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Radovic, el silencio del héroe

El ala-pívot coronó su actuación con 22 puntos y 27 de valoración que lo confirman como una garantía de fiabilidad en la pizarra de Fisac.

Nemanja Radovic, ala-pívot del Casademont Zaragoza.
Nemanja Radovic, ala-pívot del Casademont Zaragoza.
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Debajo del aro se puede gobernar como un martillo gracias a los músculos, los kilos y los centímetros o se puede hacer como un florete, con talento, clase y conceptos. Por intimidación o por iluminación. No hace falta subrayar en qué grupo se clasifica Nemanja Radovic, quizá el jugador prototipo de lo que un entrenador como Porfirio Fisac puede hacer mejorar y progresar una individualidad a base de cimientos tácticos y cultura colectiva. Radovic abanderó la victoria del Casademont en la cancha de Estudiantes y eso, que su nombre se ponga por delante de todo y de todos, ya posee un significado que va más allá de lo usual.

El alero montenegrino se ha construido un rol como complemento de lujo en los engranajes del equipo zaragozano. Siempre en segundo plano, sin focos, sin grandes números, pero sumando, a su manera, con puntos, con canastas clave, cargando el rebote, con un palmeo oportuno y puntual… Su baloncesto es el de los héroes silenciosos. Casi nunca falla, casi siempre está ahí aunque no lo veamos, aunque su registro de estadísticas no lo alumbre.

Pero sería complicado entender este Casademont sin esta figura barbada, de talento balcánico y astucia refinada. Un jugador intuitivo como pocos en el que se esconde un valor esencial en el baloncesto: la fiabilidad. Nemanja Radovic es garantía de por vida. Una póliza de seguro a todo riesgo al servicio de su equipo. En pocas citas, el montenegrino llega a deshora. Puede que no lo veamos, pero casi siempre está ahí, buscando rendijas en la pintura, peleando posiciones en las que solo él cree, flotando entre sombras y esquivando la metralla de las defensas rivales. Bajo el aro es un fantasma que nadie siente, ni adivina.

Sin embargo, en Madrid, en la pista del colista, se encargó por una vez de aparecer en los titulares principales, abriendo el telediario en la victoria. Radovic se dejó ver a la luz de todos: le zurció 22 puntos a Estudiantes, subió hasta 27 de valoración, capturó 6 rebotes, firmó un impecable 9 de 12 en tiros de 2… Pero lo más importante de todas estas sumas fue el cuándo: en los momentos en los que su equipo más lo necesitaba. En el tercer cuarto, para resistir el empuje de Estudiantes. Y en la tramo final para limpiarle la pista de despegue al Casademont en su vuelo hacia la victoria. A todo ello, agregó sus aportaciones habituales, su vena de guerrero montenegrino, su baloncesto de capa y espada.

A sus 28 años, Radovic ha alcanzado el punto de la exacta madurez. Como tantos otros jugadores en este Casademont, se ha descubierto al mundo con mucho más de lo que se pudo intuir en él cuando llegó, tras su paso por Murcia u Obradoiro. Radovic representa la viva exposición del baloncesto de Porfirio Fisac: un equipo al servicio de las individualidades mucho más que unas individualidades al servicio del equipo. Radovic es uno más de sus héroes silenciosos.

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