Diario de una aragonesa en Oremburgo

La zaragozana Cristina Ouviña disputa en la lejana ciudad rusa, casi fronteriza con Kazasjistán, su primera temporada en el Nadezhda, uno de los clubes más potentes del país.

Cristina Ouviña, en un partido con la camiseta granate del Nadezhda de Oremburgo.
Cristina Ouviña, en un partido con la camiseta granate del Nadezhda de Oremburgo.
Anne Perrinet

Hace (muchísimo) frío, prácticamente nadie habla inglés, su casa queda a más de 5.000 kilómetros y volver a Zaragoza le cuesta, aproximadamente, 18 horas. Pero Cristina Ouviña es feliz jugando al baloncesto en Oremburgo. La base aragonesa disputa su primera temporada en el Nadezhda de la citada ciudad rusa, que se ubica al sur del país, a menos de 100 kilómetros de la frontera con Kazajistán. Oremburgo es una ciudad transcontinental, situada sobre ambas riberas del río Ural, que marca la división entre Europa y Asia. La mayor parte de la urbe se encuentra en la ribera norte (Europa), pero un suburbio es asiático, al estar en la otra orilla del río.


La vida allí es muy distinta a la de Zaragoza. "El día a día es duro. Nadie habla inglés e incluso mis compañeras rusas no tienen un inglés fluido. Los viajes en un país tan grande como Rusia son eternos y eso, sumando al cambio horario (cuatro horas más que en España), implica que cuando viajamos a jugar por Europa, con partidos a las 20.00, para nosotras son las doce de la noche. ¡Tu cuerpo solo te pide descansar, no jugar un partido de baloncesto!", relata Ouviña desde Oremburgo. "Y del frío ya ni hablamos… ¡hemos llegado a estar a -32 grados!", asegura la jugadora de 26 años.


Cristina Ouviña, convertida ya en una trotamundos del baloncesto europeo, llegó este verano al Nadezhda de Oremburgo después de cuatro temporadas en el Wisla-Can Pack de Cracovia. La presencia del técnico español Roberto Íñiguez en el banquillo y las notables actuaciones en los duelos que enfrentaron a los dos equipos el año pasado en la Euroliga despertaron el interés del potente club ruso por la base zaragozana. "Siempre es importante tener a alguien de tu mismo país en el equipo y, si es el entrenador, mucho más. Sé lo que quiere de mí y lo que quiere del equipo. Para él es su segundo año y fuera de la cancha también está siempre para ayudarme", explica sobre el importante rol de Roberto Íñiguez (nuevo seleccionador de Montenegro) en su día a día.


El Nadezhda camina tercero en la clasificación del campeonato doméstico y segundo en el exigente grupo B de la Euroliga femenina. Todo ello con el apoyo de una masa social "importante", ya que Oremburgo, una ciudad de un tamaño similar a Zaragoza, "solo dispone de equipos de fútbol y baloncesto femenino", tal y como explica la zaragozana. "El año pasado quedaron subcampeonas de la Euroliga y mucha gente nos conoce", subraya. En el plano personal, Ouviña está completando una notable temporada como indiscutible base titular del equipo, adaptada a la competición rusa y disfrutando de una elevada cantidad de minutos. 

Mascotas callejeras, frío extremo y conversaciones en polaco

A Cristina, amante de los animales, le ha sorprendido tremendamente "la vida animal" que hay en las calles de Oremburgo. "Yo tengo a mi propia mascota callejera, un gato. Cada vez que salgo a comprar algo al supermercado de debajo de casa paso por su escondite, lo llamo y sale. Le dejo su comida y me voy. Pero como él hay muchos más. La gente los cuida muy bien y son muy cariñosos", describe.


Pero más que los animales callejeros, lo que más le ha llamado la atención en estos primeros meses en Rusia ha sido el frío. "Nunca pensé que realmente se podría llegar a temperaturas como 32 grados bajo cero. Cuando lo escuchas en la televisión, no te lo crees. Pero ahora sí que me lo creo. Comparado con el cierzo maño… ¡el cierzo no es nada!", apunta. Y el ruso, ¿cómo lo lleva? "Nadie habla inglés, pero tengo la suerte de que el polaco y el ruso tienen muchas palabras parecidas. Yo lo digo en polaco y ellos me entienden", cuenta.


Cracovia, Oremburgo… Cristina Ouviña está desarrollando su carrera deportiva muy lejos de España, algo que "cada año cuesta más". "Todo el mundo que me conoce sabe que soy muy de casa, y cada año me cuesta más despedirme. Pero sé que nuestra vida deportiva dura unos años y que hay que aprovechar estas experiencias y oportunidades", agrega.


¿Y la selección? ¿Le quedan esperanzas de volver? "La selección siempre ha sido un sueño. Pero llevo ya muchos años quedándome a las puertas y eso hace que poco a poco pierdas la ilusión. Pero al final siempre es un orgullo y vas con ganas. A ver si tengo suerte en la siguiente convocatoria y puedo, por fin, disfrutar de los mismos éxitos que están teniendo el resto de mis compañeras", concluye.

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