Courtois, el héroe absoluto

Thibaut Courtois realizó un partido impresionante con 23 intervenciones.
Thibaut Courtois realizó un partido impresionante con 23 intervenciones.
Reuters/Lee Smith.

Había sido ‘El País’ quien decía que Jürgen Klopp es uno de los entrenadores que mejor sabe ser segundo. Y repasaba su historial: en las derrotas el preparador y estratega germano sabía hacerse fuerte. O recomenzar de nuevo como el mar de Paul Valéry. Anoche su equipo, en el deslumbrante estadio de Saint Denis, tras la actuación de Camila Cabello, lo hizo todo bien. Salió a por el partido, por el dominio, por el gol, con una gran determinación. Klopp es más consciente que nadie que el Real Madrid tiene más de siete vidas: lo había visto agonizar ante el París St. Germain, doblegarse ante el Chelsea y el Manchester City, y levantarse de nuevo con el secreto de los milagros. Como si el fútbol pudiera recuperarse más allá de la muerte y acabar venciendo.

Klopp intuía que los blancos no iban a regalar nada. Y, ahora, más que en las veces anteriores, tenían una estrategia, una calma nueva, una certeza. El Liverpool lo hizo todo bien, menos marcar, y eso fue debido a la inspiración de Thibaut Courtois y a la seriedad, y aún severidad, de su adversario Courtois anoche fue uno de los mejores arqueros de todos los tiempos: hizo pensar en Lev Yashine, sin duda, ‘la araña negra’, recordó a Gordon Banks, Sepp Maier o Peter Schmeichel, por citar algunos recientes, entre los mejores. O al Íker Casillas, capaz de desviar un balón letal con los ojos, un estiramiento de mangas o una prolongación de los dedos.

El gigante Courtois respondió a todo con un estado de forma genial, algo que ha venido cocinando partido tras partido. Si esta ha sido, de nuevo, la gran campaña de Karim Benzema, perfección, fantasía y plenitud, no lo ha sido menos la de Courtois. El Real Madrid le debe un elevado porcentaje de sus éxitos en esta campaña: él ha ganado muchos puntos, él ha impulsado a sus compañeros de reparto desde su seguridad, su majestuosidad y su agilidad. Resulta inconcebible que un arquero como él, tan alto, pueda comportarse como un maestro de la levedad, de la respuesta inmediata, como un funambulista salvador en cualquier instante. Courtois aborta lo previsible cuando menos te lo esperas.

El Madrid fundamentó su victoria en él, que respondió a las genialidades de Mané y de Salah. Cuando todo parecía perdido. Cuando lo lógico o lo inapelable era el gol. Si el Liverpool venció en la primera parte, anímicamente se entiende, en la segunda, el Madrid tuvo las alas y la extensión de Courtois. Aguantó más, orientó el balón a su antojo, sufrió y golpeó en el minuto 59. El azar estaba con los blancos: la fortuna y ambición se aliaron en uno de sus escasos contragolpes. Y todo lo que falló el Liverpool, todo lo que obstruyó el inmenso, el impresionante, el deslumbrante e imbatible Courtois, lo resolvió el Madrid con algo de fortuna: carrerón del ‘Pajarito’ Valverde, trallazo más bien desviado y, cuando parecía que el peligro había sido fugaz, apareció la bota de Vinicius Jr. Gol. El gol que el Madrid había soñado, forjado, trabajado. El gol que explicaba la resistencia del Madrid y la pizarra pícara y afable de Carlo Ancelotti. Resistir es vencer.

Los futbolistas del Liverpool siguieron trabajando, bordando pases y tentativas desde la medialuna del área y por las alas. Mohamed Salah buscó las certezas del mago que es pero no se citó con la red. Se multiplicaron los delanteros, pero ya había un rato que los defensas blancos, y hasta Casemiro, se habían reencontrado a sí mismos. Carvajal acabó con dos corazones, la velocidad y el aliento de los campeones de maratón. Y Courtois, el hombre que no pierde la calma, el cancerbero enajenado de fantasía y talento, el convencido de su talento, seguía allí: como un felino o un dinosaurio, ágil, vehemente, con el deseo de conquistar su primera Champions en la noche en que él se convirtió en leyenda y achicó las porterías hasta convertirlas en invisibles o en una pura alucinación de sus adversarios.

Eso sí, Klopp, deslavazado y con la gorra callejera de quien no se toma demasiado en serio, felicitó a sus rivales casi uno por uno. El Liverpool no ganó pero convenció y esa es una forma sutil del triunfo.

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