Sheila Herrero: "Me quería comer el mundo"

Comenzó a patinar de niña y se retiró a los 27 años. Número uno mundial de patinaje en línea. Desde 1994, logró 27 medallas en el Campeonato Mundial y 67 en el Europeo: es la figura del deporte español más laureada de todos los tiempos.

Sheila Herrero, a los 6 años, en una fotografía del álbum familiar.
Sheila Herrero, a los 6 años, en una fotografía del álbum familiar.
S.H.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?

Completamente. Uno de mis mejores recuerdos es cuando, en verano, mi madre venía a buscarnos a mi hermana y a mí al colegio y nos llevaba a la piscina del parque de atracciones. Había un tobogán que nos encantaba.

¿Qué le hizo reír por primera vez?

Los carnavales tradicionales de Épila. Las mujeres se disfrazaban de mascarutas y yo me lo pasaba en grande.

¿Qué le hizo llorar?

Un empacho de 30 albóndigas que cogí con 7 años, en el comedor del colegio Domingo Miral. Fue una apuesta y la gané. Ya era muy competitiva, ¡ja, ja, ja!

¿Qué era en el patio del colegio?

La intrépida, la fantasiosa. Era puro nervio.

¿Se sentía rara, especial, diferente?

Quizá especial, me quería comer el mundo y no paraba, mientras mis compañeros eran más tranquilos.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?

Siempre he sido muy rebelde y respondona. Era ‘la niña castigos’, en general, en el colegio, en casa y en los entrenamientos: siempre castigada.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?

Ir de excursión con mi familia al pueblo de Ansó. Mi padre siempre nos sorprendía con juegos increíbles o columpios en los árboles. Ah, y por supuesto, patinar.

¿Tenía algún complejo que le amargara?

Siempre fui muy pequeñita. Ese complejo lo superé cuando vi que ganaba en juegos y deportes. Esa era mi motivación, me hacía sentir más fuerte.

¿Cuál fue la calle de su infancia?

La calle Ruiz Tapiador de Zaragoza. La plaza de esa calle se convirtió luego en la plaza Sheila Herrero. Mis padres la pueden ver desde su ventana. Mi padre, cuando ve coches mal aparcados en la plaza, llama a la policía. Ya lo conocen de sobras, je, je.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Zaragoza?

Zaragoza es mi ciudad favorita, la que siempre tengo en mi corazón. He viajado por muchos lugares del mundo, pero siempre he deseado volver. Somos buena gente, bruticos, pero fieles a nuestra tierra. Lo que menos me gustaba, el cierzo. Me impedía entrenar en las mejores condiciones.

¿Cuál es el episodio que con más frecuencia vuelve a su memoria?

Mi primera convocatoria con la selección española, donde además conseguí el sueño de ser campeona de Europa por primera vez.

¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?

Tomarme más en serio los estudios. Y, sobre todo, por el deporte, no haber podido disfrutar más de los amigos.

¿Era religiosa?

Creyente pero no practicante, y eso que tenemos un antepasado lejano que es santo, San Ignacio Delgado de Villafeliche. Por supuesto, soy devota de nuestra Virgen del Pilar y de San Antonio.

¿Qué fobia forjó claramente en esos años?

Las arañas. Me picó una y lo pasé fatal.

¿La muerte le angustiaba o le provocaba algún tipo de tormento?

Cuando a mi madre le extirparon el bazo, no pensaba más que ella podía morir.

¿Cómo ganó su primer dinero?

Mi tata y yo vendíamos en un mercadillo del barrio de Torrero zarrios y juguetes de segunda mano con la supervisión de nuestros padres. Vendimos un juguete y me hizo mucha ilusión ese primer dinero que gané.

¿Hizo alguna locura que le guste recordar?

Falsifiqué la firma de mi padre en las notas. Me salió el tiro por la culata. Llamó la directora a mis padres para una reunión y ese día me hice patinadora, solo quería salir patinando de esa reunión lo antes posible. El castigo, mejor no comentarlo para no herir sensibilidades, ja, ja.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?

Gregory Peck y luego Don Johnson. Me encantaba en ‘Corrupción en Miami’, me plastificaba todas las carpetas con sus fotos.

¿Y la primera persona que, en la vida real, le provocó una emoción inolvidable?

Félix Rodríguez de la Fuente. En mi casa siempre hemos tenido muchos animales, ratas de laboratorio, serpientes, pájaros y cualquier animal que nos encontrábamos.

¿Había alguna persona que conociera a la que admirara de un modo especial?

A mi actual pareja, Arturo. Lo admiraba desde adolescente. Le iba a ver todos sus partidos de fútbol, era un portero de fútbol de primera. Con el tiempo, surgió el amor.

¿Qué personalidad internacional fue para usted una referencia poderosa?

Chad Hedrick, un patinador norteamericano que arrasaba en los campeonatos del mundo de patinaje. Era un portento patinando, llegó a ser compañero mío en el equipo norteamericano por el que fiché.

¿Quiénes fueron sus grandes amigas?

Todas mis compañeras del club de patinaje Domingo Miral, entre ellas mi tata. Lo pasábamos bomba en los viajes, hablando, jugando y cantando.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es lo que caló en usted con más fuerza?

La humildad, la fuerza y la honestidad.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?

Cuando logré mi primer campeonato de España de patinaje velocidad. Supe que el patinaje marcaría mi vida.

¿Por qué estudió Auxiliar de clínica?

Me apasionaba ayudar a los demás.

¿Hay algún defecto o debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?

En mi infancia quería llegar a todo, empezaba muchas cosas y terminaba muy pocas, era muy impulsiva y me metía en todos los berenjenales.

¿Cuál fue su gran alegría? ¿Y la gran tristeza?

Mi primer trofeo de patinaje, que gané en el colegio con 4 años. Mi gran tristeza, el fallecimiento de mi abuelo. Por fortuna, tengo a mi yaya, de 93 años. La quiero con locura.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?

Al 26 de mayo 1986. Mi hermana mayor Ana Pilar y yo hicimos la primera comunión; a continuación, mis tíos se casaron. Reunimos a la familia por partida triple. Fue un día memorable.

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