REAL ZARAGOZA-REAL MADRID

La guerra de dos mundos

El Real Zaragoza colista recibe esta tarde al gigante Real Madrid en La Romareda en un duelo, a priori, muy desequilibrado.

Los futbolistas del Real Zaragoza atienden las cosignas de Javier Aguirre en un pasaje del entrenamiento en La Romareda.
La guerra de dos mundos
OLIVER DUCH

Hacía mucho tiempo que un Real Zaragoza-Real Madrid no se jugaba en La Romareda con tanto desequilibrio previo entre ambos equipos. Probablemente, desde la época adolescente del viejo club zaragocista, allá por los años cincuenta, antes de que Los Magníficos lograsen asentar al equipo blanquillo como uno de los clásicos de la competición española.


La depauperada y lamentable situación global que tiene a la entidad aragonesa arrastrándose por los suelos en su día a día societario y, por derivación, también en las profundidades de la tabla clasificatoria de la Primera División, es la clave de semejante distancia entre unos y otros a fecha de hoy. Los merengues, en definitiva, siempre han sido gigantes (unas veces más y otras menos). Pero el Real Zaragoza, también con diferentes picos de potencial futbolístico en sus filas a lo largo de la historia moderna, siempre ha estado en disposición de dar réplica al mastodonte blanco. Y, en las previas de sus enfrentamientos, el Madrid siempre ha llegado a Zaragoza con el miedo en el cuerpo, valorando La Romareda como uno de los estadios donde, en cualquier momento, podían salir trasquilados (si no goleados).


Esta tarde, casi nadie tiene esa sensación. Ni propios, ni extraños. Desde el vestuario de Aguirre han salido durante la semana mensajes de cierta esperanza, obligados lemas fundamentados en los tópicos propios de momentos así. Nadie va a dar por perdido jamás un partido en el fútbol profesional. Pero todos los protagonistas destilan escepticismo, como no es para menos echando un vistazo a la clasificación y olisqueando someramente el momento de forma de unos y otros.


Desde la capital de España, los madridistas también han vertido las típicas frases llenas de cautela, de respeto al rival malherido. Citas que, por lo que sea, han parecido ser emitidas con la boca pequeña, por mandato del protocolo, por buenos modales. A estas alturas de la película, da la sensación de que en el universo de Florentino nadie piensa realmente dejarse un solo punto en un duelo contra un último clasificado que está mostrando tantas carencias y debilidades como el Real Zaragoza contemporáneo.


El combate es similar al mítico de David contra Goliath. Un Zaragoza famélico que tan solo ha sido capaz de ganar un partido de los 14 jugados frente a un Madrid de gran tonelaje que ha vendido en 11 de esos 14 compromisos. El cielo y el suelo.


Un Zaragoza que, a trancas y barrancas, ha logrado marcar 13 goles en las porterías contrarias (cinco de ellos inútiles en las derrotas), menos de uno de media por jornada, contra un Madrid que, solo en Liga, suma ya 35 en la alforja de tantos anotados en las redes adversarias. Un solo jugador blanco, la megaestrella Cristiano Ronaldo, con 16 dianas, acumula más goles que toda la plantilla zaragocista junta.


El Madrid ha cosechado fuera de casa más puntos (14) que el Real Zaragoza como local (5), es decir, casi el triple. Los de Mourinho han marcado fuera del Bernabéu más goles (10) que el Real Zaragoza en La Romareda (9).


Se mire por donde se mire, el choque de esta tarde en el estadio municipal es la guerra de dos mundos. De dos entes alejadísimos en el tiempo y el espacio, pese a compartir la misma competición. De dos modos de concebir la vida por mor de la legalidad vigente (el Madrid nunca fue SAD), del sustrato social sobre el que se asientan, de la repercusión mediática, publicitaria, financiera e, incluso, política -claro está- que llevan a su rebufo estos dos Reales, el aragonés y el castellano.


El problema para el Real Zaragoza, ante tal cúmulo de circunstancias, es que esta guerra de los mundos nada tiene que ver con la ciencia ficción que enmarcó la novela de Herbert George Wells. El episocio de hoy ante el todopoderoso Real Madrid es verdad, como la vida misma. Y hay que lidiarlo sin caer en el miedo, en el pánico que generó entre la población la adaptación posterior de la obra que hizo Orson Welles a través de un programa radiofónico. Es un día para pasarlo como mejor se pueda. Soñando, legítimamente, en que si el Mallorca y, sobre todo, el Levante, fueron capaces en su día de robarle al Madrid sendos empates a cero jugando como locales, el Zaragoza también puede ser aspirante a semejante hito. Pero teniendo claro que, por lógica, por inercia, por decantación, lo normal es que los Cristiano, Casillas, Xabi Alonso, Arbeloa, Ozil, Di María, Benzema, Carvalho, Pepe y compañía (Sergio Ramos es baja por lesión de última hora, como el ya sabido Higuaín y el sancionado Khedira) terminen imponiendo su potencial. Ante esto, es importante no darse demasiado mal, salvaguardar el orgullo propio y el de la marca Real Zaragoza como merece y pasar página sin demasiadas heridas de guerra y sin acabar con el amor propio lastimado.


Si se diera el sorpresón y se lograsen romper el 99 por ciento de las quinielas, miel sobre hojuelas. El equipo y la afición blanquilla se encontrarían, sin esperarlo, con una bombona extra de oxígeno en un momento delicadísimo. Pero, si el Madrid no tiene el día cruzado que se antoja necesario para tumbarlo, el Zaragoza no encuentra la aguja en el pajar y las previsiones se cumplen, lo importante es poder seguir mirando al frente sin excesivos daños colaterales. Al fin y al cabo, son 'solo' tres puntos.