-43). Sí, solo 33 puntos en 20 minutos. Cuando había que meter, se encogió la mano.

El tercer cuarto fue excelso del Casademont. Fluía el balón en ataque, encontrando fértiles focos de anotación en Harris y Wiley, acertados refuerzos en un tiovivo de fichajes que no ha cesado a lo largo del curso. El Casademont había hecho lo más difícil, darle la vuelta al marcador ante un rival placeado en Europa. El 60-57 al final del tercer acto subrayaba un cuarto para enmarcar (27-14).

Pero todo se desvaneció al final. Quizá suene oportunista, pero los árbitros no se atrevieron a pitar la quinta falta a Morgan cuando quedaban cinco minutos. Hablar de los árbitros no suele ser bueno. Denota que poco hay que hablar del resto. Y es que, poco hicieron. Ni Barreiro, ni Benzing, ni Hlinason, ni Rodri, ni Sualimon, ni Ennis (0 de 5 en triples en el esperado gran día...). Y los que rindieron (Harris, Wiley y Brussino), aportaron de verdad antes de los instantes finales, donde todo se jugó, donde todo se perdió. Así cayó el Casademont. Europa sigue en deuda con Zaragoza.

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