DIEZ AÑOS DE UNA HAZAÑA DEPORTIVA

Aniversario de la victoria de Escartín en la etapa reina del Tour de 1999

Este lunes 20 de julio, se cumplen diez años de la victoria de Fernando Escartín en la etapa reina del Tour de 1999, la que finalizaba en Piau Engaly. El ciclista de Biescas narró en primera persona sus sensaciones y sus inquietudes a lo largo de aquella jornada, en unas reflexiones que quedaron recogidas en el libro 'Escartín. La vida cuesta arriba', del periodista Miguel Gay.

- Capítulo I- Gesto de gesta

- Capítulo II- El espectáculo del Tour

- Capítulo III- 'Latigazo' hacia la gloria  

4. ¿Qué es eso de que llegas?

Escartín cabecea con su gesto heterodoxo. Ese que permite descubrirle desde cualquier distancia o en las tomas desde el aire. Nadie lo hace de una manera tan peculiar. Pero son cabezazos de fuerza, de virulencia: golpes sobre el asfalto en busca de ese galón que acredita a los héroes y desprestigia a los irresponsables, a esos que no miden las fuerzas y buscan un protagonismo puntual y no, como quiere Escartín, una página de gloria entre las gestas del Tour de Francia. Esto es gesto de gesta, de los que se recuerdan.


Me preguntas qué oigo. ¡Qué gracioso! Nada. En realidad, oigo un estruendo a mi alrededor que se entremezcla con ese golpeo incesante de la sangre contra mis oídos. Es verdad: oigo mi corazón. Y ver... Veo banderas españolas y veo el rugido del ánimo de gente que me impulsa, que me lleva, que me empuja.

Voy a llegar arriba. En cabeza en la etapa reina del Tour. ¿Lo pienso? Qué va. Miro las pulsaciones, el ritmo; procuro no pasarme, regulo. A lo lejos escucho algo que interpreto que debo oír: ¡Fernando, Fernando....! Tú solo, a bloque. Que llegas, que llegas.


¿Qué ha querido decir con eso de que llegas? Llegar a meta. ¿Llego? ¡Y yo qué sé! Voy primero en Val-Louron. Comienza el descenso. ¿Me puede decir alguien cuál es la ventaja? Ahora no, claro. ¿Estoy bien? Sí, claro. Voy bien. Bajo, bajo. Conozco cada curva, cada mal tramo, cada recta. ¿Bajo? ¡No, vuelo! Los Pirineos, mi casa...


Hay bocinas por todos lados. Las motos están demasiado cerca. A veces, me dan casi más miedo que esos seguidores que no acaban de saber qué es el ciclismo. Me pitan detrás. Ya ha llegado Álvaro. "Tres minutos arriba, ¿eh? Tres minutos. Y vas mucho mejor que ellos. Muy bien, Fernando, muy bien. Aprovecha para comer algo. Toma un bidón. Bebe, bebe. Vamos, que estás para ganar". Otra vez ganar. Ganar. ¿Tres minutos? ¿Serán tres minutos? No me engañes, Álvaro, no me engañes. Es la etapa reina del Tour. Y no hay hueco para el sueño. No hace falta que me pellizque.


"Cuando iniciamos la subida a Piau Engaly con esos 2.40 de ventaja, estaba convencido de que íbamos a ganar. Tendríamos que sufrir, pero había que disfrutar". Joan Mas, el manager de Kelme, recuerda aquella etapa como la gran jornada de ciclismo; algo irrepetible en su dilatada trayectoria como dirigente deportivo.


¿Te acuerdas, Óscar, querido hermano? Piau Engaly. Las veces que hemos venido aquí, sin tanta gente, con coches, pero, en realidad, tú y yo solos. El giro, el cartel y ya estamos en el ascenso. Para muchos esta subida será nueva: para ti y para mí, no. Dile a nuestra hermana Silvia que tenía un acuerdo con ella. ¿Me empujáis?


Ha habido imagen de televisión todo el día y tres cuartos de España vive ya pendiente de la última ascensión. Fernando Escartín ha conseguido mantener la ventaja que tenía en el alto de Val-Louron. ¿Lo sabe ya? Se lo ha tenido que decir Álvaro Pino, argumentan en la televisión. A los comentaristas se les sale el corazón: "Si es capaz de regular, un escalador como Fernando tiene muchas posibilidad de llegar. El problema es el desgaste que haya podido sufrir en ese ataque tan lejano".


Comienza la subida. Biescas entero se muerde las uñas. Va a ser la gesta más importante de Fernando. ¿Y en la general? El americano no está fino. Tampoco Zulle. Olano se ha quedado ya en el camino y anuncian, además, que ha sufrido una caída en el descenso de Val Louron. Arriesgaba en busca de los líderes porque arriba coronó con cuatro minutos de retraso. Demasiado tiempo. Se trata, en realidad de la caída del podio.


Piau Engaly. 1.800 metros. Empieza a ser el límite de altura: a partir de 2.000 metros, siempre he notado que me pasa factura. Como el Galibier, con 2.645 metros, donde el año pasado montamos aquella escabechina a Jan Ullrich. Y que puso de manifiesto la capacidad deportiva -y la voracidad- de Marco Pantani. Ganó el Tour, aunque me dio pena... Así, inmerso en el escándalo, con los ciclistas perseguidos por la Policía, no creo que merezca la pena ganar el Tour. En fin... Lo que todos dicen: "El Tour es el Tour". Suena a eso que decía el entrenador: "Fútbol es fútbol".


"Venga Fernando; venga, Fernando. Vas muy bien. Para ganar, ¿eh?; para ganar". Es como la remota voz de un fantasma. ¿Voy a ganar? Cuidado ahí. Ese es uno de los desniveles más duros. La primera vez que vinimos me quedé impresionado. Ahora, cuando conoces el camino, las cosas se ven ya de otra manera.


Estoy cómodo con este calor. La gente te quiere echar una mano y te moja por detrás. Si el agua no es demasiado fría, se agradece. Lo que no puedo soportar es que me mojen las piernas con agua fría: vas bien, con las piernas calientes y, de pronto, alguien te empapa con agua de manantiales que parece salida de un congelador. Se me bloquean las piernas. Me asusta.

Y cada vez más, le temo a una caída. Se cierra el pasillo y no se ve ni la carretera. Produce una sensación curiosa: por un lado, es increíble ver cómo se va abriendo el pasillo para dejarte pasar entre gritos de apoyo. Por otro, no puedes olvidar el temor a que te empujen. Convives con esos sentimientos. Hay banderas aragonesas. Me hace ilusión: al fin y al cabo, estoy dando una satisfacción a los de mi casa. ¿No se frustrará todo después, verdad?


Ocho a meta. ¿Cuántas veces has hecho ocho kilómetros? Miles. Decenas de miles. Ocho kilómetros. Vamos paso a paso.

Me han dicho que iban a venir autobuses de Biescas y Sabiñánigo. Pero me cuesta distinguir a la gente. Debe ser del esfuerzo: se me embotan las oídos y no veo con claridad. Tal vez porque sólo tengo ojos para la carretera.


Sé que hay mucha gente que me apoya, gente que se alegra de disfrutar esta situación: muchas veces, he estado a punto de ganar. Buenas actuaciones a las que le falta el remate de una victoria: "Hay que ganar una etapa para entrar en la historia". Y lo evoca ni más ni menos que Miguel Induráin. Sé que él también me empuja...