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La encerrona de Ginebra cumple 30 años

Hoy hace tres décadas de la final de la Recopa de Europa entre el PAOK Salónica y el CAI Zaragoza. Los incidentes decidieron el polémico triunfo griego. Los aragoneses vieron pasar su gran oportunidad.

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La imagen, 30 años después de la injusticia de Ginebra. HERALDO reunió el martes pasado en la plaza de Aragón a sus protagonistas. En la imagen, Pepe Costas (preparador físico), Félix Gómez Gayán (médico), Paco Zapata, José Luis Rubio (presidente), Fernando Arcega (capitán), José Miguel Hernández, Alfredo Fabón, Pepe Arcega y Luis Melendo (delegado).
Oliver Duch

El tiempo no existe. El tiempo son las cosas que nos pasan. También, las cosas que no ocurrieron cuando debían haber ocurrido. Al CAI Zaragoza solo le faltó un título europeo. "Esta Recopa que tengo en mis manos es una réplica de la buena, de la verdadera, de la que nos robó el PAOK hace 30 años en Ginebra", se lamentó José Luis Rubio, presidente del antiguo CAI Zaragoza y padre del baloncesto aragonés. "Fue una pena, además de una vergüenza. Nunca me quejé de las derrotas cuando perdí con justicia, pero en Ginebra, en la final de la Recopa ante el PAOK, no hubo justicia. Ese partido no se tenía que haber jugado nunca. Pasó de todo, pudo haber muertos. No exagero. Fue lamentable. No fue un partido de baloncesto, sino una crónica de sucesos. Si hubiera sido un partido de baloncesto, seguro que habría ganado el CAI", denunció Rubio. Hoy se cumplen 30 años del latrocinio.

Ya habían pasado siete años desde que el CAI Zaragoza irrumpió en la élite conquistando la Copa del Rey de 1984 ante el Barca. Se habían marchado Manel Bosch, Charli López Rodríguez e Indio Díaz. El proyecto había madurado. Se había cultivado bien la cantera, surgiendo talentos como Joaquín Ruiz, Dani Álvarez, José Miguel Hernández, Fran Murcia o Alfredo Fabón. Luego llegarían los hermanos Angulo y Santi Aldama. Por supuesto, Fernando Arcega, Pepe Arcega y Paco Zapata ya formaban parte de la jerarquía española. Zaragoza era la pequeña Yugoslavia en el baloncesto español, muy por encima de la cantera del Estudiantes. Solo la ‘pedrera’ de la Penya podía ser comparable. Además, el olfato de perro perdiguero de Rubio había cazado a la gran promesa nacional debajo de los aros, Quique Andreu. Trabajando con criterio, llegó la segunda Copa del Rey en 1990 ante el Joventut de Badalona. Si la primera fue la Copa de Kevin Magee, la segunda fue la de Mark Davis. A los dos los logró reunir el CAI de 1991, como estrellas de un equipo ‘made in Aragón’ con el que llenar el recién estrenado pabellón Príncipe Felipe. Todos convinieron en que había llegado el momento. "Teníamos la mejor afición, el mejor pabellón y un gran equipo repleto de aragoneses que sentían la camiseta. Ya habíamos ganado dos Copas del Rey. Solo nos faltaba un título europeo, ese título que nos quitaron en Ginebra", reiteró Rubio.

Después de superar en la semifinal al Cholet de Antoine Rigodeau, llegó el gran día, el 26 de marzo de 1991, en Ginebra ante el PAOK de Salónica. "Viajaron tres mil aragoneses. El partido se comenzó a jugar horas antes, cuando la afición griega, después de causar estragos en las calles de Ginebra, entró sin entradas al pabellón e invadió las localidades de nuestros aficionados y la pista. "No queríamos jugar, pero el presidente de la FIBA, Boris Stankovic, nos obligó a jugar bajo amenaza de expulsión de la FIBA", advirtió José Luis Rubio. "Cada vez que lo pienso, me duele más. Llevábamos bien el partido (31-36, al descanso), hasta que comenzaron a arrojar objetos a la pista. Nos retiramos a los vestuarios, pero nos hicieron regresar. Ese fue nuestro error", exclamó Pepe Arcega. "La situación extradeportiva superó con creces a la deportiva, y eso condicionó totalmente el partido y el resultado. Lamentablemente, pasó lo que tenía que pasar. Y pudo ser mucho peor", denunció José Miguel Hernández. "Nos derrotó Stankovic, haciéndonos jugar cuando eso era la guerra", explicó Luis Melendo, delegado del equipo. "Hasta los árbitros nos daban la razón para no salir, pero Stankovic obligó a jugar", aseguró Pepe Costas, preparador físico del equipo que entrenaba Manel Comas. "Fue una vergüenza para el baloncesto europeo. Lo pudo ver todo el mundo por televisión. A la policía suiza le vino muy grande. Se pensaban que eran suizos; pero no, eran griegos...", consideró Félix Gómez Gayán, médico del equipo.

El partido cambió de forma radical tras los incidentes. El CAI, que había sido superior frente a cinco rivales, comenzó a jugar contra miles de griegos. Mientras, un francotirador balcánico, Prelevic, hacía diana tras diana. "En los últimos minutos, solo pensábamos en cómo salir de allí", narró Pepe Arcega. "Comenzaron a caer tornillos, escupitajos. Pensábamos en nuestros familiares que estaban en la grada. El recuerdo de Heysel se hizo presente", evocó Fabón. "Esa generación merecía un título europeo. En condiciones normales, se habría ganado", valoró Paco Zapata. "Pese a la derrota, volvimos con el reconocimiento de equipo grande de Europa", expuso Fernando Arcega. "Nuestra derrota fue la derrota de baloncesto. Perdimos porque eso no fue una final, eso fue una encerrona", concluyó Rubio.

La gran encerrona: la encerrona de Ginebra. Hoy hace 30 años.

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