montañismo

La tragedia del K2: 25 años sin Javier Escartín, Lorenzo Ortiz y Javier Olivar

Lorenzo Ortas, miembro de la expedición, recuerda la fatídica fecha del 13 de agosto de 1995, en la que fallecieron los tres montañeros aragoneses.

De izquierda a derecha, Ansón, Avellanas, Escartín, Ortiz, Ortas, Garcés y Olivar.
De izquierda a derecha, Ansón, Avellanas, Escartín, Ortiz, Ortas, Garcés y Olivar.
L. O.

El 13 de agosto de 1995, el K2 arrebató la vida a los aragoneses Javier Escartín, de 44 años, Lorenzo Ortiz, de 24, y Javier Olivar, de 38. Después de hacer cima se vieron sorprendidos por una tormenta helada con vientos de más de 150 kilómetros por hora y perecieron sepultados bajo un alud en las laderas de la montaña. Sobrevivieron otros cuatro miembros de la expedición conjunta organizada por Peña Guara y Montañeros de Aragón: Lorenzo Ortas, José Garcés, Manuel Avellanas y Manuel Ansón. 25 años después, Ortas recuerda esta dura experiencia en una entrada del blog ‘Los caracoles majaras’.

El K2, la segunda cima más alta del planeta tras el Everest, con 8.611 metros de altitud, aguardaba a estos avezados montañeros con más de dos décadas de experiencia escalando montañas tanto en los Andes como en el Himalaya y el Karakórum. Pepe Garcés era el jefe expedición y tanto Javier Escartín como Lorenzo Ortas ya habían tomado parte juntos en otras experiencias. “Aunque algunos ya tenían un historial más que envidiable, nuestra fortaleza consistía en que éramos un grupo de amigos capaces de trabajar en equipo”, rememora Ortas.

Todo empezó muy bien. Se trataba de ser los primeros en completar la ascensión hasta la cima de la vía Cessen, pero ya lo hicieron en 1994 los vascos Kike de Pablo, Juanito Oiarzabal, Alberto Iñurrategi y Juan Tomás. “Nuestra expedición iba muy bien. Estábamos disfrutando de la escalada. Teníamos todos los ingredientes para ello; una montaña alta, muy alta, muy grande. También una montaña bella, muy bella. Una vía difícil, aunque dentro de nuestras posibilidades, relativamente segura… y, sobre todo, un grupo de amigos compenetrados y trabajando cada uno según sus posibilidades pero sin escatimar esfuerzos”, relata el montañero oscense.

Todo iba muy bien hasta que finalmente “todo fue muy mal. No fue una expedición de la que podamos sentirnos orgullosos porque dejar en la montaña a tres amigos fue una tragedia, muy triste, pero, también fue un gran fracaso y no se puede catalogar de otra manera”. Ortas se confiesa animado a recordar esta efeméride “solo por mantener vivo el recuerdo de nuestros amigos, que llegaron a la cumbre del K2 pero no pudieron bajar”.

El montañero lo define como un dolor “tan desgarrador el que vivieron, y todavía viven, los que perdieron a sus seres queridos, que yo decidí que si los míos no compartían la ilusión y el riesgo de las altas montañas, no tenía derecho a hacerles pasar por eso y no volvería a ninguna expedición más. Y ya no he vuelto”. Junto a sus compañeros sí plasmaría sus impresiones en el libro ‘K2, La Montaña sin Retorno’ (Editorial Prames), que está agotado y cuyo borrador se puede descargar en la web del club oscense Peña Guara, que asumió la expedición de 1995 que había organizado Montañeros de Aragón.

“Este relato -desglosa Ortas- es una fiel descripción de la expedición, a veces casi como una confesión. Está tal cual lo escribí, sin cambiar ni una coma. Todas las conversaciones por walkie-talkie se grabaron (pretendíamos hacer una película de la expedición), así pues los diálogos que aparecen en el relato son transcripciones exactas de lo que hablamos, aunque, lógicamente, se omitieron los tacos y palabras malsonantes que todos empleamos cotidianamente pero que a nadie se le ocurre emplear en un lenguaje escrito".

La sociedad aragonesa, conmocionada por el suceso, recibió a los supervivientes días después y dio su calor a las personas más cercanas a Escartín, Olivar y Ortiz. Manuel Ansón regresó al Karakórum dos años después y escaló el Broad Peak. Pepe Garcés también volvió al Karakórum y al Himalaya porque “se empeñó” en la ascensión de los 14 ochomiles, como cuenta Lorenzo Ortas. Ascendió al K2 en 2001 y ese mismo año desapareció en el Dhaulagiri. Pepe Garcés había ascendido hasta entonces seis ochomiles.

Ortas regresó el invierno pasado al Karakórum, al campo base del K2, invitado por el alpinista vasco Alex Txikon, que iba a intentar la escalada invernal. Fue una “experiencia inolvidable” el hecho de “volver a ver esta montaña”, recordar todo lo vivido allí, visitar el memorial… “Todo fue muy emotivo y estoy muy contento de haber vuelto. Yo creía que tenía esta historia superada pero algo había allí, algún asunto sin cerrar, y me fue muy bien volver a “ver” a los amigos que simbólicamente están en el memorial. Allí estuve, mejor dicho, estuvimos, llorando un buen rato y después ya me sentí mucho mejor”, concluye Lorenzo Ortas.

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