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Noches de leyenda en Las Mugas de Formigal

La jornada de esquí no siempre termina con el cierre de las pistas: Formigal-Panticosa ofrece la posibilidad de descansar en un ‘iglú’ a 1.800 metros de altitud.

Imagen de uno de los domos en Formigal-Panticosa.
Imagen de uno de los domos en Formigal-Panticosa.
Aramón Formigal

La jornada de esquí no tiene por qué terminarse en cuanto cierran las pistas. Desde este año se puede ir un poco más allá y cumplirse el anhelo de muchos aficionados: pasar la noche allí. Descansar a la luz de las estrellas y disfrutar de la posibilidad, al día siguiente, de ser los primeros en volver a disfrutar de la nieve. Es lo que ofrece Formigal-Panticosa por medio de Las Mugas, una zona de descanso sin parangón en el Pirineo aragonés donde recargar las pilas para vivir una jornada de esquí inolvidable.

En aventurarse en la naturaleza de las montañas y relajarse en el interior de la muga (‘paso’ o ‘frontera’ en aragonés) reside buena parte del atractivo de esta iniciativa, lo más parecido a un hotel en alta montaña. Pero no es lo mismo. Se trata de una actividad inspirada por la leyenda de la diosa Culivillas y los interesados disponen de un complejo de siete domos, seis habitables de unos 36 metros cuadrados y otro convertido en el centro de operaciones, a 1.800 metros de altitud para gozar del merecido descanso tras un día de emociones a bordo de los esquí, las tablas o las raquetas.

Cuenta una antigua historia que el nombre de Formigal proviene de las hormigas blancas que protegieron a la diosa Culivillas, hija de Anayet y Arafita, cuando el temible dios Balaitus trató de raptarla después de que rechazara su amor. Culivillas, en agradecimiento a las hormigas, se clavó un puñal en el pecho para guardar junto a su corazón a todas las hormigas. Es el forau de Peña Foratata, y cuentan que quienes suben puede oír los latidos de la diosa. Ese sería otro de los estímulos de Las Mugas.

La única forma de acceder, al cierre de la instalación, es esquiando, en telesilla o en uno de los vehículos pisapistas adaptados y con capacidad para 18 personas. En el interior de cada domo, con capacidad máxima para cuatro personas, dos adultos y dos niños de un mínimo de nueve años, pueden hallarse muebles nórdicos de diseño o una estufa de pellets para convertir la experiencia en un deleite cálido y lo más próximo a una cabaña de las de antes. En la zona superior pueden descansar los menores y se mantiene la norma de que solo se puede reservar una noche.

El precio mínimo es de 395 euros y, para cenar o desayunar, abre sus puertas el domo denominado La Borbolla. La preocupación por el medio ambiente convierte estas instalaciones en sostenibles. Por el día absorben el calor del sol y, así, de noche se mantienen los habitáculos a una temperatura ideal. Ya en la cama se puede observar el cielo estrellado y despertarse con los primeros rayos de luz, pues estas estructuras constan de cubiertas interiores invernales y otras térmicas además de anclajes especiales.

La estructura de su base es metálica y presenta pilares estructurales de acero de tipo tubular y un pavimento de tarima tratada para exteriores. Los denominados domos geodésicos se han realizado sobre estructuras desmontables, sin cimentaciones mediante zapatas ni otro tipo de elementos hormigonados. El agua potable proviene de la zona de servicios de Anayet a través de un bombeo, con la instalación in situ de un depósito enterrado de 5.000 litros.

Formigal-Panticosa colabora con el Observatorio Astronómico Aragonés, lo que permite a los usuarios observar el cielo del Pirineo aragonés con conocimiento de causa y aprender a identificar la Osa Mayor, Venus o la Vía Láctea. Después del desayuno puede disfrutarse de un paseo sobre raquetas o caminar sobre el ibón de Culivillas mientras el guía desarrolla leyendas como la de Culivillas y Balaitus. De fondo, el rumor de los latidos de la diosa acompañan el recorrido.

Cenas a 2.000 metros

El plan puede complementarse con otros. Por ejemplo, con una cena con cocina típica de alta montaña bajo las estrellas del valle de Tena, a más de 2.000 metros de altitud en un paraje único y aislado, en absoluta paz y tranquilidad. Es lo que ofrece La Glera, una pequeña cabaña con capacidad para 18 personas situada en un entorno impresionante y al que sólo se puede acceder a bordo de una máquina ratrack especialmente preparada con una cabina para transportarte hasta ese pequeño reducto en la montaña. Imagínate cenar una noche de luna llena y contemplar cómo se refleja la luz en nuestras montañas nevadas.

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