¿Y ahora qué, Rafa?

El empate con el suizo Federer eleva la rivalidad hacia cotas que nunca había alcanzado y plantea nuevos interrogantes y retos en la carrera del español.

Nadal abrazando su último título conseguido en París
Nadal abrazando su último título conseguido en París
Efe

El debate entre quién es el mejor tenista de la historia se encuentra en su punto más candente. El argumento de los 'Federistas' que apuntaban que el genio de Basilea era el más grande por sus 20 títulos de Grand Slam ha quedado inservible y ahora hay que meter el bisturí para discernir qué trofeos fueron más importantes, más complicados y tuvieron más valor. Una tarea absurda y digna de completos forofos.

Siempre habrá un argumento que incline la discusión para un lado, en función de si quien lo empuña es de la rueda de Federer o de Nadal. El cara a cara favorable (24-16), el mayor número de Masters 1.000 (35 a 28) o los oros olímpicos (2-1) apoyarán a Nadal, mientras que el aficionado helvético atacará por las Copas de Maestros (6-0), los títulos (103 a 86) y las semanas en lo más alto de la clasificación (310 a 209).

Lo cierto es que quedan muchos recovecos en los que aún puede excavar Nadal para cercar su diferencia con Federer. El más claro se producirá en tan solo un mes, cuando la Copa de Maestros, ahora llamada Finales ATP, tenga lugar en Londres. Ahí radica la principal diferencia de Nadal tanto con Djokovic como con Federer, que escudriñan en su cartera cinco y seis títulos respectivamente.

El balear nunca ha levantado el trofeo de final de año y ese es el principal argumento que sus detractores usan para colocarle detrás del suizo. Dos finales, en 2010 y 2013, son su botín en Londres, donde las condiciones de pista rápida 'indoor' no favorecen su juego.

Fuera de ese último mordisco a la plata, el resto de aspectos son intangibles, si dejamos fuera las semanas como número uno que Federer fijó en 310 y que Djokovic, actualmente con 290, superará en marzo de 2021. Unos dirimirán que el suizo ha elevado el tenis a unos altares antes inimaginables. Que su revés plástico, su volea inmaculada y su forma de jugar al tenis es lo que todo chico que pelotea en el jardín de su casa sueña con emular.

Otros dirán que Nadal encarna los valores del deporte. Es un chico humilde, que incluso después de igualar a Federer quita hierro al asunto: "Mi felicidad no depende de eso". Un chaval de Manacor que hace exactamente dos años estaba ayudando en las inundaciones de su isla como uno más.

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Los veinte títulos ganados por Nadal
REUTERS PHOTOGRAPHER

Levantarse tras la caída

Nadal es la mentalidad ganadora. La fuerza de quien sufrió un problema en el pie al comienzo de su carrera que amenazó con dejarle K.O. antes de tiempo. Que tiritó con sus rodillas cuando le fallaron. Es el que siempre que ha caído, se ha levantado más fuerte. Lo hizo en 2010, después del doloroso 2009. Lo hizo en 2013, tras un 2012 marcado una vez más por las lesiones, perdiéndose los Juegos Olímpicos, la cita en la que representa a España. Lo volvió a hacer en 2017, cuando, con más de 30 años la gente le daba por acabado. Y lo volvió a hacer en 2020, cuando tras una pandemia algún insensato se atrevió a decir que una derrota con Diego Schwartzman era suficiente para desacreditarle en París.

Si Roger Federer dibuja el tenis, Nadal lo compite. Con el paso de los años ha ido eliminando críticas. Los problemas al saque, el "pasabolismo", la ausencia de juego de red y muchos más. Nadal ha sabido evolucionar para ser capaz de ganar lo mismo cuando era un correcaminos que iba de lado a la pista desesperando a sus oponentes.

"¿Y ahora qué?", se preguntan muchos. Los Juegos Olímpicos de Tokio, otra vez en pista dura, son una ilusión, claro. Dejar atrás a Federer en Australia, donde se convertiría en el primer tenista de la era Open en ganar dos veces todos los Grandes. Solo Rod Laver y Roy Emerson lo lograron antes de la profesionalización, mientras que a Federer y Djokovic se les resiste ese segundo Roland Garros.

Cazar los 36 Masters 1.000 de Djokovic, con el que mantiene un apretado tira y afloja, triunfar por última vez en Wimbledon, el torneo que más ilusión le hacía ganar hace 17 años, y auparse una vez más número uno del mundo a final de año, con lo que igualaría las seis veces que lo hizo Pete Sampras. ¿Y la retirada? Lejana aún, porque mientras Nadal pueda ganar Roland Garros, seguirá jugando con la misma ilusión que lo hacía aquel chico en las pistas de Manacor.

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