entrevista

Patricia Genzor: "Del waterpolo me llevo una segunda familia, el equipo"

Patricia Genzor (Zaragoza, 1991) ha militado durante 17 temporadas en la Escuela Waterpolo Zaragoza. Se retira de la élite a los 28 años.

Patricia Genzor, con su inseparable pelota.
Patricia Genzor, con su inseparable pelota.
Oliver Duch

¿Cómo puede explicar que una jugadora de élite de waterpolo se retire con 28 años?

Es un deporte tan minoritario que no puedes vivir de él. Llega una edad que ya no puedes compaginarlo con el trabajo u otras obligaciones ya que te exige muchas horas de entrenamiento.

¿Cómo era una semana en su vida?

Tenía que hacer malabarismos. Salía de casa a las diez de la mañana con el túper en la mochila y volvía pasadas las diez de la noche. Trabajaba de socorrista, daba clases en las categorías inferiores del club y entrenaba. Todo en sitios diferentes. Muy estresante.

¿Es insuficiente el apoyo al deporte femenino?

Totalmente. Queda mucho camino por recorrer. El waterpolo tuvo un boom cuando las chicas fueron subcampeonas olímpicas en Londres 2012. Pero duró unos meses y todo se vino abajo. Me alegro de lo que está sucediendo con el fútbol femenino, pero no es nuestro caso.

Por ejemplo, la pasada campaña un equipo de División de Honor como el suyo, la EWZ, comenzó la competición sin piscina.

Fue algo inaudito, que nos perjudicó. Al nivel competitivo al que estamos, no te puedes permitir entrenar en dos calles.

¿Es responsabilidad de las instituciones, de los patrocinadores...?

Deberíamos comenzar por las instituciones. En nuestro caso, el cierre del Parque Deportivo Ebro nos hizo mucho daño. Allí vivimos los mejores años de la historia del club. Las buenas condiciones de entrenamiento se notan. Y también sería necesario que algún patrocinador se apuntara.

¿Cómo y cuándo le picó el veneno de la piscina?

Como hermana pequeña, seguí los pasos de la mayor. Ella se metió en la natación y luego en el waterpolo y yo fui detrás.

¿Qué le atrapó del waterpolo?

El hecho de ser un deporte de equipo: entrenar con gente, ver que tu cansancio siempre está acompañado de alguien... Eso me llena mucho.

¿Con qué momento de su carrera se queda?

Sin duda, las dos temporadas que disputamos competición europea. Fue una sensación maravillosa jugar con el equipo de mi vida en la Copa LEN. Fue el mejor premio a todos los sacrificios. Viajamos a Italia, Siberia, Grecia... Me permitió comprobar que el mundo del waterpolo está mucho mejor que en España. ¡Que envidia me dieron las instalaciones! Pero lo más bonito que me llevo del waterpolo es que formé una segunda familia, el equipo.

¿Tiene miedo de añorar esa vida ahora que se retira?

Todavía no soy muy consciente de mi nueva situación. Creo que me entrará la nostalgia a partir de septiembre. Entrenar a las categorías inferiores me permitirá vivirlo desde otro prisma. Pero claro que lo echaré de menos.

Para las niñas que entrena es un referente. ¿Qué siente?

Las niñas me miran como si fuera alguien importante. Es muy gratificante que me vean como un referente. Me gustaría que aprendiesen lo que yo sé y que disfruten de este deporte tan bonito.

¿Cree que sus pupilas sufrirán dentro de diez años las mismas penurias que ustedes han padecido?

Sinceramente, veo complicado que esto cambie. La EWZ lleva 14 años en División de Honor y hasta ahora nadie lo ha valorado.

¿Cómo gestiona que todo el esfuerzo caiga en saco roto?

Es muy decepcionante porque el esfuerzo invertido es grandísimo. Entrenamos de lunes a viernes más dos días que doblamos sesión. Y todo esto estudiando en la Universidad o trabajando. Es duro mentalmente. Además, los fines de semana juegas en casa o fuera. El único día que tenemos libre es el domingo. Es un sacrificio inmenso que hacemos por amor al arte y porque nos encanta. Mi entrenador siempre nos decía que somos unas locas por dedicar tanto tiempo a algo tan ingrato.

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