Real Zaragoza: el estadio de El Molinón en el horizonte

Foto del partido Villarreal B-Real Zaragoza, jornada 23 de Segunda División
Foto del partido Villarreal B-Real Zaragoza, jornada 23 de Segunda División
OMAR ARNAU - LOF

Fran Escribá y sus jugadores comenzaron a preparar ayer, en los campos de la Ciudad Deportiva, el encuentro del próximo domingo ante el Sporting de Gijón, una cita que inevitablemente trae a la actualidad un buen número de paralelismos entre uno y otro club, Real Zaragoza y Sporting, entre una y otra ciudad. De esos diversos trazos de vida extraordinariamente similares, por tratarse de dos entidades históricas de nuestro fútbol, acaso nos podríamos fijar en este momento en aquel que afecta al estadio, antes que en rasgos que atañen al equipo y sus circunstancias, las crisis deportivas, los cambios de entrenador, la larga estadía en Segunda o la entrada de capitales extranjeros en su accionariado.

Al igual que Zaragoza, Gijón quiere ser sede del Mundial de 2030, una cita de naturaleza deportiva que, a nadie escapa, también se mira desde otras perspectivas muy diferentes, como son el prestigio de ciudad, su desarrollo económico, social o, si se apura, cultural. Un Mundial, al fin y al cabo, siempre supone una puerta abierta al mundo, a otras gentes, pensamientos, corrientes o ideas.

En esta carrera por el futuro y la modernidad, habría que decir que, a primera vista, la ciudad asturiana saca a la capital aragonesa varios cuerpos de ventaja, quizá porque, principalmente, nunca se desentendió de su campo y del significado del mismo. El viejo y entrañable campo de El Molinón, el más antiguo de España entre los que todavía tienen vida útil en el fútbol profesional, según señalan distintas fuentes, nunca ha cambiado de ubicación desde que allí comenzaron a disputarse encuentros, en los primeros años del Siglo XX. Pero esta arraigada permanencia sobre el mismo suelo nunca ha supuesto en su caso inmovilismo. No le ha impedido a este estadio adaptarse a los tiempos, a las exigencias de cada época y momento: antes de la Guerra Civil, con posterioridad al conflicto bélico, con el impulso del Mundial de España de 1982 o tras las exigencias que ha ido marcando la UEFA para los grandes estadios de nuestro país desde los años 90 del pasado siglo. Paso a paso, ha ido tomando los trenes precisos y, siendo de propiedad municipal, no ha dejado que le atacaran los males de la obsolescencia, del desgaste de los materiales de construcción o de los debates inacabables acerca de sus remodelaciones, que han sido sucesivas. El grupo Orlegui, ahora principal accionista del Sporting, ha hablado en estos meses pasados de una inversión de 300 millones de euros en la modernización de El Molinón y de su entorno, en el que también se incluye un incremento de zonas verdes.

Señalado el tradicional cuidado que Gijón ha mantenido con su estadio, no se quiere decir que Zaragoza esté mal situada en este momento en sus pretensiones de ser, finalmente, una de las posibles sedes españolas del Mundial de 2030. Durante los últimos meses se ha avanzado de modo notable en este terreno. El hecho de que el Real Zaragoza haya mostrado su disposición a financiar la construcción del nuevo estadio opera claramente en su favor, al descargar de responsabilidades en este orden a las instituciones públicas, sean de carácter local, regional o estatal, a través del Consejo Superior de Deportes en este último caso. Pero si Zaragoza no se subiera a esta ola por las razones que fueran, la enorme brecha que existe en este capítulo con sus históricos pares difícilmente dejaría de acrecentarse. 

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