REAL ZARAGOZA

Agapito intenta evitar denuncias de jugadores

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Objetivo: intentar taponar cualquier resquicio de denuncia de un futbolista del Real Zaragoza ante la Liga de Fútbol Profesional que pueda poner en peligro la continuidad de la entidad en Primera División por motivos extradeportivos y los fichajes.

Agapito Iglesias, presidente y máximo accionista, junto a su mano derecha en asuntos financieros, Javier Porquera -el llamado director corportativo-, están intentando atar, a través de reuniones personalizadas con los jugadores de la plantilla zaragocista, un compromiso tácito por parte de estos para minimizar al máximo el riesgo de que la SAD aragonesa sea objeto, antes del 31 de julio próximo, de cualquier reclamación judicial por impago de emolumentos. Tal circunstancia, ya fuese de uno solo o de varios afectados, podría terminar, en el peor de los escenarios posibles, con el Real Zaragoza en Segunda División B en un descenso administrativo previsto en la ley y la normativa del fútbol español.

La totalidad de la plantilla es sabedora, hace muchísimos meses, de las precarias condiciones económicas en las que se mueve y se va a mover el club en el presente y el futuro inmediato. Todos ellos, en una ardua tarea de refresco mental a cargo de los dirigentes, están siendo informados en los últimos días (además de sugerirles abiertamente a quienes poseen los contratos con cifras más desorbitantes para los tiempos de crisis global que corren, que sería conveniente recortar sus fichas).

Los veteranos (son muy pocos, realmente), ya saben lo que es cobrar con pagarés, con más de un año de retraso y con serias dudas sobre si el dinero retirado del banco en la fecha de vencimiento no va a tener que ser reintegrado a la entidad de ahorros por falta de garantías o aval por parte del Real Zaragoza (les sucedió a 31 de diciembre de 2009, hace menos de cinco meses). Los nuevos, a través del inevitable boca a boca, ya conocen con detalle qué suelo pisan y lo que les aguarda de ahora en adelante.

El procedimiento que está proponiendo el Real Zaragoza para abonar los pagos a los profesionales (jugadores y técnicos) vuelve a acarrear, inevitablemente, un pago diferido de la ficha de la temporada que acaba de concluir, la 2009-10. Todos saben ya que van a marcharse de vacaciones sin ver un euro por ese concepto que, en épocas de bonanza, se cobraba al día en dos plazos: uno a mitad de liga (el 31 de diciembre) y otro el último día del curso (el 30 de junio). Esta práctica se ha perdido en el Real Zaragoza en el discurrir de los cuatro años del agapitismo y parece improbable, salvo vuelco en la situación societaria, que el mecanismo pueda ponerse al día a corto plazo.

Con la inyección económica que ha recibido el club a principios de año a cuenta del dinero que le llega a través de Aragón Televisión, Agapito está prometiendo que, antes de final de 2010 y mediante dos pagarés por persona con fechas de septiembre y diciembre, podrán cobrar -nuevamente en diferido- los débitos de todo este curso que ahora van a quedar pendientes al 100%. No hay otra alternativa.

El intento del club por controlar la conducta de los jugadores en cuanto a su opción de denuncia es tácito, ya que nadie va a documentar semejante compromiso. Buenas palabras y muestras orales de seriedad son los argumentos de los dirigentes de la entidad para asegurar, en la medida que puedan, la reacción futura en positivo de todos los afectados y que nadie se descarríe. Si así sucediera, las consecuencias podrían ser letales para la SAD y el ejercicio de las últimas horas es, por ello, un máster en relaciones humanas por parte de los responsables zaragocistas.

Otro riesgo: poder inscribir fichas

Inequívocamente, el riesgo mayor del club, ante su estado de insolvencia manifesta para poder hacer frente de inmediato a sus obligaciones con la plantilla, es un descenso administrativo a Segunda B si se produce una o más denuncias que no puedan ser satisfechas antes del 31 de julio. Pero, con un plazo más acortado, otro peligro formal asoma tras la esquina: si algún jugador decide denunciar al club por no percibir el dinero que le corresponde en tiempo y forma antes del 30 de junio (en los próximos 40 días), el Zaragoza no podrá inscribir a ninguno de sus refuerzos estivales hasta que no salde los compromisos demandados.

Sujetar la voluntad de los jugadores que permanezcan en el Real Zaragoza para la próxima temporada es mucho más sencillo que hacerlo con aquellos que se marchen, que no van a ser pocos. La experiencia con Antonio Hidalgo en las pasadas navidades es un ejemplo muy cercano. Ya en Albacete, el futbolista denunció antes del 31 de diciembre la deuda que el Zaragoza le debía y obligó a saldarla con la máxima urgencia ya que, de no haber sido así, el club no habría podido fichar ningún refuerzo en el mercado invernal.