baloncesto

El Casademont Zaragoza, sin opciones ante el líder (94-69)

El conjunto aragonés pierde con amplitud en la pista del Real Madrid, lastrado por su deficiente inicio de partido.  

Randolph hace un mate ante la mirada del belga Hans Vanwijn.
Randolph hace un mate ante la mirada del belga Hans Vanwijn.
E. Naranjo/EFE

El Casademont no reacciona. Sigue con su preocupante proceso, con su silueta desfigurada, sin una propuesta colectiva solvente. En Madrid, ante el líder, el cuadro aragonés abandonó la pista cabizbajo, herido, con sensaciones muy negativas en su juego, tras haber completado otra deficiente actuación en los dos lados de la pista. Protagonizó un inicio desalentador, muy desfavorable, que se tradujo en un parcial de 10-0 cuando apenas habían transcurrido los dos primeros minutos de la contienda; y apartir de ahí dejó de creer: abandonó rutinas y automatismos, y se distinguió entonces por su dejadez, su apatía, su indolencia defensiva y su escasa resistencia a la derrota. 

El desenlace fue otro resultado adverso, amplio y concluyente, irrebatible (94-69), que se suma al oprobio sufrido el pasado 4 de enero en Málaga (112-72). Lejos de restaurar su dañado prestigio, el Casademont volvió a emitir señales muy preocupantes. Sobre todo por la actitud mostrada en diferentes fases del duelo, por momentos perezosa e indiferente, impropia de un conjunto que lucha desesperadamente por la salvación.

El Madrid ya arrolló en el inicio, castigando con saña las continuas desatenciones de su rival. Los blancos, muy incisivos, edificaron un sólida renta en el marcador, en apenas dos minutos de juego (10-0), con cinco acciones consecutivas bajo los aros. Fueron puntos muy fáciles para los locales, sin ninguna oposición, que retrataron las debilidades defensivas de los zaragozanos. Dos penetraciones de Nigel Williams-Goss, y las canastas de Poirier, Randolph y Hanga obligaron al técnico de los aragoneses, Jaume Ponsarnau, a detener el partido mucho antes de lo previsto.

Sin embargo, el tiempo muerto no cambió actitudes. El equipo blanco, muy poco exigido, siguió gobernando el duelo con una autoridad manifiesta, y aumentó su ventaja con una facilidad insultante. Por entonces, el Casademont ya era un equipo abatido y desencantado, resignado al curso de los acontecimientos; un bloque sin alma, sin carácter, sin orgullo, sin respuestas para competir.

El equipo aragonés, permanentemente superado, no sólo presentaban importantes lagunas en las labores de contención; también carecía de templanza y criterio en cada una de sus acciones de ataque. Sin ritmo, sin juego colectivo, sin timón, los zaragozanos no generaban ventajas ni situaciones ventajosas de tiro. A los siete minutos de partido, toda su facturación ofensiva se reducía a un triple convertido por Hans Vanwijn (26-3). Al cierre del cuarto inaugural, los visitantes ya enarbolaban la bandera blanca ante un rival enérgico y vigoroso, imponente en todos los aspectos del juego (28-7).

El partido ya estaba finiquitado. De ahí hasta el final, el Real Madrid disfrutó de un duelo plácido y sosegado, sin sobresaltos. Ni siquiera se sintió intimidado cuando el Casademont, impulsado por Adam Waczynski, protagonizó una tímida reacción en los primeros compases del segundo cuarto, que se tradujo en un parcial de 10-0 de parcial a favor de los visitantes (28-13). Los blancos, de hecho, enseguida recuperaron el pulso con los puntos de Poirier, Anthony Randolph, Yabusele y Williams-Goss, y no dieron opción alguna a la remontada.

Y eso que el cuadro local acudió a la cita sin Edy Tavares, el pívot más determinante del panorama continental, y también sin Rudy Fernández, una de sus pieza más relevantes en su línea exterior. Ambos permanecen aislados en sus respectivos domicilios, tras haber dado positivo por covid el pasado jueves. El Real Madrid, sin embargo, no notó sus ausencias. Hizo valer desde el inicio su mayor talento, su mayor amplitud de recursos y su mayor profundidad de banquillo, y el Casademont nunca tuvo opciones de aspirar a la victoria.

Menos aún cuando, a los 25 minutos de juego, los aragoneses exhibían un desacierto inusual desde el perímetro –un único acierto en sus 11 lanzamientos triples– y contabilizaban por entonces hasta 15 pérdidas de balón. El madridista Vincent Poirier fue el jugador más productivo del duelo, tras gobernar la pintura con suma facilidad. El francés finalizó la contienda con 29 créditos de valoración, fundamentados en 19 puntos, 6 rebotes y una asistencia en los 27 minutos que permaneció sobre la pista. Mientras, Adam Waczynski y Jordan Bone, ambos con 12 puntos, fueron los máximos anotadores del conjunto zaragozano.

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