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Muere a los 54 años Míchel Moreno

Entrenó en el Real Zaragoza. Fue pionero en el trabajo con guardametas en Aragón.

Míchel Moreno, en imagen de hace tres años con el Ebro.
Míchel Moreno, en imagen de hace tres años con el Ebro.
Guillermo Mestre

Este martes dejó de cuidar la portería Míchel Moreno. El portal de la Ciudad Deportiva, del Montecarlo, del San Gregorio, del Ebro, de tantos y tantos clubes en los que su labor pedagógica y su pasión por el fútbol nutrió a generaciones de futbolistas, especialmente guardametas, en cuyo trabajo específico fue pionero en Aragón. Contaba 54 años. Desde hace siete luchaba contra un cáncer de estómago y esófago con unas ganas locas de vivir. Deja mujer, Eva, y dos hijos, Raúl y Diego, por supuesto futbolistas.

Captado por Carlos Rojo y Juan Carlos Roncalés en los orígenes del Real Zaragoza alevín, junto a Quino Maza, Nacho Aldea, Antonio Marín, Míchel Berges, Eduardo Celma... Citado por el entonces seleccionador aragonés Óscar Fle junto al malogrado Javi Valen, también defendió el portal de la selección juvenil.

Cuando nadie se atrevía, Míchel se atrevió a salir de Aragón. Se fue hasta Villarreal. De esto hace más de 30 años. Todavía no nabía llegado la familia Roig. El entrenador era un entonces desconocido Benito Floro, antes de su periplo mágico por el Albacete y por el Real Madrid. Míchel Moreno no se fue al Queso Mecánico, sino que inició su itinerario por el fútbol aragonés. Colgó las botas en el Fuentes, donde como portero reserva con Ramón Lozano sumaba más que todos los titulares juntos. Míchel era asi, adoraba a los entrenadores que lo dejaban en el banquillo. Igual Carlos Rojo que Ramón Lozano.

Comenzó a entrenar con Roberto Capilla en el Montecarlo juvenil. Allí abrazó al mejor portero que según él vieron sus ojos: Juan Carlos Caballero, el chaval que del José Luis Violeta saltó a Sánchez Pizjuán tras eliminar al Barça de la Copa del Rey. Hizo escuela en el San Gregorio, hasta ser captado por Javier Chirri para la Ciudad Deportiva. En el Aragón hizo buenas migas con Emilio Larraz, el entrenador con quien más se ha identificado. Con Ander Garitano y Larraz edificó la epopeya del Ebro, ese club que desde la exaltación de la humildad acarició la Segunda División. Eran los fichajes de lujo Garitano, era la pizarra mágica de Larraz. Pero, sobre todo, era la valentía de ese hombre que todos los días desafiaba al cáncer vestido de cancerbero. Era, por supuesto, Míchel Moreno.

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